El inconsciente es la hipótesis de que no se sueña sólo cuando se duerme, lo que desliza en el hecho de que peor que estar dormido es creerse despierto. ¿Qué sería el progreso sino una suposición con la cual Uno se engaña? ¿Acaso escuchar un mal nombrado “despertador” garantiza despertar?
“El psicoanálisis desde que ex–siste ha cambiado”, lo que no garantiza en ello avance alguno. Lacan desde su Discurso de Roma, en el que propone, a partir de la articulación de sus tres registros, un Retorno a Freud. Retorno que tiene como centro lo Real.
A ese Real que, en tanto respuesta sintomática a la hipótesis freudiana del inconsciente, intenta devolver la importancia de la palabra como fundante del parlêtre. Hecho que estaba en el decir de Freud.
La ausencia de ley, lo imposible, lo que retorna al mismo lugar, lo que no cesa de no escribirse, entre otras definiciones, no son más que los incesantes abordajes sobre este síntoma lacaniano producto del trauma freudiano. El síntoma es producto del trauma: el inconsciente en tanto “es lo psíquico verdaderamente real”, tal como afirma el maestro Vienés en su Traumdeutung.
Es un hecho: Que se diga queda olvidado detrás de lo que se dice en lo que se escucha. ¿El decir freudiano de Lacan queda olvidado detrás de sus dichos en la escucha de quienes su presencia hace de pantalla a su enseñanza?
Ese decir freudiano que lo impulsa, tanto a fundar la Escuela, como a la disolución consecuencia del fracaso del psicoanálisis, El triunfo de la religión. Pertenencia que lo impulsa a ese trabajo que “en el campo que Freud abrió, restaure el filo cortante de su verdad – que vuelva a considerar la praxis original que instituyó con el nombre de psicoanálisis al deber que le toca en nuestro mundo – que, mediante una crítica asidua, denuncie sus desviaciones y sus compromisos que amortiguan su progreso al degradar su empleo.
Objetivo que mantengo.
Objetivo que los invito a mantener…
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