La feminidad y la masculinidad se han construído social e históricamente de tal forma que constituyen estereotipos tan naturalizados que se consideran hasta inmutables por algunas personas, muchas de las cuales no perciben sus aspectos negativos. Es un tema muy amplio y profundo sin dudas, solo propongo un punto de vista necesario, y hasta a veces olvidado.
El patriarcado, como sistema que ordena y regula la sociedad, ha llevado a establecer distinciones entre mujeres y hombres, a partir de ahí se etiquetan conductas que hacen a las mujeres un sujeto devaluable o inferior. De conjunto con la construcción de lo que es la feminidad se desarrolla la masculinidad, que como estereotipo, va acompañada de requisitos y rasgos como la agresividad y la fuerza.
A través de la socialización, niños y niñas crecen observando y reproduciendo modelos, con una masculinidad que impera, donde los hombres tienen el poder absoluto para desvalorizar y discriminar a las mujeres a través de la historia. Mientras ellas son educadas para el trabajo en la casa, al servicio del resto (esposo, hijos e hijas, padre y madre, suegro y suegra); paralelamente a los hombres se les asigna el papel de héroe, dueño y señor del espacio político, económico y social del que se quiere privar a las mujeres. Encargado de la toma de decisiones, del sustento económico de la casa, en ese ejercicio viril y autoritario de su rol se esconde la culpa, el sufrimiento, la presión social de ser el sustento familiar. Si bien la mujer es la principal afectada por los estatutos de la sociedad patricarcal; estos comportamientos específicos, promovidos por las influencias sociales o culturales, alteran la vulnerabilidad de muchas personas. La sensación de ser invencibles, de tener que ocultar sus emociones suele tener afectaciones en su salud mental.
En la actualidad el 75% de los suicidios son cometidos por hombres, incapaces de hablar con otras personas sobre sus conflictos, de aceptar que tienen un problema y que necesitan ayuda. Las estadísticas mundiales estiman que el 25% de estos padecen de alguna enfermedad mental.
No sólo lo muestran las estadísticas, se refleja en la vida cotidiana la necesidad de poner fin a estas situaciones que afectan tanto a hombres como a mujeres. Ser mujer no te hace débil, pero tener conflictos emocionales no te hace menos hombre. Es completamente natural que ambos tengan crisis, estrés, estados emocionales negativos, eso no los hace débiles, por el contrario, hablar de los problemas con alguien más es una gran muestra de valor.
Hoy en día más mujeres se apoderan del espacio público, ocupando puestos que antes eran exclusivos para los hombres, demostrando que somos capaces de alcanzar muchas metas sin importar los obstáculos machistas del camino. Sin embargo es necesario que se produzca este avance en la población masculina, que se despojen de los estereotipos de género que los atan y hacen tanto daño. El machismo afecta a mujeres y hombres, transformemos la realidad desde las pequeñas acciones cotidianas.
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