Alertas ante la autoexigencia

autoexigencia

Psicología Clínica

Vivimos rodeados de mensajes que alimentan el pensamiento de que no somos suficientes, de que nada nunca es suficiente. La voz de la autoexigencia puede convertirse en la voz del miedo al fracaso y no en la motivación que te anima a intentar conseguir algo y te entiende cuando no lo logras.

El retrato de una persona que maneja mal la autoexigencia es alguien a quien su diálogo interior le dice constantemente que lo que sea que está haciendo o pensando podría estar mejor. La autoexigencia es una actitud crítica con nosotros mismos, que cuando no se gestiona adecuadamente, puede ser muy dañina e incluso, en su peor extremo, combinada con una baja autoestima o estrés elevado, puede estar detrás de trastornos como la anorexia y la ansiedad. La autoexigencia desmedida puede estar relacionada tanto a la esfera profesional como personal.

En la esfera profesional puede estar relacionada a esfuerzos desmedidos por satisfacer los estándares elevados y basar la autoevaluación en la consecución o el acercamiento a ellos. También puede implicar la baja tolerancia a los errores y/o fracasos, con elevada autocrítica. Podemos estar refiriéndonos, por ejemplo, a las evaluaciones, obtención de premios o reconocimientos. Tengamos en cuenta que el establecimiento de metas y objetivos es algo totalmente normal; sin embargo, el problema está en cómo se asumen estas metas. Se convierte en un problema, si en la consecución, la persona llega a criticarse a sí misma de forma completamente injusta, llegando a flagelarse y ocasionándose mucho malestar.

Un estándar es elevado cuando viene autoimpuesto por la persona desde el perfeccionismo elevado, le requiere mucho esfuerzo y sacrificio y lo persigue de forma rígida. Una persona puede sentir satisfacción al trabajar por conseguir esas normas y se permite ser flexible con sus objetivos cuando la situación lo requiere. La educación familiar puede jugar un papel importante en este aspecto. Dependiendo de las expectativas (explícitas o implícitas) que existan en el ambiente familiar, las personas pueden desarrollar unas exigencias u otras, manifestándose, por ejemplo, en la necesidad de conseguir un éxito excesivo.

La autoexigencia desmedida puede surgir de la combinación de las presiones externas junto con el miedo hacia aquello que no controlamos. Es decir, las normas que vamos aprendiendo a lo largo de nuestra vida se pueden traducir, o no, en presiones. Todo va a depender de cómo interioricemos los mensajes de las diferentes fuentes externas: sociedad, familia, escuela o ambiente laboral, cultura y relaciones sociales.

¿Crees que, si te dejas de exigir constantemente, las cosas te irán mal? Porque ahora, la ansiedad te está pasando factura. Bien no estás. Es importante lo que se cuenta uno a sí mismo sobre las cosas que pasan, reflexionar sobre la narrativa que se tiene alrededor de los hechos e identificar cuando esta funciona, como forma de autocompadecerse y desresponsabilizarse.

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