Los imaginarios sociales

Los imaginarios sociales

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En las últimas décadas, las nociones sobre imaginario van desplazándose desde la periferia al centro del discurso de las ciencias sociales. Imaginario es un término derivado del latín imago, hoy se maneja como sustantivo en filosofía y psicología para distinguir todo lo que se encuentra relacionado con la imaginación. La facultad de representarse determinados objetos en el pensamiento y con relativa independencia de la realidad.

El ámbito tradicional de investigaciones en torno a los imaginarios sociales se circunscribe desde sus inicios a los fundadores de la sociología clásica – Carlos Marx, Emile Durkheim y Max Weber.  Entretanto las variadas funciones del imaginario han sido ampliamente abordadas por psicólogos, antropólogos, sociólogos e historiadores, enfatizando siempre en la trascendencia e importancia que posee para la vida colectiva y en el ejercicio del poder.

La institución imaginaria de la sociedad, constituye una obra de Castoriadis  en la cual construye una teoría sobre la función que ejerce la imaginación en la conformación de la sociedad. La misma plantea entre sus presupuestos, realizar una distinción entre el imaginario radical que relaciona con la función creativa/productiva y el imaginario concebido como repertorio de imágenes vigentes en la conciencia e inconsciente colectivo. En una enaltecedora oposición a la lógica-ontológica adquirida de la concepción clásica, elabora una nueva teoría acerca del ser propio de lo histórico-social. Es así que expresa que el mundo social en consecuencia, sería el resultado de la creación de un imaginario radical, histórico-social que crea los diferentes tipos de sociedad.

Existe una mutua imbricación entre lo histórico-social y las significaciones. Los imaginarios establecen un modo de ser particular de las cosas, primero, originario e irreductible, de modo que nada existe fuera de este mundo de significaciones; pero, al mismo tiempo, el imaginario social supone la capacidad de pensar a la sociedad como un sistema que se construye a sí mismo. La sociedad instituye el mundo como su mundo y es en esta idea de autoconstrucción de la sociedad que se encuentra implicada la posibilidad de autotransformación, que concierne al hacer social de los hombres: el hacer pensante y el pensar político. El pensar haciéndose a sí mismo es un componente esencial de la autotransformación.

Los imaginarios sociales engendran un conjunto de valores, apreciaciones, gustos, ideales y conductas en la conciencia de las personas que conforman una determinada cultura. El imaginario además de mantenerse en interacción constante con las individualidades, se destaca como el efecto de un complejo entramado de relaciones entre discursos y prácticas sociales. Su composición viene dada a partir de las coincidencias valorativas de las personas. La expresión más esclarecedora de su gestión se manifiesta en lo simbólico a través del lenguaje y en el accionar concreto entre las personas. El imaginario social al margen de ser dependiente de las voluntades individuales para concretarse, no es sin el desprendimiento de estas que tiene la posibilidad de actuar.

Otra conceptualización muy práctica para su comprensión es la que propone Ruth Sautu  cuando expresa que:

(…) El imaginario social se compone como un conjunto de representaciones globales y totalizadoras de una sociedad, donde los valores, las creencias, ideas, símbolos y apreciaciones se integran para conformar lo cultural y lo simbólico. Los imaginarios se instauran como significaciones sociales que instauran un orden, establecen un límite de lo que puede ser imaginado, pensado, deseado y actuado en un momento histórico particular. A través de ellos, una colectividad designa su identidad elaborando una representación social de sí misma.

El imaginario social no motiva equilibrio de conductas, más bien enmarca tendencias. Su instalación en las distintas instituciones que componen la sociedad resulta de vital importancia para poder actuar en todas las instancias sociales. Mediante la valoración imaginaria colectiva, los individuos disponen de una serie de parámetros que le permiten juzgar y actuar en consecuencia.

El universo de representaciones simbólicas que caracterizan y distinguen los valores y creencias de una determinada sociedad es fundamental comprenderlo a partir de la noción de imaginario social. El mismo se compone por un conjunto de relaciones que operan como memoria afectivo-social de una cultura, un sustrato ideológico mantenido por la comunidad. Hablar de imaginario social es referirse a una producción colectiva, puesto que actúa como depositario de la memoria que la familia y los grupos recogen de sus contactos con lo cotidiano. En esa dimensión es posible identificar las diversas percepciones de los actores en relación a sí mismos y en relación a los otros, o sea la visualización que realizan como parte de una colectividad.

Bronislaw Baczko  apunta que a través del imaginario las sociedades encuentran la ocasión clave para alcanzar las aspiraciones, los miedos y las esperanzas. En él, los grupos humanos proyectan sus identidades y objetivos, revelan sus enemigos y organizan su pasado, presente y futuro. Resulta el lugar idóneo para expresar conflictos sociales y mecanismos de control de la vida colectiva. El imaginario social se expresa por ideologías y utopías y también por símbolos, alegorías, rituales y mitos. Estos elementos plasman visiones de mundo, modelan conductas y estilos de vida en movimientos continuos o discontinuos de preservación del orden vigente o de introducción de cambios. La imaginación social además de ser un factor regulador y estabilizador, también es la facultad que permite que los modos de sociabilidad existentes no sean considerados definitivos y como los únicos posibles, y que puedan ser concebidos otros modelos y otras fórmulas.

