¿Qué papel juega el maestro en los primeros años escolares?

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Psicología Clínica

 

“Cuánta paciencia tienen que tener con los niños del primer curso elemental, sin dientes como los viejos, que no pronuncian la ese ni la erre (…) La maestra tiene que hacer con ellos de madre, ayudarlos a vestirse, vendarles los dedos cuando se cortan, recoger las gorras que se pierden, cuidar de que no se cambien los abrigos (…)Alguna veces se enfada con los niños la maestra de mi hermano, y cuando no puede más se muerde un dedo para no pegar un cachete; pierde la paciencia, pero luego se arrepiente y acaricia al niño al que ha regañado; echa de la escuela a algún travieso pero se le saltan las lágrimas y se enfada con los padres que en castigo dejan a los niños sin comer.” 

Corazón, Edmundo de Amicis

En relación con los escolares menores, especialmente los de primer y segundo grado, hay un aspecto de una significación notable en cuanto al comienzo de la vida en la escuela. Por supuesto que nos estamos refiriendo a la figura del maestro o maestra. 

El maestro o maestra, es la persona que recibe al pequeño el primer día de clases en la escuela, esa primera vez. La familia le “entrega” el niño al maestro y de su mano, el pequeño conocerá de qué se trata este nuevo y desconocido mundo de vivencias. Padres y maestros no son muy conscientes, en muchos casos, de cuánta importancia reviste el hecho de que esta figura, sepa conducir acertadamente estas primeras experiencias de los niños que acaban de llegar a la escuela. Una vida de éxitos docentes o el fracaso escolar, una u otra alternativa pueden relacionarse de forma muy directa con los maestros que inician las experiencias de los pequeños en la escuela. 

En los primeros años escolares, el maestro o maestra, es la figura de autoridad que sustituye a la familia durante el tiempo en que los niños se encuentran en la escuela. Se trata de pequeños que aún, por las características propias de la edad, no son capaces de regular su conducta de forma independiente y efectiva, sino que aún necesitan de orientación al respecto. 

Los niños de 6 y 7 años todavía no saben juzgar adecuadamente su propio comportamiento y el de sus compañeritos de aula. Al maestro le toca guiar el desempeño de todos sus alumnos, lo cual no es para nada una fácil tarea. Los niños de primer y segundo grado le otorgan una significación muy grande a la figura del maestro, todo criterio que de él provenga, es para ellos la más absoluta verdad. La maestra no se equivoca, siempre tiene la razón, su autoridad es sagrada. Por tanto si ella dice que un niño es bueno e inteligente, toda el aula comienza a ver a este niño como “bueno e inteligente”. Si por el contrario, la maestra cataloga a un pequeño de torpe y malo, los demás compañeritos se quedarán con esa impresión sobre este niño. 

En este sentido, la aceptación que realizará un grupo de escolares de cada uno de sus miembros, dependerá en buena medida del criterio de la maestra. Los niños “bien vistos” por ella, serán aceptados por sus compañeros. Los niños “mal vistos”, serán rechazados. Toda esta situación incidirá de modo determinante sobre la autoestima de los pequeños. Si es “bien visto” y aceptado, se sentirá bien consigo mismo y se desempeñará mejor, esto seguirá posibilitando una buena imagen ante maestros y coetáneos. A la inversa, el “mal visto” y en alguna medida rechazado, se sentirá mal acerca de sus capacidades y conducta, manifestará una tendencia a seguirse comportando de ese modo, seguirá dando una imagen negativa de sí mismo y continuará por ello, recibiendo poca gratificación de compañeritos y maestros. Este niño caerá en un círculo vicioso, del que resultará trabajoso lograr sacarlo.

