El inconsciente real y sus relaciones con la verdad mentirosa

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Psicoanálisis

Lacan aparece en escena introduciendo lo real como respuesta a la hipótesis freudiana del inconsciente. “El inconsciente, es decir, real, solo si se me cree”, afirma en el Prefacio a la edición inglesa del Seminario XI. Es un enunciado controversial. Pide, asimismo, que se le crea un poco.

Ahora bien, el hecho de tenerle fe lleva al fracaso del psicoanálisis, dando lugar al triunfo de la religión.

Su cortejo, compuesto por quienes la presencia del maestro hizo de pantalla a su enseñanza, por la debilidad mental que los subsume, supuso un progreso, promoviendo del psicoanálisis su desaparición a partir del escamoteo de lo simbólico, de la desconsideración de la palabra como fundante del parlêtre.

Que la verdad miente, que el inconsciente es real y que el psicoanálisis es una “estafa”, llevó a que su obnubilado cortejo ignore su decir en los postreros años de transmisión: “Sean ustedes lacanianos, si quieren. Yo soy freudiano”.

¿Cómo articular los postulados sin desconocer su pertenencia freudiana? ¿Acaso hay en este decir una ironía?

Nada peor que creerse despierto si el inconsciente nos enseña que no se sueña sólo cuando se duerme. ¿Qué sería el progreso sino una suposición con la cual Uno se engaña? ¿Acaso escuchar un mal nombrado “despertador” garantiza despertar?

Lacan combatió contra esto, contra los vivillos post-freudianos que creían separar la paja del trigo mientras lo único que hacían era disfrutar de la primera, regocijándose con el anillo que el maestro les obsequiaba. Comienza con su Discurso de Roma retomando los últimos desarrollos freudianos, aquellos que por su séquito estrechó y, a decir verdad, degradó en la burda noción de que el Ello descarta al inconsciente.

La segunda tópica no desecha la primera, hecho patente. Pero, al decir de Borges, “al destino le agradan las repeticiones, las variantes, las simetrías”. ¿El Unbewusste es descartado por l´une-bévue? ¿Cómo conciliar la idea de que con este insu que sait de l’une-bévue, con el cual trata de “introducir algo que va más lejos que el inconsciente”, no desecha los desarrollos freudianos?

Es un hecho, “la ciencia gira en redondo, y no tenemos razón para pensar que las gentes del sílex tallado tenían menos ciencia que nosotros”. Si lo real es lo que retorna siempre al mismo lugar, ¿por qué, en consecuencia, no hacer una lectura de pliegue a modo banda de Moebius?

Este forza-miento no auxilia mucho, pero permite tomar el toro por las astas si se trata de abordar el inconsciente real y sus relaciones con la verdad mentirosa buscando, o encontrando, en Freud respuesta a los enigmas abiertos en los postreros años del maestro francés.

Esto desemboca en algunos interrogantes: ¿hay un correlato entre el inconsciente real y la insensibilidad de contradicción?; ¿entre la verdad mentirosa y el famoso “ya no creo en mis neuróticos”?; ¿entre la necesidad de “estafar” y la imposibilidad de analizar?

Del mismo modo, en lo que concierne al fin de un análisis: ¿se puede garantizar un más allá de la transformación de la miseria neurótica en infortunio corriente? ¿Algo que va más lejos del “amar y trabajar”?

Lo dudo. No tengo problemas para dormir. Sí para despertar.

*Prefacio del libro, El inconsciente real y sus relaciones con la verdad mentirosa

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