Existe una relación entre la obesidad y la pobreza – Entrevista a Raquel Lobatón 2da parte

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Entrevistas, Psicoanálisis

En el número anterior, Raquel nos habló sobre el modelo de Alimentación intuitiva y la industria de las dietas. El mito de que ser delgado es siempre lo óptimo para la salud y muchos otros conceptos revolucionarios.

En esta segunda parte, Raquel nos habla de la situación en Latinoamérica y coincide en algunos puntos con lo que hace un tiempo decíamos en la serie “La Epidemia de Obesidad: Lo que la medicina no puede ver”.

Según Raquel, que ha estudiado a fondo el tema, existe una relación muy clara entre la obesidad, la pobreza y la discriminación que sufren las personas con obesidad. Escuchamos lo que nos dijo a continuación.

SG: -Hace un tiempo Adela Cortina dijo que no existía el odio a los inmigrantes, sino el odio a los pobres. Ya que el inmigrante que tiene dinero no causa malestar. Yo algo que vengo pensando mucho a partir eso y a partir de todo este movimiento de gordofobia y habiendo visto como es en Latinoamérica la división entre ricos y pobres…De hecho Patricia Aguirre tiene un libro que se llama “Flacos Ricos, Gordos Pobres” (allí analiza toda la fragilidad alimentaria inherente a la pobreza y como eso fue agudizándose en los años 90 acá en Argentina). Bueno, teniendo todo eso en cuenta yo pensaba, que mucho de la gordofobia también es aporafobia (aporafobia es odio a los pobres). En siglos anteriores, la persona gorda era la que podía acceder a alimentos refinados que eran caros. Entonces era visto como algo bueno, como algo asociado al poder. Lo mismo que la raza,  ¿por qué la raza blanca y los atributos blancos nos parecen más lindos? Porque son los atributos de las personas que tienen poder ¿Pensás que la gordofobia pueda venir un poco por ahí también? ¿Es decir que las personas gordas son rechazadas porque se las asocia con un cuerpo pobre?

RL: Por supuesto que hay una relación importante en esto, 100%  ¿Por qué? Cuando la gordura era símbolo de opulencia, la gordura era aspiracional. Porque denotaba poder. Hoy son  las clases bajas son las que padecen más inseguridad alimentaria, son las que  inguieren más de alimentos industrializados que son más baratos y  que requieren menos tiempo de preparación, etcétera, esto se da más en poblaciones marginadas que no tienen otras posibilidades, este acceso de comprar frutas, verduras, alimentos frescos. La mayoría de las personas que no comen frutas y verduras no es porque no quieran comerlas, es porque no les alcanza. O porque no les alcanza el tiempo para prepararlas, etcétera. Entonces, hoy que la delgadez es más difícil de alcanzar, es una forma de diferenciarnos de los pobres. La mujer blanca que tiene tiempo de ir a un gimnasio a ejercitarse, puede tener estos cuerpos normativos y se diferencia de las poblaciones pobres.

 Entonces completamente hay ahí un asunto de clases ¿no? Y toda esta nueva “moda” de salutismo que nos dicta que debemos alimentarnos de estos “superfoods”, “superalimentos”. Estas  son puras cuestiones mercadológicas nada más y puro negocio, ya que son alimentos sumamente caros. Es también otra forma de diferenciarnos ¿no? Es una visión de la salud sumamente elitista que hace una clara distinción entre ricos y pobres.

SG: En un chat que te escuché la otra vez hablabas de las peleas con otros profesionales, para sostener esto que mencionabas anteriormente de dejar que las necesidades de la persona sean las que guíen sus decisiones acerca de la comida. 

Lo relacioné con algo que me pasó con una pacientita de 5 años que no podía defecar y la pediatra le dijo a la madre que la oblicagara a sentarse hasta lograrlo. Yo me “rebelé” y le dije que por una semana nadie le dijera nada al respecto. Obviamente la nena naturalmente fue de cuerpo.  

Por lo que escuché en relación a la alimentación este paradigma de lo obligatorio es muy común. ¿Nos contarías un poco sobre esto?

