Todo lo que necesitas saber sobre el proceso de duelo

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Psicología Clínica

Perdemos no solo a través de la muerte sino también siendo abandonados, cambiando, siguiendo adelante. Nuestras pérdidas incluyen también las renuncias conscientes o inconscientes de nuestros sueños románticos, la cancelación de nuestras esperanzas irrealizables, nuestras ilusiones de libertad, de poder y de seguridad, así como la pérdida de nuestra juventud, aquella irreverente individualidad que se creía para siempre ajena a las arrugas, invulnerable e inmortal.

Jorge Bucay, el camino de las lágrimas.

 

Todos, a lo largo de nuestra existencia perdemos, perdemos algo o a alguien. Y es este sentido de pertenencia atribuido a lo que se pierde, el origen del dolor.

Partiendo de los conceptos más simples de pérdida se tiene que esta representa la falta o ausencia de algo que se tenía, ya sea física o simbólicamente.

Estas pérdidas nos acompañaran a lo largo de muestras vidas; perdemos seres queridos, trabajos, amigos, mascotas, incluso la salud y la juventud. Este transcurrir tiende a ser doloroso pero nos ayuda a crecer también, y para lograrlo se requiere un proceso de aceptación de la realidad.

Este proceso se conoce como elaboración de duelo, es una respuesta adaptativa ante una pérdida, y depende de cada individuo. La palabra duelo, se origina del dolor y éste deriva del latín doleré, que significa sufrir. Se tiene entonces que el proceso del duelo no es otra cosa sino un trabajo doloroso, el trabajo de aceptar la nueva realidad.

Las personas necesitamos hacer duelo por muchas razones: la muerte o ausencia de un ser querido, divorcio o término de las relaciones, incluidos los amigos, cambios en la rutina y/o etapas de vida (cambios de residencia, escuela, jubilación, etc.), pérdida de la salud, pérdida de un trabajo, etc.

No estamos preparados para el dolor ni la pérdida, hemos introyectado dentro de nosotros que las pérdidas no son buenas, se nos ha inculcado el querer siempre ganar, y perder va en contra. No es lo que se pierde el origen de nuestro sufrimiento, sino el apego a aquello que se va. No sufro por lo que no está, sino por lo que no tengo.

Nos cuesta desprendernos de aquello que consideramos nuestro, ¿cómo renunciar entonces? Así me veo obligado a renunciar a algo que hubiera preferido seguir teniendo, y esto es algo inevitable, todos atravesamos por diversas pérdidas, toda la vida, algunas son más significativas que otras, pero siempre estaremos encontrándonos ante estas situaciones.

¿Qué hacer entonces para evitar el dolor? Nada, el dolor es inevitable, pues es parte de la experiencia de vida, y solo a través de la experiencia se crece, se transforma, se avanza. Así que si esperabas no sentir dolor, creo que tu búsqueda será extensa y sin resultados.

Afortunadamente, aunque el dolor es inevitable, existe algo que nos puede hacer menos doloroso el desprendernos, esto es evitar el apego a lo que ya no está, a lo que ya no es.

Como mencioné anteriormente, el proceso de duelo es un trabajo para aceptar la realidad, y dentro de este trabajo, Según lo describe Elisabeth Kϋbler-Ross se formulan 5 etapas, estas son:

Negación:

Ante una pérdida este primer mecanismo de defensa, trata de postergar el impacto del acontecimiento ante la realidad con posturas de “esto no está sucediendo, no quiero, es un error, todo está bien” en esta etapa se pretende ganar tiempo, para asumir la realidad desde una postura distante que permita amortiguar la forma tan abrupta en que el hecho trasciende la realidad.

Negociación:

Se ha tomado consciencia de la realidad pero se busca negociar con la vida, Dios, etc. para evitar lo inaceptable. De alguna forma se cree que puede existir un cambio de ciertas conductas, a cambio de evitar la realidad. “lo haré mejor, me cuidaré, seré mejor persona, voy a enmendar mis errores, voy a cambiar”

Depresión:

Cuando nada de lo que se ha intentado funciona para cambiar la realidad, se entra en un estado de angustia, de desolación, donde se percibe a mayor consciencia lo ocurrido, donde la fantasía se aterriza a la realidad.

Ira:

Los sentimientos comienzan a manifestarse cuando no se ha obtenido la respuesta que se espera, surgen preguntas de los “porqués”  y con ellas los sentimientos de enojo, odio y rencor con las personas, con la vida, con Dios. Hay estallidos de cólera, se buscan culpables y la manifestación de coraje se hace evidente contra los demás.

Aceptación:

Finalmente se han logrado resolver los asuntos inconclusos, se ha sacado el enojo. Se aterriza a una realidad que no puede ser cambiada ni negociada, se acepta lo sucedido, se establecen evaluaciones y balances, y se da paso a la posibilidad de un futuro sin lo que se ha perdido, se aceptan los cambios.

Estas etapas no se dan en un orden específico, y la duración de cada una es variable, puede ser también que durante este proceso existan regresiones a alguna etapa que ya se pasó o que se repitan algunas o incluso no todas se manifiesten.

