¿Qué importancia tiene la autoestima en la edad escolar?

autoestima

Psicología Clínica

“- Precosi, te doy la medalla. Nadie es más digno que tú de llevarla. No la concedo solamente a tu inteligencia y a tus esfuerzos; la concedo también a tu corazón, a tu valor, a tu condición de hijo bueno y valeroso. ¿No es cierto- añadió, volviéndose a los alumnos- que también la merece por todo esto? – ¡Sí, sí!- respondieron todos a una. Precosi hizo un movimiento de garganta, como para tragar algo, y recorrió todos los bancos con una mirada dulcísima, que expresaba una gratitud inmensa.”

Corazón, Edmundo de Amicis

La autoestima puede ser entendida como la capacidad de aceptarse y quererse a sí mismo. Es un concepto de moda en la literatura psicológica y pedagógica, mucho se ha escrito ya sobre ella. Sin embargo muchas de las problemáticas que presentan los niños cuando son llevados a la consulta, siguen descansando en un desarrollo insuficiente de la misma. 

Ya anteriormente nos habíamos referido a este término, cuando hablamos de las malas consecuencias que traía casi siempre aparejada, la tendencia a catalogar a los niños de una u otra manera, más aún cuando esto se realiza delante del grupo escolar. 

La personalidad de todo individuo se asienta y edifica, por decirlo de alguna manera sobre dos tipos de procesos básicos: los del conocimiento o cognitivos y los afectivos o de las emociones. Históricamente la enseñanza le ha otorgado un papel preponderante al desarrollo de la cognición, fundamentalmente al pensamiento, la memoria, la atención y el lenguaje. Los maestros están permanentemente preocupados por la estimulación de estos procesos ya que de ellos depende en buena medida el aprendizaje de los alumnos. También los currículos o programas docentes enfatizan este aspecto. El desarrollo emocional y dentro de éste, la autoestima, son relegados a un segundo plano. 

Si los sistemas educacionales en sus programas le concedieran de manera real y no formal una mayor relevancia a los procesos de las emociones, los docentes podrían con seguridad trabajar de manera sistemática y con efectividad en la potenciación de la autoestima. Esta es una realidad que los padres deben conocer, los maestros no disponen de mucho tiempo ni espacio, por eso aún con cierta distancia de la escuela, la familia debe ayudar a sus hijos a aprender a autoestimarse y colaborar, de esta manera, con los docentes.

Las consecuencias de la baja autoestima son tan diversas como perjudiciales. Los escolares sienten que valen menos que sus coetáneos, que su desempeño siempre se encuentra por debajo de lo esperado, que su esfuerzo nunca será suficiente. Sienten que no son los hijos que sus padres deseaban y comienzan a tener dudas acerca de sí son realmente queridos por ellos. Son inseguros, tienen poca confianza en sí mismos, y no resisten perder. Una autoestima dañada también incide negativamente en los procesos de aprendizaje; el niño llega a estar tan convencido de que las cosas a él nunca le salen bien. Algo muy lamentable es que como consecuencia de la baja autoestima, la ejecutoria puede llegar a ser realmente deficiente existiendo las potencialidades para un buen desempeño.

La baja tolerancia a la frustración suele ser una queja frecuente en las consultas; padres y maestros refieren que los niños se irritan de un modo desmedido ante el más mínimo fracaso, por ejemplo si algo les sale mal por simple que esto sea, o si pierden en un juego. Las reacciones a la frustración pueden llegar a ser muy violentas. ¿Por qué ocurre esto? Mirémoslo del siguiente modo: Si mi valor depende de mis éxitos; y  mi  valor es poco…de ningún modo puedo permitirme no tener éxito. En cada frustración el niño siente cómo decrece su valía personal. 