RL: Todos nacemos siendo comedores intuitivos, es decir, todos los bebés tienen muy claras sus señales de hambre y saciedad. Cuando un lactante llora, no hay manera de calmarlo con otra cosa y es muy difícil sobrealimentarlo, cuando está satisfecho ya no come más. Y las mamás y los papás tienden a confiar mucho en estas señales cuando son lactantes. Es decir ninguna madre duda y a media tetada le dice “no ya comió mucho” o forzarlo a comer demás cuando ya acabó. Confiamos plenamente en que lo que comió era lo que necesitaba.  Y conforme van creciendo, siguen siendo comedores intuitivos. 

Pero los padres comenzamos a desconfiar de estas señales de los niños, los empezamos a hacer desconfiar de sus propias señales ¿qué quiere decir? Una mamá que le dice al niño, cuando el niño dice “ya me llené” y la mamá le dice “no puede ser, no comiste nada, come un poco más y ya”. Entonces el niño dice: “Espérame entonces ¿esto no es saciedad?¿tengo que comer más?” Entonces empieza a desconfiar de sus señales de saciedad. O al revés, el niño que dice: “Tengo hambre” y la mamá dice “no puede ser, acabas de comer” y entonces el niño empieza a decir “Oye, entonces esto no es hambre o debo bloquear esta hambre”, entonces van creciendo y entonces se complica más. 

Entonces llega la cultura de las dietas a complicar nuestra vida. ¿Por qué? Porque esta creencia de que solo los cuerpos delgados son buenos, nos hace creer que debemos restringir nuestra alimentación y comer menos de lo que requiere el cuerpo con tal de alcanzar esa delgadez. Y cuando empezamos a hacer dieta, evidentemente las primeras cosas que pasan es que empezamos a ignorar esas señales de hambre y saciedad.

 ¿Por qué? Porque si te quedas con hambre cuando estás a dieta, te suelen decir “ay no puede ser hambre, debe ser sed. Tómate un café, échate un vaso de agua. Cómete unos pepinos” Es como decir “engaña a tu cuerpo, engaña esa señal primitiva de superviencia de tu cuerpo”. Entonces te  empiezas a desconectar, empezamos a vivir de la cabeza para arriba sin escuchar lo que pasa adentro de tu cuerpo y desconfiando. Cuando la nutricionista te dijo que lo que te tocaba cenar eran dos ramas de apio con dos rebanadas de queso, te quedas con hambre y dices: “no no puede ser hambre, ella me dijo que esto era suficiente”, entonces empiezo a bloquear esta hambre, me desconecto. Y hoy en día muchísimos de mis pacientes ya ni siquiera saben cómo sienten el hambre y la saciedad. 

Porque han estado acostumbrados tantos años a comer en base a reglas externas, a un “menú” que le da un (entrecomillas)”experto”, como si alguien pudiera ser más experto en nuestro cuerpo que nosotros mismos. Alguien que nos dicte qué cuánto y qué horas comerlo. Entonces seguimos estas reglas externas y nos desconectamos de nuestra sabiduría interna. 

Entonces estas personas muchas veces ya están completamente desconectadas, no saben cuándo tienen hambre, no saben cuándo se llenan. Bueno, es un proceso de re-entrenamiento. Se puede reaprender, hay ejercicios, hay mucha toma de conciencia, comer con atención plena, hacer pausas a la mitad para monitorear el cuerpo y ver cómo se va sintiendo poco a poco con el alimento y poco a poco van despertando estas señales, y va la persona identificándolas y no solo son señales corporales, a veces tiene que ver con emociones, pensamientos. 

Muchas veces el hambre la conectan más que con una sensación corporal con un pensamiento recurrente de comida, o lo conectan con una sensación de mal humor. Entonces, es como volver a escuchar todas estas señales. Para volver a entender cuándo tenemos hambre y cuándo estamos satisfechos. Hay a quienes les es más fácil y hay a quienes les toma más tiempo.

SG: ¿Alguna vez un médico te increpó por no darle a su paciente la dieta que supuestamente necesita?

