Algunos acontecimientos que pueden alterar la vida de los niños. (Las pérdidas físicas y/o emocionales)

perdidas

Psicología Clínica

Lamentablemente en ocasiones las familias experimentan pérdidas físicas y/o emocionales, las cuales acarrean que paralelamente al proceso natural de duelo de los adultos, se hace necesario conducir y apoyar el duelo de los niños.

Son diversas las situaciones de esta naturaleza: la muerte de un miembro de la familia que puede haber sido una importante figura afectiva, por ejemplo alguno de los padres, un abuelo, etc; el abandono de uno de los padres ante una situación de divorcio o una salida imprevista del país; las salidas del territorio nacional de diversa índole, viajes largos, misiones de cooperación internacionalista, cambios permanentes de residencia y nacionalidad, las ausencias prolongadas por reclusión penitenciaria, entre otros. Todos estos casos tienen un denominador común: una fuente importante de gratificación de necesidades psicológicas ha dejado de estar presente transitoria o permanentemente.

La familia debe saber que los niños expresan la tristeza de un modo diferente a la de los adultos, no suelen llorar frecuentemente ni perder la voluntad de seguir la rutina normal de actividades como resultado de un estado depresivo. En los pequeños, la pérdida repercute en diferentes cambios de la conducta: ansiedad, intranquilidad o por el contrario inhibición o retraimiento, aumento o pérdida del apetito, trastornos del sueño, orinarse en la cama entre otras tantas señales, las cuales pueden darse también ante cualquier otro problema de índole emocional. En general es importante prestar atención a los cambios de comportamientos, o sea que el niño comience a comportarse de alguna manera diferente a lo habitual. 

Por otro lado, los niños se afectan en mayor o menor medida en correspondencia con criterios que parecen más de tipo prácticos que sentimentales. O sea, en el momento en que las necesidades del menor comiencen a estar insatisfechas como resultado de una ausencia, ahí aparecerán los síntomas de displacer. Si por el contrario la familia logra una rápida reestructuración y otra figura, preferiblemente de significación afectiva para el niño, comienza a dar respuesta a sus necesidades y rutinas habituales, el pequeño tendrá mejores posibilidades de recuperarse de un modo rápido y efectivo. 

También por esta característica pragmática del pensamiento infantil, los niños pueden hacer muchas preguntas y comentarios que pueden llegar a resultar dolorosas y/o difíciles, para el resto de la familia. A veces protestan porque los dejaron solos o hasta intentan buscarle “un novio” o “una novia” a la madre o el padre que enviudó. Ante las preguntas deben buscarse soluciones sencillas y claras, sin pretender en la respuesta brindar una exhaustividad que el niño no solicitó. 

En los casos en que la figura está ausente por encontrarse en otro país o lugar distante, se debe insistir en mantener algún tipo de vínculo, del que niño pueda hacer uso, por ejemplo correspondencia postal o electrónica y otras vías similares. El objetivo es atenuar el sentimiento de que ya la persona nunca está y no forma parte de su vida, en el peor de los casos que el niño no experimente un abandono por parte de ese miembro importante de la familia.

Los adultos no deben preocuparse excesivamente porque el niño no note que se encuentran afectados; a ellos se les debe explicar con naturalidad que la ausencia de la persona querida ocasiona tristeza y que en un tiempo las cosas se irán normalizando. Los niños pueden llorar por contagio o imitación, lo cual se considera normal y no debe ser motivo de alarma a menos que estas reacciones lleguen a ser muy frecuentes y comiencen a invadir todas las esferas en las que se desarrolla el niño, por ejemplo la escuela. 

El duelo psicológico en los niños presenta características particulares que la familia debe conocer. Durante los primeros meses después del evento es hasta cierto punto normal que los menores tengan cambios de comportamientos que pueden llegar hasta la aparición de síntomas. Una estrategia importante para atenuar la magnitud de la pérdida debe buscar, a través de otra miembro de la familia, la satisfacción de las necesidades y rutinas habituales que tenía a su cargo la persona ausente. Cuando se trate de una ausencia transitoria, debe propiciarse la existencia de alguna forma de vínculo (cartas, correos electrónicos, llamadas telefónicas, etc.)

Padres

  • Explicar la situación con claridad y sinceridad. No mentirle al niño.
  • Estar atentos a los cambios de comportamiento o aparición de sintomatología que puede estar expresando la afectación del niño. 
  • Introducir los cambios necesarios en la dinámica familiar para que los cuidados que le brindaba al niño la persona ausente no se queden desatendidos. 
  • Si la persona está en otro país o lugar distante del niño, buscar la forma de que se mantenga el contacto y la comunicación con el menor.
  • No preocuparse en exceso porque el niño note que los adultos están afectados. Explicarle que se sienten tristes y que poco a poco volverán a la normalidad.

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SicologiaSinP.com - Roxanne Castellanos Cabrera

Licenciada en Psicología

Lic. en Psicología (2001) Máster en Psicología Clínica (2008) Doctora en Ciencias Psicológicas (2017) Profesora Titular de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana. Compiladora y autora de "Psicología. Selección de Textos", Editorial Félix Varela (2003), autora de "Los niños, la Escuela y otros temas. Sugerencias para padres y maestros", Editorial José Martí (2016). Investiga en temas de bienestar psicológico infantil. Directora del Centro de Orientación y Atención Psicológica (COAP) de la Facultad de Psicología, de la Universidad de La Habana. [...]