Por la significación social de la escuela y las expectativas que la sociedad y la familia depositan en los niños una vez que son escolarizados, la autoestima va a verse estrechamente ligada al aprendizaje escolar. Con frecuencia los escolares que no alcanzan un buen rendimiento docente tienen mayores posibilidades de presentar dificultades en el desarrollo de una autoestima sólida y adecuada. 

A estos niños hay que apoyarlos no solo en lo relativo a sus procesos de aprendizaje, es muy importante que ellos aprendan a autoconocerse, a apreciar sus virtudes y cualidades y en correspondencia con ellos a autoapreciarse. 

Los padres deben ayudar a sus hijos a descubrir esos valores y cualidades que cada ser humano trae consigo. Son muchas las cosas que hacen valioso a un niño: ser honestos, laboriosos, solidarios, justos. También el hecho de ser un buen hijo, un buen hermano, un buen compañero. No siempre hay que tener grandes logros, sino que cada niño tiene un valor intrínseco que es importante destacar. 

Los escolares también desarrollan destrezas y habilidades: tener un desempeño especial en algún deporte, tener una habilidad manual determinada, jugar bien a alguna cosa, entre otros aspectos. Pero para que la autoestima se vea realmente favorecida, no basta con decirle al niño “tú eres bueno por esto…o tú eres bueno en esto”. Además el niño debe tener la posibilidad real de comprobarlo en su vida cotidiana; es en la acción donde el menor puede validar realmente su desempeño. Por eso es necesario que se les proporcionen esas oportunidades. Un niño restringido, sobreprotegido o con poco estimulación, cuenta con un repertorio muy estrecho de ellas.   

Nunca deben usarse elogios falsos; el efecto sería el contrario debido a que el pequeño podría pensar que si ha sido necesario mentir es porque verdaderamente él no vale nada. Las consecuencias de esta estrategia mal desarrollada serían muy negativas.

En relación con el rendimiento escolar y la autoestima, aparece otra situación que puede escapar de la atención de padres y maestros, siendo sin embargo igualmente riesgosa. Se trata de niños que se caracterizan por haber tenido siempre muy buen aprovechamiento y calificaciones excelentes. Los padres, de forma consciente o inconsciente, le otorgan mucha importancia a este aspecto, convirtiéndolo en el centro de todas las gratificaciones que los hijos reciben: “por eso te quiero tanto”, “por eso eres tan buen hijo”. Para el niño entonces el rendimiento escolar comienza a funcionar como un factor de presión o estrés. No pueden permitirse el menor de los descuidos o errores porque de ocurrir esto, ellos dejarían de cumplir con las expectativas de sus padres y maestros. Comienzan a instalarse rasgos de perfeccionismo y la autoestima pierde solidez en tanto va a depender mucho de los éxitos y fracasos del día a día. Todo esto se traduce en la pérdida del bienestar del menor. 

Los maestros, el interior del grupo escolar, deben convertirse en verdaderos promotores de los valores y cualidades que tienen sus estudiantes, sobre todo de aquellas que enaltecen al ser humano. Ni la vanidad intelectual, ni la competencia desmedida deben potenciarse en modo alguno. Se debe ser especialmente cuidadoso con los alumnos que no tienen un aprendizaje aventajado. Igualmente hay que prestar atención a no realizar demasiado énfasis en los de rendimiento excepcional. Éstos pueden comenzar a desarrollar rasgos negativos como la autosuficiencia y la prepotencia. Algunas cualidades importantes a destacar, con independencia del nivel intelectual del menor, son las siguientes: honestidad, sinceridad, modestia, sencillez, solidaridad, compañerismo, justeza, laboriosidad, entre muchas otras. 