RL: Pues mira no tengo tanto trato directo con médicos, muchos me han dejado de mandar pacientes. Un médico, por ejemplo que me mandaba montones de pacientes, me los dejó de mandar. E incluso me enteré, porque le dijo a alguien más, que era una lástima. Que yo era una muy buena nutrióloga, pero que no me iba a mandar más pacientes, porque yo le estaba diciendo a la gente (simplificando el mensaje) que se quede gorda. Ese es uno. 

Alguna otra vez, tuve una conversación con un médico ortopedista, con relación a una adolescente. Que de verdad, ni siquiera tenía un cuerpo grande. Era una adolescente estándar. Y él decía que tenía un problema de rodilla la niña y que si no bajaba de peso su problema no se iba a solucionar. Y estuve con él en el teléfono tratando de explicarle un montón de tiempo, no nada más no era factible que la niña bajara de peso, sino que no era recomendable que la estábamos metiendo en una situación de riesgo podría engancharla en trastornos alimentarios. La niña ya traía una insatisfacción corporal grande, ya traía una mala relación con la comida. 

Pero no están dispuestos ni a oír.  Desde esta parte también desde la autoridad médica. También desde este patriarcado de “yo soy mujer ellos son hombres”. El poder que da la bata blanca a un hombre médico sobre una nutrióloga mujer. Por supuesto, que los médicos no tienen confianza en esto. No es que se metan directamente conmigo, pero muchos de ellos están inconformes con mi enfoque, yo por suerte ya tengo un endocrinólogo, un ginecólogo a quienes puedo referir pacientes de forma segura. Lo que yo hice fue al revés, yo les hablo y les digo: “Mira te quiero referir un paciente, pero estas son mis reglas. Básicamente son personas que han sido muy maltratadas por la comunidad médica. Y quieren ir a verte pero necesito un abordaje no centrado en el peso. Que si lo van a medir, no les digan su peso,  que no hagan comentarios sobre su peso y que se aboquen a entender al paciente por el padecimiento que trae. Y como yo los estoy refiriendo es como la condición para que les siga refiriendo pacientes. Eso sí me ha funcionado bien. 

Con psicólogas también es un rollo, también es difícil encontrar psicólogas en esta línea, la mayoría son saboteadoras.  Tengo una paciente cuya psicóloga que le dijo que “con ese peso nunca se va a casar”.

SG:-Qué desastre la intervención de esa psicóloga.

RL: Sí, terrible.

SG: -Mencionaste al endocrinólogo, ¿cómo trabajás con personas diabéticas, por ejemplo? ¿No hay riesgos de un pico de azúcar si comen lo que les gusta?

RL: Es importante aclarar que quienes trabajamos con este enfoque seguimos trabajando con lo que se llama terapia médico nutricional. Un paciente que tiene una patología específica, le damos el abordaje que requiere en base a su patología. Pero la diferencia es: este no está centrado en bajar de peso y no está centrado en la restricción. Evidentemente el diabético va a tener que controlar un poco la cantidad de carbohidratos que come, o le vamos a dar tips para que esos carbohidratos se absorban de una manera más lenta acompañándolos de fibra o de grasa o de proteína. Pero la diferencia es que el tratamiento no está centrado en que el paciente baje de peso. Está centrado en que normalice sus glucemias. Eso puede pasar sin que el paciente baje de peso. Necesitamos también ejercicio que mejora la resistencia a la insulina. Por supuesto que hay cierto control de azúcares simples, se le recomienda que meta más fibra que meta más hidratos complejos, verduras. Eso no quiere decir que haya una dieta restrictiva.

No se pierdan el próximo capítulo de la entrevista donde Raquel nos hablará de Raza, Género, clases discriminadas y su relación con la obesidad. Les esperamos.

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SicologiaSinP.com - Silvia Golubizky

Lic. en Psicóloga. Especializada en Género y Desarrollo

Columnista de paramujeres.com.ar, ejerce como Psicóloga Clínica de niños, adolescentes y adultos. Su área de trabajo es la clínica psicoanalítica. Recientemente obtuvo un diplomado en Género y Desarrollo. Ha dictado talleres, seminarios y conferencias en Tucumán, Buenos Aires y Santa Cruz, en Argentina. En el exterior Santiago de Chile, Washington y Miami. Desde su web difunde trabajos de psicoanálisis y comparte información sobre la violencia de género y la salud mental. [...]