Los recuerdos son así… Están. Viven en la memoria perpetuos. Intachables. Intocables. Inimaginables…
Incluso a veces ni siquiera nosotros sabemos que están ahí, pero allí descansan, reposan, esperan… Solo basta una chispa que estimule la memoria… Y como si vinieran de la nada: ¡aparecen!, hasta borrosos a veces, marcándonos nuestra historia.
Tuve hace muchos años atrás un momento no fortuito, en el que alguien por motivos personales de su realidad, se encontró con “mi cajón en el placard” y en ese cajón mi memoria guardada, como si fuera mi “valija de recuerdos”.
En ese entonces estaba lejos de mi adolescencia que empezaba a quedar atrás, estudiaba en Buenos Aires, vivía con mi abuela, y sufría la distancia de mis padres y mis hermanos.
Aquel “cajón” guardaba mis escritos, mis poemas, alguna que otra carta de amor y muchos detalles ligados a mi pasado reciente…
Hoy pasaron muchos años de aquel entonces… Mi mochila de recuerdos guarda muchos otros instantes, y por más que aquello que fue material dentro de un cajón en mi placard fuera destruido… Nada ha podido borrar de mi mente las cosas que había ahí dentro… Partes no de mi presente, pero si de mis recuerdos…
Un cajón que no está… Y con él, el arrebato de la materialización de recuerdos…
Existem duas cartas na publicação , mandei pra você.