Los padres deben plantearse la tarea de conocer a profundidad a sus hijos. Nos referimos al descubrimiento de todas sus cualidades, capacidades, habilidades. En ocasiones cuando en la consulta una madre nos ha planteado el motivo de preocupación que la ha llevado al psicólogo infantil, éste resulta ser un inventario de defectos y deficiencias del hijo o hija: “es muy inquieto, contestón, desobediente, regado, sale mal en la escuela…etc.” Cuando miramos al niño, su rostro refleja pena, vergüenza, a veces tristeza o indignación. Si en ese momento le preguntamos- ¿Y tú, qué tienes de bueno, qué haces bien?- el pequeño suele responder con los hombros levantados- “No sé…”. Muchos padres logran con rapidez captar el mensaje que estamos trasmitiendo. En ese momento ellos mismos- y eso es lo mejor- resuelven la situación,  porque al comenzar a enunciar todas los aspectos positivos del niño, enseguida se observa en él una reacción de alivio, de alegría, de confianza. Sin embargo en otras ocasiones, el silencio de la familia, el desconcierto de los padres viene a develar cuál es verdaderamente la esencia del problema: una autoestima poco estimulada y empobrecida. 

Es de los peores el sentimiento de sentirse inútil, poco apreciado y querido. Los niños deben percibir que sus padres los aceptan como son, sin que esto signifique que no se delimiten normas de conducta ni se tracen pautas de comportamiento. Solo que el ideal de hijo que la familia se construye, incluso desde mucho antes de que él venga al mundo, debe guardar correspondencia con las características individuales del pequeño. Por otro lado el afecto de los padres debe ser incondicional y los niños necesitan para su seguridad y bienestar ganar esta certeza. Ni siquiera cuando se hayan portado mal o cometido algún error deben percibir que está en juego el amor que le profesan. 

En resumen, la autoestima guarda una relación muy estrecha con el desarrollo armónico de la personalidad e influye en el aprendizaje escolar. Al mismo tiempo el rendimiento que un niño logra alcanzar en la escuela tiene una repercusión sobre el desarrollo de la autoestima. El aprendizaje puede ser beneficiado cuando el niño tiene una adecuada autoestima, si se siente aceptado, querido y reconocido por maestros, padres y compañeros de aula. Ni los de rendimiento excepcional ni los que aprenden con mayor lentitud deben tener el nivel intelectual, como  único elemento en el que descanse el valor que se le atribuye como escolar y la estimulación de la autoestima. El esfuerzo siempre debe ser premiado. Debe ser tarea del maestro, destacar las cualidades y rasgos positivos de todos sus alumnos en presencia del grupo escolar.

Maestros

  • Estimular la autoestima de todos sus alumnos, los que ya presentan dificultades en este sentido, deben ser especialmente atendidos.
  • El rendimiento docente no debe ser el criterio fundamental para reconocer y estimular a un niño, ni a los que presentan dificultades en este sentido ni a los de rendimiento excepcional. 
  • Debe premiarse el esfuerzo aunque los resultados no sean los óptimos.
  • Trasmitirle a los escolares que todos tienen buenas cualidades y habilidades. Ayudarlos a descubrirlas y reconocerlas delante del grupo para estimular la autoestima. 
  • No elogiar en exceso a los niños con rendimiento excepcional, por esta única razón.

Padres

  • Facilitar los espacios y circunstancias para que el niño pueda apreciar en sí mismos las cualidades y habilidades que posee.
  • Ayudar a los niños a reconocer en sí mismos sus cualidades y habilidades. Elogiarlos y estimularlos en relación con ello.

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SicologiaSinP.com - Roxanne Castellanos Cabrera

Licenciada en Psicología

Lic. en Psicología (2001) Máster en Psicología Clínica (2008) Doctora en Ciencias Psicológicas (2017) Profesora Titular de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana. Compiladora y autora de "Psicología. Selección de Textos", Editorial Félix Varela (2003), autora de "Los niños, la Escuela y otros temas. Sugerencias para padres y maestros", Editorial José Martí (2016). Investiga en temas de bienestar psicológico infantil. Directora del Centro de Orientación y Atención Psicológica (COAP) de la Facultad de Psicología, de la Universidad de La Habana. [...]