¿Por qué los varones tienen peor salud que las mujeres? Gozar de todo, no desear nada

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Psicoanálisis

En tiempos de Covid 19, hay una verdad que ha estado latente durante décadas y vuelve a emerger: los varones se enferman más que las mujeres. Se mueren más y tienen peor salud.

Si creyésemos en las lógicas lineales, esto no debería ser así. Los hombres son los poseedores del 97% de los recursos económicos del mundo, y la mayor parte de las propiedades inmobiliarias están a su nombre. Aunque estas cifras parecen risibles en un mundo que dice haber alcanzado la igualdad de género, nos plantea también una pregunta ¿por qué todos los privilegios culturales, sociales y económicos no se traducen en mayor salud?

Los hombres pueblan cárceles, comunidades de adictos, y lideran los números de terapias intensivas.

El médico y psicoanalista español Luis Bonino realizó un estudio según el cual, los mismos trabajadores de salud son los que excluyen a los varones de las prácticas de cuidado. Si un hombre va al médico seguido o se queja por dolores, es etiquetado como poco hombre. El paradigma es de hombre fuerte, que no llora, “que se la banca”, no importa lo que pase.

Pero, más allá de que los esquemas y mandatos patriarcales sean un peso desde lo biológico para los varones, quisiera analizar hoy, desde el psicoanálisis y las teorías de género, de qué manera los varones suelen ser empujados a lo que el psicoanálisis llama “goce” y ser marginales al mundo del deseo.

Para empezar ¿qué diferencia hay entre goce y deseo? El deseo suele tener que ver con el placer, y el goce con un más allá del principio del placer. El deseo se manifiesta en los vínculos, los intercambios, se ofrece acotado, porcionado, disfrutable. El goce se manifiesta en la competencia, el dominio, el dolor y el orgasmo. El deseo tiene que ver con disfrutar los procesos, el goce con buscar objetivos, no importa de qué manera ni a qué costo.

Ahora bien, las lógicas de competencia actuales, la manera en la que la economía se maneja, exige que los varones tengan cada vez más, sean más autoritarios, crueles y más potentes. Basta ver los ideales masculinos que encarnan Trump, Bolsonaro, Macri en su momento. Potencia, dominio, soledad, crueldad. 

Los héroes de las películas hollywoodenses no son personas que deseen. Son personas que se rigen por mandatos. Mandatos de matar, de ser violentos. La recompensa es una mujer flaca y sensual que les da sexo desde un cuerpo hegemónico y dominable.

No hay espacio para la seducción, ni el romance, ni la espera ni la duda. ¿Desea ir ese hombre a matar a otros? Nadie lo sabe. Nadie le pregunta. ¿Le gusta realmente esa mujer con la que se acuesta? No lo dice. Solo tiene sexo con ella. 

No sorprende de esta manera, que las mujeres lideremos los cursos universitarios y las carreras largas. A los varones se les prohíbe desde la cultura preguntarse acerca de la vocación: están allí para producir dinero. No hay espacio para los procesos. En las familias de clase baja, muchas veces los varones salen a trabajar desde adolescentes, mientras que las mujeres si pueden estudiar. Ellas no necesitan demostrar su hombría inmediatamente mediante el éxito económico.

Por otro lado, las amistades entre varones, suelen tener que ver con estas lógicas también. Muchas veces los varones han llegado a mi consultorio diciendo: “te elegí porque sos mujer, porque vos me vas a entender y a cuidar”. Cuando se los interroga por estas aseveraciones y se indaga cómo son las amistades con otros varones, y lo que aparecen son compañeros de fútbol, compañeros de trabajo, pero no es muy común que el varón encuentre otros varones con los cuáles bajar la guardia. Buscan eso en ellos muchas veces, pero las respuestas ante los conflictos suelen ser también respuestas desde la potencia: “no te podés caer, mirá que tenés una familia”, “dejáte de joder y vámonos de joda, no seas maricón”. No hay espacio para la contención ni el cuidado afectivo. 

Obviamente, el aparato productivo produce y a la vez aprovecha estas inseguridades que inocula en los varones de “no ser suficientemente hombre”. De no ser suficientemente productivo. De no ser suficientemente potente. Produce hombres más fáciles de explotar, más fáciles de consumir compulsivamente.

Dependerá de cuán amado, deseado y cobijado por su padre haya sido el varoncito para que estos mandatos se filtren de manera más o menos patogénica, más o menos alienante. El coto lo pondrá la educación afectiva que el niño haya tenido.

Si esta educación no fue muy exitosa, probablemente sea un varón abusivo, violento, y en algunos casos, violador. El aparato productivo necesita hacer sentir emasculado al varón para poder venderle cosas (autos, trajes caros, perfumes). Cuando el varón no puede acceder a esos emblemas, necesita poseer el cuerpo de una mujer: el mayor emblema del dominio de un territorio (esta es la razón por la cual los soldados buscan violar a las mujeres de los territorios que conquistan, por ejemplo). 

Estos mandatos masculinos se traducen en mayores desastres ecológicos, más desigualdad social y más violencia hacia la mujer. Por eso es perentorio empezar a analizar estos fenómenos. No solo para que los varones tengan mayor salud, sino para que todos y todas la tengamos.

Los varones merecen tiempo de descanso, recreación, reflexión, pensamiento. Al igual que las mujeres, que somos explotadas también, pero de otras maneras. Pero de aquello, hablaremos en otro artículo.

Hasta la próxima.

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SicologiaSinP.com - Silvia Golubizky

Lic. en Psicóloga. Especializada en Género y Desarrollo

Columnista de paramujeres.com.ar, ejerce como Psicóloga Clínica de niños, adolescentes y adultos. Su área de trabajo es la clínica psicoanalítica. Recientemente obtuvo un diplomado en Género y Desarrollo. Ha dictado talleres, seminarios y conferencias en Tucumán, Buenos Aires y Santa Cruz, en Argentina. En el exterior Santiago de Chile, Washington y Miami. Desde su web difunde trabajos de psicoanálisis y comparte información sobre la violencia de género y la salud mental. [...]