El aula es un espacio ideal para generar acciones formativas sobre nuestros niños. Para eso hay que sentirse educador y responsable de la formación de los alumnos. Un buen maestro no solo transmite conocimientos de las asignaturas del grado que imparte. Un buen maestro deja huellas en sus alumnos, gracias a sus enseñanzas para la vida.
La realidad es diversa, los orígenes de los niños son diferentes y así mismo la educación y valores que traen de su hogar. Pero un aula es un lugar donde se reconfiguran las normas, los límites, lo que está bien y lo que está mal, sin caer en dogmatismos ni en esquemas rígidos que coarten la expresión y la espontaneidad de los pequeños. Por eso el maestro más que asombrarse o preocuparse por los modos y hábitos de sus estudiantes, más que esperar a mamá o papá para “dar una queja”, puede hacer mucho en su propio terreno.
El aula es mágica. Porque cada niño trae un referente único que es lo que ha aprendido, a veces mal-aprendido en su casa. Pero allí, junto a los demás, descubre que otros piensan de modo diferente o que han sido educados de otra manera. Y en esa colectividad, puede generarse por vez primera, el deseo de modificar una actitud o una conducta. Esto, por supuesto, cuando se le pone el alma a la tarea.
No hay que mostrar consternación si una niña le dice a otra -mi mochila es de afuera y mis tenis son de marca- Para empezar no focalizar nada negativo sobre ella, dar como natural que muchos niños e incluso adultos, piensan así. Pero ese sin dudas, es un excelente momento para robarle un turno a la matemática e iniciar una conversación en el aula: ¿Qué significa que la mochila haya venido de otro país?, ¿Qué significa que los zapatos sean Adidas?… ¿Aprenderé menos si mi mochila es fabricada en Cuba? ¿No podré ir a la escuela si mis tenis son PIONERO? ¿Acaso vale más un niño que otro? ¿Acaso son esas posesiones las que nos hacen buenas personas? Es un momento ideal para pedirle a cualquier niño del grupo…por favor, lee aquí: “Quien tiene mucho adentro, necesita poco afuera. Quien lleva mucho afuera, tiene poco adentro, y quiere disimular lo poco. Quien siente su belleza, la belleza interior, no busca afuera belleza prestada: se sabe hermosa y la belleza echa luz.” Y seguir entonces reflexionado sobre esas palabras, sobre nuestro Martí.
Estatua de José Martí en Hermann Park, Houston, Texas (Foto: SicologíaSinP)
Y luego en el receso, una música que llega del edificio colindante con la escuela, convida a un grupito de niños a bailar como adultos. Y más tarde al entrar al aula…una niña le grita a otra para que se levante de su silla- iVamos, bajanda! Y no hay que satanizar a nadie, ni siquiera al reguetón. Hay que conversar con los niños, escucharlos, saber cómo piensan y qué opinan. Y luego ir usando sus propias ideas e irlas moldeando como barro, hasta llevarlos a estar en disposición de entender otros puntos de vista. Y hay que hablarles sin tapujo del abuso sexual infantil, de que todo adulto no es bueno. Y hay que explicarles que hablarse bonito unos a otros, genera una cadena de actos bondadosos, mientras que el mal trato contagia a todos de malos sentimientos y reacciones desagradables. Y hay que decirles, para no herir a nadie, que los padres tienen sus propias ideas sobre muchos temas y que esas ideas se respetan, aunque las normas escolares son para todos, gusten más o menos. Hay que permitirles no obstante y sin imposiciones, que en su propio crecimiento puedan contrastar enseñanzas de un tipo y de otro…y escoger las que harán suyas.
El aula es maravillosa porque permite una obra inmensamente bella y que se disfruta mucho, siempre y cuando esté, la vocación de Maestro.
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