Hoy he perdonado. No sé si he perdonado yo, o Dios lo ha hecho por mí, viendo mis intentos ineficaces para ello.
Mi vida transitaba en un infierno de amargura, dolor y poder. Creyéndome entera y segura de mí. La oscura sombra del odio iba entristeciendo mi vida, sin dar lugar a la alegría y la emoción.
No era capaz de lidiar con el daño gigante y procaz. Era demasiado tremendo, me perdía en su inmensidad .
He invocado al Ser divino del Amor, pidiéndole que me ayude a lidiar con lo que no podía. Un nuevo amanecer apareció ante mis ojos. Mostrándome que en mi debilidad, aparece su fuerza.
El espíritu de amor ha cambiado mi lamento en danza, aunque no se haya modificado nada en realidad alrededor mío. He cambiado yo, que es lo más importante.
Las bendiciones concretas no son nada, sin la bendición de estar en paz con uno. “Porque, ¿qué hay si ganas todo el mundo pero te pierdes a ti mismo?” ¿Qué importa nada si te vuelves un ser sin alma?
He dejado los juicios, como aventurero cansado al llegar a su posada. He dormido el sueño quieto de quien se siente cobijado y en paz. Ya pasó. Ya está.
La vida está allí, para transitarla, descubrirla, amarla. La fiesta del campo, el aire subversivo, la primada de tribu cómplice, me ha vuelto en sensaciones de antaño. El mundo es mío, y al mismo tiempo no lo es.
Dios es perdón. Dios es luz. Dios es amor. Vuelvo. Volvamos…
Compártenos tu opinión