Carmen llega con su sobrina a la primera entrevista de su tratamiento, pero en esa oportunidad no habla. Su sobrina cuenta que Carmen tiene 70 años y le han diagnosticado metástasis de píloro, inoperable, agregando que hace 3 años luchó contra un cáncer de mama. Pero esta vez luego de la primera sesión de quimioterapia se niega a concurrir a la segunda. Debido a ello el equipo de oncología le ha indicado terapia psicológica.
Carmen escucha sentada mirando hacia abajo. Niega tener algo para decir.
Ante la insistencia de la sobrina se dice que si bien lo que se sabe es que Carmen no ha querido recibir la segunda sesión de quimioterapia, no se sabe que decisión ha tomado. Se agrega que Carmen tiene derecho a elegir con una adecuada información, tratarse o no, como también qué tipo de tratamiento, además que otro de sus derechos es solicitar atención y tratamiento para el dolor como para los efectos colaterales que los medicamentos pueden traer. Se le ofrece confirmar en unos días si quiere o no otra entrevista.
Carmen confirma. En la segunda entrevista cuenta que ha visitado al oncólogo para informarse y que han convenido en realizar una segunda sesión de quimio agregando medicación paliativa para disminuir el dolor y para los efectos secundarios. Refiere que le es muy difícil expresarse ante el médico.
Dice estar muy cansada y adjudica el cansancio a la enfermedad de base pero también cuenta que no duerme y que no puede comer por la especificidad de su caso, ha bajado 15 kilos. Puede además hablar acerca de las sensaciones al ver un plato de comida (plenitud, asco) y describe su malestar. Se pide entonces al equipo médico tratante interconsulta con nutrición y se informa su no dormir y el tipo de dolor referido.
El equipo no la deriva a nutricionista, le entregan una lista de alimentación y le agregan un psicofármaco. Se trabaja con la lista en la sesión. Se combinan los alimentos planeando posibles recetas. Se habla de sabores, colores, olores, surgen recuerdos e historias. Se le sugiere porciones pequeñas pero con frecuencia corta.
Carmen cuenta con vergüenza que le preocupa su pelo, que todos le dicen que es lo menos importante pero que no puede pensarse con pañuelo en la calle. En la sesión se arman posibilidades de búsqueda de pelucas, gorros, también de maquillaje y de crema apropiada para las lesiones en manos. Se usa google, se evalúan las distancias y los costos. Consigue luego una peluca con un corte similar, además de un gorro que le resulta “vivo” y “gracioso”.
Pide hablar de la palabra “quimioterapia”, aclara que no puede no pensar en muerte cuando se la menciona. La analista la repite haciendo una pausa luego de quimio, quimio – terapia y agrega es una terapia, un tratamiento para curar.
Su sueño ha mejorado pero una pesadilla recurrente la despierta, una pesadilla que se ha instalado con la confirmación de la metástasis y que trae un recuerdo de su pubertad, nunca compartido ni dicho. A sus 13 años fue abusada por tío materno. La analizante despliega su relato y se pregunta si ese miedo, si ese asco ha quedado en su organismo y ha producido la enfermedad agregando ¿Yo fui su causa?. La analista dice: ese hecho fue un delito por parte del adulto, el asco y el miedo impidieron la reiteración, fueron límite y cuidado Eso mudo se ha hecho sueño, se ha hecho relato, historia. Carmen en otro momento puede hablar del alivio de perder la causa. Al decir de Blanchot, algo les pasa a los “personajes” de lo que no se pueden rehacer más que deshaciéndose de su poder de decir yo.
El tratamiento médico no ha dado resultado, lo que no ha impedido que Carmen haya ido al cine, recuperado algo de su peso y disfrutado charlas con amigas en bares del barrio. La insistencia la de grieta orgánica no se ha espejado en el cuerpo y entonces aún hubo hacer.
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