Reclusiones 5*

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Psicoanálisis

Nos quedaríamos cortos si le diésemos al Coronavirus el título de “palabra del año”. Como mínimo merecería recordarse como la palabra de la década, del mismo modo que el hashtag “Quédate en casa” pasará a formar parte del tesoro de la lengua. Lo mismo cabe decir de palabras como “cuarentena” y “confinamiento”, que ya se emplean hasta en las recetas de cocina o los horóscopos.

El encierro por decreto se ha convertido en uno de los fenómenos más creativos de los que se tenga constancia. Pocas veces en los últimos siglos hemos conocido semejante aluvión sublimatorio. La gente inventa cosas, escribe poemas, canta, baila, filma vídeos caseros con trucos, recomendaciones, entretenimientos, las cadenas de solidaridad se expanden a velocidades supersónicas y las aplicaciones de citas se han reconvertido en clubes sociales para entretener las noches aburridas. El ingenio se agudiza y un industrioso ímpetu pone en marcha toda clase de emprendimientos, desde la fabricación casera de mascarillas con materiales inauditos hasta los cursos de papiroflexia por internet. Nunca antes habíamos asistido a semejante inflación superyoica, que nos exige convertir el tiempo de confinamiento en el deber de redimirnos con un agotador programa de actividades.

La prohibición de toda vida pública ha convertido los balcones en una versión moderna del corral de comedias, donde cada uno puede expresar sus talentos, aplaudir a los sanitarios, abuchear al gobierno o denunciar a los que se saltan la cuarentena. Los balcones son el ágora de los ciudadanos cautivos, quienes a medida que transcurren las semanas comienzan a cambiar el tono de emocionada fraternidad universal y matan el tiempo buscando sospechosos de estar contagiando a su comunidad de vecinos. Somos seres notablemente sociales, y sufrimos mucho cuando no podemos abrazarnos, besarnos y arrojarnos piedras.

Una epidemia de nostalgia universal despierta en muchos el irresistible deseo de llamar por teléfono al antiguo compañero de oficina, ese al que en su época no tragábamos demasiado, a esa tía de la que ni siquiera nos acordábamos, al novio o novia de la infancia, a aquel amigo a quien no volvimos a ver nunca. Para algunas personas, la carencia que se ha instalado en la primera fila de la cotidianidad es una incitación a buscar en el pasado aquello que se siente como una pérdida. Un clásico de la fantasía humana. Otros se vuelcan frenéticamente en las compras on-line y dan gracias a las autoridades por permitir que Amazon siga repartiendo paquetes en esta Navidad que se prolonga demasiado. No solo se trata de la función imaginaria del objeto de consumo, y de la efímera satisfacción que nos aporta. El objeto es, en este caso, también un mensajero que trae consigo el testimonio de que subsiste el mundo exterior, como la ramita de olivo que una paloma le trajo a Noé para anunciarle que el fin del Diluvio estaba cerca.

Pero también se da el caso de un descubrimiento sorprendente: la prescindibilidad de los objetos. No solo muchos saldrán del confinamiento convencidos de que su partenaire les sobra, sino que incluso antes de eso se están dando cuenta hasta qué punto nos esforzamos por llenar el vacío con cosas inútiles, no solo innecesarias, sino incluso superfluas por la magra satisfacción que nos procuran, ya que no nos valen ni como señuelo. Es el descubrimiento de un goce inédito: el goce de no consumir. No es un goce que todo el mundo pueda experimentar, por eso no lo recomiendo para todos. Pero quien logre alcanzarlo tal vez quiera comentar su vivencia. Todavía es pronto para saber si podrá durar una vez que recobremos la libertad y las tiendas estén de nuevo abiertas. Por eso, mientras hay quienes ya se atreven a depositar en este nuevo goce las esperanzas de una Humanidad transformada, yo soy más prudente y prefiero esperar a ver lo que sucede. Ni siquiera confío del todo en mí mismo.

*Publicado en el perfil de Facebook del autor quien tuvo la cortesía de permitir compartirlo en SicologíaSinP

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graciela Curuchet

Excelente artículo,gracias

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SicologiaSinP.com - Gustavo Dessal

Psicoanalista y Escritor

Miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis. Docente del Instituto del Campo Freudiano en España. Profesor itinerante en Argentina, Bolivia, Brasil, USA, Italia, Francia, Inglaterra, Irlanda, Polonia. Ha escrito libros de psicoanálisis y también de ficción. Reside en Madrid desde 1982. [...]