El protagonismo del niño

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Psicología Clínica

“Desde hace algún tiempo apenas estudio, estoy disgustado conmigo mismo, y el maestro, mi padre y mi madre están descontentos de mí. Ni siquiera siento el gusto de antes por divertirme, cuando trabajaba con entusiasmo y luego saltaba de la mesa y me iba corriendo a jugar, lleno de alegría, (…) Es como si hubiera una sombra en mi espíritu, una voz interior que me dice de continuo: “Así no puede ser”

Históricamente en el desarrollo de la humanidad el niño ha sido desprovisto de protagonismo. Esto responde a características propias de la infancia: la personalidad se encuentra en un proceso de desarrollo y no adquiere estabilidad hasta la entrada en la juventud. Por ello el pensamiento, el lenguaje y el resto de los procesos de la cognición así como la esfera emocional aún no permiten una capacidad plena de razonamiento y de responsabilidad por los actos propios. Los adultos son los encargados de guiar todos estos procesos de desarrollo, de estimularlos y dirigirlos, y en este sentido son ante la sociedad los responsables de sus hijos. El estado vela y exige por el cumplimiento adecuado de dicha responsabilidad.

Las consecuencias naturales que se derivan de la tutela necesaria de los padres es el hecho de que se elimine por completo la posibilidad de protagonismo por parte de los niños. Casi siempre con buena voluntad, aunque a veces no ocurre de este modo, los niños son llevados, traídos, vestidos, alimentados, atendidos en todos los sentidos posibles sin tomar en cuenta sus voces infantiles. Al obviar lo que ellos piensan y opinan se incurre, sin quererlo, en la desatención de necesidades importantes y en la suplantación de ellas por otras cuestiones, que según juzga el adulto, son las requeridas. Este fenómeno es llamado en la ciencia psicológica “la cosificación” del niño, el menor como objeto, como depositario pasivo de los manejos de los adultos. También en otro sentido puede entenderse por cosificación la sustitución de los lazos de afecto por regalos y objetos materiales; este proceso transcurre de forma indiscriminada, acrítica y sin reglas. 

El mundo moderno ofrece una mirada diferente a este problema. Hoy en día se aboga con fuerza por el respeto a los derechos de niños y niñas, partiendo de que en primera instancia la infancia debe conocer estos derechos y reclamar su cumplimiento. Tampoco los padres de la actualidad somos los mismos; los niños son mucho “más escuchados” que antes, si bien queda mucho por andar en este camino. ¿Qué padre o madre de hoy no ha escuchado decir de una persona mayor (los propios abuelos o algún otro pariente de edad avanzada)?: “Antes no se hablaba tanto…lo que el padre decía era santa palabra, estos niños de hoy tienen muchas leyes”.

Si todas las madres y los padres conocieran los múltiples beneficios de otorgarles mayor protagonismo a los niños, de seguro serían sus mejores potenciadores. De ahí la importancia de divulgar lo que ya se sabe en esta materia. 

Protagonizar es sinónimo de actuar, de participar. Y para que un niño sea activo y participe de la dinámica familiar, los padres deben desechar de antemano la tendencia a sobreproteger, la cual limita las posibilidades de desempeño de los pequeños actores. Hay que saber ofrecer libertades de acuerdo a la edad y las capacidades inherentes a la misma. No es lo mismo responder al reclamo de “!Yo solo puedo!” propio de los tres años del similar pero diferente “!Ya no soy un niño!” del adolescente. No es lo mismo dejar que se vista y coma solo aunque las primeras veces ponga ambos pies en el mismo hueco del pantalón o derrame comida por doquier, a permitir que salga con sus amistades y regrese a medianoche. De lo anterior se desprende que no es tarea sencilla evaluar en cada momento qué es lo más conveniente en aras de estimular la independencia y autonomía. Puede servir de orientación el conocer cuáles son las características psicológicas de cada período etáreo. (Se anexa un breve resumen al final del texto)

Por otro lado, desde el inicio debe encontrarse un punto de balance entre los derechos, aquello que el niño percibe como necesidad y patentiza en reclamos, con los deberes, todo lo que él debe hacer y cumplir para merecer determinado trato y flexibilidad. Esta necesaria correspondencia entre deberes y derechos a veces no existe. En algunos casos los padres exigen el ajuste a pautas comportamentales de diversa índole pero no “escuchan” los criterios del niño. Este estilo autoritario es poco estimulante, puede ser que al niño no sienta el deseo de cooperar ya que en definitiva las cosas nunca serán como él quisiera. En otras ocasiones, los hijos viven en un mundo de “regalías”, de comodidades de todo tipo, por aquello de “para mi hijo lo mejor siempre, que no sufra lo que yo sufrí” o “¿Para qué lo tuve, sino es para darle todos los gustos?”. Gran error. Aquel que no recibe en correspondencia con el buen comportamiento, a quien como dice la frase común “todo le cae del cielo”, no conoce del sacrificio y del esfuerzo, nunca tendrá la posibilidad de entrenar su voluntad, su persistencia, no aprende nunca a esforzarse, a hacer también por los otros y no solo por sí mismo, no se empeña en nada y por tanto no triunfa. Esos niños pueden tener por delante un camino de frustraciones personales.  