La fortaleza histórica de las creaciones de los sujetos, traducida en el uso social de las representaciones y de las ideas, es posible observarla en una concepción de imaginario social tan dinámica como la expuesta con anterioridad. Los símbolos se nos presentan como reveladores de lo que se encuentra oculto detrás de la organización de la sociedad y de la propia comprensión de la historia humana. Su eficacia política va a estar en dependencia del nivel de reconocimiento social logrado por la producción de imágenes y representaciones en el cuadro de un imaginario específico a una cierta colectividad. De esta manera la identidad colectiva se verá designada por la representación de sí misma que logre hacer, para en consecuencia marcar la distribución de los papeles y posiciones sociales, así como expresar e imponer creencias frecuentes que determinen principalmente modelos formadores. Las significaciones imaginarias avivadas por tales imágenes crean referencias simbólicas que definen, para los individuos de una misma comunidad, los medios inteligibles de sus intercambios con las instituciones.

La imaginación se instaura como un instrumento mediante el cual la conciencia percibe la vida y la elabora. La conciencia obliga al hombre a salir de sí mismo, a buscar satisfacciones que aún no encontró, a perseguir anhelos, a dividir expectativas.

Imaginarios vs Representaciones

Realizar una comparación entre representación social e imaginario social permite conocer la tradición de la que provienen cada uno de estos conceptos. Del mismo modo que la definición de representaciones sociales surge en el núcleo de la psicología social, específicamente en el paradigma de la cognición social, el concepto de imaginario social se origina en el campo de la historia de las ideas, de las mentalidades y de los movimientos sociales.

Resulta favorable establecer una diferenciación necesaria en torno a la cual se erigen ambos conceptos. En primer lugar las representaciones sociales se refieren a una forma de saber práctico que vincula a un sujeto o grupo de sujetos con un objeto. La representación es siempre representación de algo (objeto) y de alguien (sujeto) y se encuentra con su objeto en una relación de significación e interpretación. Dichas significaciones son producto de una actividad que convierte a la representación en una construcción y una expresión del sujeto. Para Moscovici  tanto el objeto como el sujeto juegan un papel distintivo y conjunto en el acto de representar, o sea ser, es ser representado. La explicación de esta afirmación se deriva en la imposibilidad de pensar y comprender un mundo exterior independiente del sujeto que pueda ser conocido más allá de este acto de simbolización y significación.

Pensando los imaginarios sociales desde una perspectiva sistémica estos nos remiten a la realidad, no como una ontología, es decir, una referencia directa de la existencia del ser, más bien se muestran como un proceso de construcción que emana de la distinción entre relevancia/opacidad. Un imaginario nos permite percibir algo como real en el contexto de nuestra experiencia cotidiana, de ahí su definitiva relevancia política para mantener el estado presente de dominación o para tratar de transformarlo.
Para Castoriadis, “el imaginario constituiría la condición misma de la existencia de los objetos y de la sociedad. La realidad existe porque existe un imaginario radical, del individuo, y un imaginario instituyente, del colectivo anónimo, como capacidad para pensar e imaginar lo histórico-social, que le confiere un sentido global al universo y al lugar que los hombres ocupan en él. El producto de esta capacidad para pensar y hacer presente la realidad, es decir lo imaginado, constituye el imaginario efectivo.

Pensar en el imaginario efectivo (lo imaginado), en tanto producto de la capacidad humana de imaginar, brinda la posibilidad de considerarlo como una definición más próxima al contexto de significado que suponen las representaciones sociales. Partiendo de la propuesta planteada por Moscovici que las define como esa “forma particular de conocimiento, el conocimiento del sentido común”, puede contemplarse bajo la forma del pensamiento social o bien como una consecuencia de los procesos de incorporación de la novedad (transformación del conocimiento científico en conocimiento de sentido común).

La idea de imaginario social implica la construcción y producción de representaciones globales o totalizadoras de una determinada sociedad, como un precepto según el cual los componentes que la conforman tienen su lugar, su identidad y su razón de ser. Las consecuencias derivadas conformarán el espacio simbólico que ofrece el marco de sentido en el que se hace realizable toda sociedad, donde se legitiman las instituciones, se organizan los mitos, las religiones, las ideologías y los sistemas de representaciones sociales sobre los cuales se apoyan los individuos para conocer la realidad y orientarse en el entorno. Partiendo desde esta posición las representaciones sociales se hallarían en una situación de inclusión con respecto a los imaginarios sociales, en tanto estos últimos radicarían en esquemas de representación que estructuran la experiencia social, forman comportamientos y permiten la elaboración y distribución de instrumentos de percepción de la realidad social construida como realmente existente.
De esta manera, los imaginarios sociales asumirían un carácter más general, análogo a un código de interpretación, proporcionando las categorías en torno a las cuales se construyen las representaciones sociales. No obstante, algunos enfoques consideran a las representaciones sociales como modelos, es decir como un sistema cognitivo que permite aprehender y organizar la realidad mediante la aplicación de juicios sociales a los objetos del ambiente. En este sentido el privilegio se encuentra dirigido hacia el estudio de los procesos de construcción de lo real, tratando de identificar aquellos mecanismos que favorecen la formación de la representación.

Más allá de las diferencias y similitudes existentes entre estas construcciones teóricas, ambas brindan la oportunidad de pensar las relaciones entre lo material y lo espiritual en la evolución de las sociedades, especificando y constituyendo el orden cultural como realidad social, a la vez que permiten operar como factor y posibilidad de transformación social. Resultan beneficiosas para la comprensión de los fenómenos sociales actuales puesto que reflejan las nuevas concepciones epistemológicas que atraviesan las ciencias sociales y develan los mecanismos a través de los cuales una sociedad construye su entorno como real y significativo. Su estudio permite establecer los sistemas de identificación e integración social mostrándolos palpables ante la invisibilidad social, tarea fundamental de las ciencias sociales.

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Guillermo
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Me gustaría conocer la bibliografía en la que se basó para este escrito por favor.

Yared
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