Valga señalar que en la mayoría de los casos cuando esto ocurre, no se ha debido a una intención explícita del maestro de dañar al niño. Los maestros tienen que realizar un esfuerzo considerable en el empeño de que todos los alumnos aprendan y avancen. De mis prácticas docentes en el estudio de la carrera, recuerdo a una maestra de segundo grado, que en el mejor ánimo de trazar estrategias de trabajo pedagógico sobre las principales dificultades docentes de sus alumnos, segmentaba el grupo en los Bien, los Regulares, y los Mal. De esta manera ajustaba la disposición de las sillas, sentaba a los niños agrupados según esta desafortunada clasificación y en relación con esto, les orientaba determinadas tareas escolares acorde con el perfil cognitivo de cada grupo. Los niños, ya familiarizados con los términos, dialogaban conmigo: “Él está embarcado, imagínese es M desde el curso pasado”, “Yo no puedo sentarme ahí, ellos son los E yo soy de los Regulares…”, “Sí, ella me cae bien…es de los Bien”.

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Es por esta razón que la maestra o maestro debe prestar una especial atención al manejo de términos y clasificaciones en relación con el desempeño de sus alumnos. El que un pequeño sea más o menos inteligente no debe ser el principal criterio para valorarlo. No todos poseen la misma capacidad intelectual. No deben realizarse comparaciones ni demeritar a ningún niño.

Tener un aprendizaje lento o una dificultad de concentración, no son cuestiones que un escolar pueda eliminar consciente y voluntariamente, lo cual no lo hace ser un mal niño. Deben trazarse las estrategias de apoyo con un compromiso importante de la familia y en ese sentido encausarlo apropiadamente sin poner en riesgo la autoestima ni el desarrollo emocional. Todos tienen diferentes características, todos tienen valores y cualidades positivas y eso es lo que hay que rescatar. El esfuerzo debe ser estimulado y premiado, lo más importante no es obtener la máxima calificación en todas las asignaturas, lo importante realmente es que el niño se haya preparado, que haya estudiado, que se haya esforzado. Y cuanto más esfuerzo un niño haga, cuanto más entonces, deberá ser reconocido ese esfuerzo. Además no solo la inteligencia debe ser exaltada. Existen otro grupo de cualidades que requieren de una mayor ponderación de cara a una adecuada formación de valores: la honestidad, la sencillez, la solidaridad, la sensibilidad, el amor a la naturaleza, a la familia, entre otras muchas. 

Las primeras experiencias escolares marcan, de un modo significativo, el desempeño docente de un niño y el desarrollo adecuado de la autoestima. Todo interés, todo esfuerzo del maestro, por no colocar calificativos, por no demeritar empeños aún cuando el rendimiento no sea óptimo, por atender a las diferencias individuales y resaltar lo positivo de cada niño, potenciará y facilitará, sin ninguna duda, no solo un mejor aprendizaje sino el bienestar emocional y el desarrollo armónico de la personalidad de sus alumnos. 

Maestros

  • No colocar “etiquetas” ni clasificar a los niños: no hay niños buenos ni niños malos en función del rendimiento docente.
  • No hacer depender el estímulo del rendimiento excepcional. Premiar el esfuerzo.
  • No avergonzar a ningún alumno delante de su grupo de compañeritos.
  • Repudiar las burlas, destacar lo bueno de cada niño.

Padres

  • Colaborar desde el inicio con el maestro, participar de las estrategias de trabajo individual con su hijo o hija.
  • Alertar de inmediato a la maestra, en caso de detectar alguna tendencia a la colocación de calificativos, o a las segmentaciones del grupo escolar. 
  • Acudir a la ayuda de un psicólogo si observara en el niño, cambios de comportamiento asociados a la entrada en la escuela.

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SicologiaSinP.com - Roxanne Castellanos Cabrera

Licenciada en Psicología

Lic. en Psicología (2001) Máster en Psicología Clínica (2008) Doctora en Ciencias Psicológicas (2017) Profesora Titular de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana. Compiladora y autora de "Psicología. Selección de Textos", Editorial Félix Varela (2003), autora de "Los niños, la Escuela y otros temas. Sugerencias para padres y maestros", Editorial José Martí (2016). Investiga en temas de bienestar psicológico infantil. Directora del Centro de Orientación y Atención Psicológica (COAP) de la Facultad de Psicología, de la Universidad de La Habana. [...]