En la consulta recomendamos que padres e hijos se reúnan y realicen el siguiente ejercicio. En una hoja en blanco se traza una línea vertical, de un lado se colocarán los derechos: todo aquello que en atención a su condición de infante y en relación con su edad el niño merece y debe tomarse en cuenta con seriedad por parte de la familia. El menor puede ir mencionando cuáles son estos derechos: por ejemplo al afecto, a la protección, a la diversión, a la satisfacción de necesidades básicas como apetito, sueño, entre otras muchas. En este momento puede sacarse en claro si el niño está considerando un derecho algo que realmente no lo es, porque no le corresponde todavía por la edad psicológica o porque no se corresponde con los valores que se desea que él llegue a poseer. Por ejemplo “tener cualquier cosa que desee y hacer cualquier cosa para obtenerlo.” Debe aprovecharse la reunión familiar y clarificar estos aspectos de desacuerdo. “No es un derecho tuyo tener cualquier cosa que desees porque no se puede tener todo lo que deseamos. Mucho menos se puede acudir a cualquier recurso para obtener lo que queremos.” Del otro lado de la hoja se colocan los deberes del niño: todo lo relacionado con la escuela, las tareas que en la casa debe realizar para apoyar a la familia, el cuidado de sus cosas, su higiene, el cumplimiento de sus horarios y todo lo que de conjunto se considere necesario dejar planteado en este aspecto. Por último debe dejarse bien claro e insistir en que ambas elementos, la columna de los deberes y la de los derechos guardan una estrecha relación: no se puede exigir derechos sino no hay una debida atención a los deberes. Así mismo, el niño que cumple con sus deberes puede reclamar, con toda razón, que se propicie la satisfacción de sus derechos.

Por eso es bueno insistir en que cuando hablamos de protagonismo se trata de un protagonismo responsable, no es dejar que el niño haga lo que quiera, es más bien: “Según te comportas tú haces valer tu voz. Yo entonces te tomo en cuenta y correspondo a tus necesidades”. Según este principio, en la consulta, un niño ha cambiado de comportamiento de forma favorable solamente con permitirle expresar lo que él piensa, lo que opina de las “quejas” que han dado sus padres. Y es que al escucharlos se elimina la posibilidad de que se mantengan al margen de estrategias en las que no se tomó en cuenta su criterio. Al escucharlos se sienten comprometidos y responsables de la solución del problema. 

“Es como si la escuela fuera mi problema, yo sé que él puede hacer bien sus deberes pero no lo hace”- dice la mamá de un niño de 10 años. Cuando indagamos, el escolar tenía una actitud completamente pasiva y desentendida del estudio; la madre era la que se preocupaba por las tareas, se pasaba largas horas diarias sentada con él, con sus libros y libretas. Conversando los tres vimos que efectivamente la escuela era problema de ella y no del hijo. El niño, cuando pudo hablar, dijo que él podía ocuparse de todo sin problemas pero que como su mamá cogía tanta lucha, él la dejaba que lo guiara para que estuviera tranquila. En realidad, él se esforzaba en hacer mal las tareas y demorarse ya que de esta forma insana, castigaba a su mamá por no permitirle expresar sus reclamos. Se reajustaron los deberes y derechos, se aclaró para ambas partes que con 10 años un niño no necesita tanto tutelaje y todo comenzó poco a poco a tomar su curso.  

En resumen, es importante desde que los niños son pequeños aún, comenzar a ofrecerles la posibilidad de un protagonismo que los hará independientes y los formará en el camino de la responsabilidad personal. Desde los tres años los niños comienzan a hacer notar sus deseos de independencia y autonomía. Este proceso debe marchar de acuerdo a las necesidades y capacidades propias de cada edad psicológica. Se debe realizar un balance equilibrado de los deberes y derechos infantiles y velar por el cumplimiento de ellos. El desarrollo de la voluntad y la responsabilidad recibirán muchos beneficios.

Padres

  • Plantearse la necesidad de conocer las características psicológicas de las edades en la que se encuentran los hijos. (ver una breve referencia en los anexos)
  • En correspondencia con ello, otorgar niveles de independencia y autonomía. 
  • Hacer valer los criterios y opiniones del niño. Escucharlos, incluso los más pequeños pueden hacer razonamientos sorprendentemente lógicos e interesantes.
  • Definir los derechos y deberes del niño. Debe existir un balance entre ellos. Tienes derechos en tanto cumples con tus deberes. (sugerimos realizar en reunión familiar el ejercicio de la hoja dividida)
  • Estimular un protagonismo responsable. No se trata de que ellos manden y hagan lo que quieran. Se trata de tomarlos en cuenta para comprometerlos en las estrategias educativas que se empleen.

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SicologiaSinP.com - Roxanne Castellanos Cabrera

Licenciada en Psicología

Lic. en Psicología (2001) Máster en Psicología Clínica (2008) Doctora en Ciencias Psicológicas (2017) Profesora Titular de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana. Compiladora y autora de "Psicología. Selección de Textos", Editorial Félix Varela (2003), autora de "Los niños, la Escuela y otros temas. Sugerencias para padres y maestros", Editorial José Martí (2016). Investiga en temas de bienestar psicológico infantil. Directora del Centro de Orientación y Atención Psicológica (COAP) de la Facultad de Psicología, de la Universidad de La Habana. [...]