Cuando conocemos a una persona construimos una idea acerca de ella. Esta suele estar basada en nuestras experiencias con personas de apariencia similiar apoyada en nuestros juicios y valores. Las impresiones que tenemos de los otros, o los estereotipos que elaboramos, cumplen una función económica en tanto los usamos como pautas o guías iniciales para relacionarnos. En el transcurso de esas relaciones, tenemos la oportunidad de verificar lo certero o erróneo de la primera opinión. Sin embargo, estos imaginarios tienen consecuencias en las otras personas, por lo que es preciso reflexionar sobre ello.
En el ámbito académico esto es muy común, según estudios al respecto, las ideas que los profesores tienen de los estudiantes influyen de manera favorable o desfavorable en su éxito académico.
Los efectos de las expectativas que los profesores tienen de sus estudiantes se ha asociado con el mito griego de Pigmalión. Este era un artista de Chipre, que esculpió la figura de una mujer con tal cuidado, dedicación, belleza y perfección que se enamoró de ella. Su amor y gran expectativa hacia la escultura, que nombró Galatea, hizo que Afrodita le cumpliese el deseo de darle la vida. Por anología se llama Efecto Pigmalión al cumplimiento de las expectativas que las personas guardan hacia los otros y que provisoriamente se ven cumplidas.
En el ámbito educacional, muchos de los estereotipos que los profesores asumen sobre las personas, normalmente los aplican en las valoraciones a sus estudiantes y en las formas de orientar su trato con ellos. Las actitudes, la atención, el tiempo que dedican, lo atractivo de las tareas que proponen, todo ello varía de acuerdo a la consideración que hacen respecto de las aptitudes y capacidades de los estudiantes. Muchos maestros creen que pueden emitir, de manera anticipada, juicios correctos sobre el desempeño y comportamiento futuro de ciertos estudiantes, en ocasiones con solo echarles una mirada el primer día de clases.
Efecto Pigmalión (Foto tomada de ESYDE)
La investigadora Linda S. Lumsden explica que la opinión que tienen los profesores de sus estudiantes se apoya frecuentemente en elementos que no tienen relación con cuestiones intelectuales o académicas, sino con características de los estudiantes, como su apariencia o la pertenencia a un determinado grupo socioeconómico. También reconoce que existen experiencias de profesores exitosos y que se caracterizan por tener expectativas altas de todos los estudiantes, independientemente de la heterogeneidad de los mismos.
La base de la profecía autocumplida es que una vez que un estudiante ha sido etiquetado como “alborotador”, “perezoso” o “egocéntrico”, aumenta las posibilidades de que nuestro trato a ese estudiante, en efecto, ayudará a que nuestras profecías o expectativas negativas se hagan realidad. Aquí la profecía operaría en detrimento. Por otro lado, podemos etiquetarle como “cooperativo, “estudioso” o “parece que tiene iniciativa”, esto incrementará las posibilidades de que en la interacción con él o ella se transmitan estas expectativas y contribuya a que el estudiante viva conforme a nuestra profecía original y positiva. En este caso funcionaría en beneficio de los estudiantes.
Es importante que el profesor sea consciente de los factores que inciden en la forma de transmitir sus expectativas, así puede controlarlos y orientarlos hacia el éxito. Lo mejor sería que el Efecto Pigmalión fuera utilizado positiva y propositivamente por los profesores para obtener los mejores resultados de sus estudiantes al mantener y mostrar altas expectativas sobre ellos.
Wagar (1963) afirma que “la función primordial de una profecía no es predecir el futuro, sino hacerlo”, entonces cada vez que los maestros evalúan a un estudiante están, en efecto, influyendo en su conducta y aprovechamiento futuros. Esta es una carga muy pesada para los educadores, pero puede aligerarse si entienden mejor la profecía autocumplida y luego, diligentemente, tratan de controlarla.
Bibliografía
Comp. Sánchez, M., & López, M. (2005). Pigmalión en la escuela (Vol. II). (P. Castro, Trad.) D.F, México: Editorial UACM.
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