Algunos consejos prácticos para sobrellevar el duelo indican:

  • Aceptar el proceso de duelo, junto con lo que esto conlleva, no trates de evitar el sentimiento.
  • Comunica lo que sientes, llora, desahógate y no te hagas el “fuerte”.
  • Rodéate de gente que sea de tu confianza y te apoye.
  • Evita sobreocuparte, pues haciendo esto solo estarás huyendo.
  • No descuides tu persona, pues eres lo más importante que tienes.
  • Tómate tu tiempo, no trates de apresurar a “sentirte bien”, busca un grupo de apoyo.

Si bien, se estima que el tiempo que dura el proceso de duelo es de 1 a 2 años, aunque en algunos casos después de recuperarse pueden existir síntomas residuales. Cuando la persona, ha sobrepasado este periodo de tiempo, presenta negativa para continuar con la vida propia, ideación intrusiva sobre la persona ausente, no logra aceptar la pérdida, y los sentimientos predominantes son de soledad, ira y mucha tristeza generando actitudes evitativas, podemos hablar de un duelo complicado (patológico), según lo define Horowitz (1980), como aquel cuya intensificación llega al nivel en el que la persona está desbordada, recurre a conductas desadaptativas o permanece inacabablemente en este estado sin avanzar en el proceso de duelo hacia su resolución.

Se pueden identificar varios tipos de duelos:

Duelo crónico: cuya duración es excesiva, no se llega  a una conclusión satisfactoria y la persona que la padece es consciente que no logra cerrarlo.

Duelo pospuesto: o retrasado, en este caso la persona no muestra reacción en el momento, este aplazamiento puede ser por la falta de apoyo social, la necesidad de mostrarse fuerte por alguien más, o por sentirse abrumado. Los síntomas pueden manifestarse de forma desproporcionada a la pérdida después de cierto tiempo.

Duelo exagerado: la persona experimenta los síntomas de un duelo normal de forma intensificada, se siente desbordada y recurre a conductas desadaptativas. Depresión, abuso de sustancias alcohólicas, ansiedad, entre otras.

Duelo enmascarado: la persona experimenta síntomas físicos (enfermedades psicosomáticas) o conductas desadaptativas que le causan dificultad, pero es incapaz de reconocer que éstas se relacionan con la pérdida.

Existen múltiples factores que influyen a que se presenten este tipo de duelo, por ejemplo:

Condiciones de la muerte o suceso: súbitas, inesperadas, catastróficas.

Vínculo o cercanía con la persona ausente.

Necesidades y dependencias hacia lo que ya no está.

Multiples pérdidas o pérdidas acumuldas, si éstas suceden durante el mismo periodo de tiempo o si se han tenido pérdidas anteriores.

Variables de personalidad y de salud mental, si se han tenido complicaciones previas, tendencias patológicas, etc.

Familia y apoyo social precario y/o inadecuado, crean condiciones de aislamiento o en caso contrario la convivencia en ambientes sobreprotectores que evitan el dolor.

Situación económica, cuando la pérdida representa una afectación en cuanto a ingresos.

Algunos predictores que ayudan a identificar personas en riesgo de presentar un duelo patológico o complicado según estudios De Miguel y López (2007) son:

Personales:

  • Etapa de vida: juventud-ancianidad.
  • Abuso de sustancias psicotrópicas, legales e ilegales.
  • Duelos anteriores no resueltos.
  • Escases de aficiones e intereses.
  • Negación de necesidades afectivas.
  • Falta de recursos emocionales para hacer frente a la situación.
  • Baja autoestima.

Relacionales:

  • Relaciones dependientes.
  • Relaciones conflictivas.

Circunstanciales:

  • La forma en que se da la separación o pérdida.
  • Múltiples pérdidas.
  • Acumulación de eventos vitales estresantes en el sujeto.
  • Duración de la enfermedad y agonía (en caso de separación por fallecimiento).
  • Recuerdo doloroso del proceso.

Sociales:

  • Personas que viven solas.
  • Ausencia de red de apoyo.
  • Recursos socioeconómicos escasos.
  • Conflictividad laboral.
  • Proyecto vital interrumpido.

Entre las estrategias no psicoanalíticas más empleadas para este tipo duelo se encuentra la terapia interpersonal, ésta postula que el desarrollo y mantenimiento de algunas patologías ocurren en un contexto social e interpersonal, y que su inicio está influido por las relaciones interpersonales entre el  paciente y sus personas más cercanas y significativas. La terapia se centra en cómo el paciente comunica sus necesidades y cómo fortalece su red de apoyo.

Las generalidades de la terapia interpersonal son:

  • Dirigida hacia las interacciones interpersonales.
  • Centrada en expectativas de roles y disputas frente a conflictos internos y deseos.
  • Explora la transición del aquí y el ahora.
  • No descarta el uso de antidepresivos de forma concomitante.
  • Tiempo limitado de 14 a 18 semanas.

 

El duelo es un proceso por el que todos pasamos, atravesarlo conscientemente no evitará que sufras, pero hará que no te quedes estancado con los estragos de los apegos.

Porque, ¿cómo podrías renacer sin haberte convertido en cenizas?

Nietzche, Así habló Zaratustra

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