El lado oscuro de Silicon Valley

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Psicoanálisis

Las palabras fabrican los mundos. Ha sido así desde los inicios de la civilización, y es una verdad que se mantiene inalterable: somos hijos de un discurso, de allí el papel fundamental de cualquier narrativa. Por ejemplo, aquella que nos ha convencido de que las grandes compañías tecnológicas que gobiernan el planeta son el resultado de la inspiración de genios individuales. El romántico relato de un puñado de jóvenes que en sus destartalados garajes desafiaron y triunfaron sobre los colosos de la economía, es una historia realmente buena, que ha calado hondo en la conciencia social. El relato se alimentó, además, con la pintura de un futuro de libertad, una suerte de retorno al mensaje mesiánico de la Ilustración. Más aún, se ha empleado abundantemente para difundir la idea de que la lucha de clases es un concepto decimonónico que ya no tiene cabida en el mundo de la hiperconectividad global, celebrada como la definitiva posibilidad de dar voz y poner rostro a todos los seres humanos por igual.

En los últimos tiempos son numerosos los libros y ensayos que van horadando toda esta mitología. Arrojan luz en el sótano escondido que ha propulsado a estas compañías high-tech a su lugar dominante, a su compromiso cada vez mayor con todo aquello que supone una amenaza para los frágiles valores democráticos que todavía pugnan por mantener la cabeza fuera del agua. La historia se repite otra vez, más allá del novedoso envoltorio con el que nos la presentan. No son los maravillosos softwares los que han generado un beneficio económico sin precedentes, sino la sobrexplotación de mano de obra precaria, indocumentada, no sindicada. Uber no es el causante de la extrema descomposición del valor social, ético y libidinal del trabajo: es un síntoma de lo que ha devenido el estado actual del capitalismo. Silicon Valley ha creado un entorno económico cuya precariedad alcanza límites aberrantes cuando se compara con los billones de dólares que ingresan las compañías, sus ejecutivos, sus inversores y sus accionistas. El reverso de la hermosa fábula de que “cada uno es su propio jefe” son los miles de personas que trabajan en Silicon Valley y duermen en sus coches. El mercado de alquileres en la zona les obliga a buscar una habitación en algún pueblo distante a tres horas de carretera, y por lo tanto durante la semana laboral no pueden regresar a sus casas cada día. Se ha impuesto un modelo económico que traslada a la base de los trabajadores subcontratados todos los costos y los riesgos, con el siniestro añadido de que la creciente e imparable degradación está regida por algoritmos que disuelven toda consideración ética en el ácido matemático.

Un modelo que se nos presenta como una autoridad desentendida de toda enunciación y cuyos enunciados se respaldan en un oscuro e impreciso saber presuntamente científico. Incluso la tan agitada automatización sigue siendo, al menos por ahora, una fabulosa tapadera con la que se oculta la verdad de ese discurso. En los gigantescos centros de almacenamiento de Amazon no son precisamente las máquinas ni los robots los que sudan, sino los extenuados cuerpos de trabajadores que corren de un lado a otro como hormigas a cambio de salarios miserables. Y ya que hablamos de Amazon, otro mito se desmigaja. A Jeff Bezos no le faltó ingenio, pero ahora se sabe un poco más sobre el papel decisivo que tuvo su ex mujer, McKenzie, en el desarrollo del invento. Los medios dedican muchísimo espacio para hablar de los 56.000 millones de dólares que la convierten en la mujer más rica del mundo tras su divorcio, pero muy pocas palabras para explicar que Amazon no es la creación de un hombre solitario. En eso, como tantas veces en la historia, también ha habido una industriosa mano de mujer trabajando en la sombra…

*Foto de portada tomada de The Verge

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SicologiaSinP.com - Gustavo Dessal

Psicoanalista y Escritor

Miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis. Docente del Instituto del Campo Freudiano en España. Profesor itinerante en Argentina, Bolivia, Brasil, USA, Italia, Francia, Inglaterra, Irlanda, Polonia. Ha escrito libros de psicoanálisis y también de ficción. Reside en Madrid desde 1982. [...]