Psicoanálisis y Pensamiento Crítico (Parte V)

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Psicoanálisis

Luego de haber recorrido durante un mes los caminos del psicoanálisis y el pensamiento crítico a través de cuatro partes o capítulos sobre el tema, hoy les presentamos la última y cerramos con este ciclo. Al igual que con las anteriores, esperamos que en esta entrega final el lector quede satisfecho.

El psicoanálisis descubre las profundas determinaciones inconscientes que retienen al sujeto a una escena familiar de sufrimiento e inercia. Que nada cambie, dado que es mejor malo conocido que bueno por conocer. En este sentido, la perspectiva marxista no tiene mayor sustento con respecto a la realidad de las transformaciones sociales en el sentido de que no todos quieren aun recibiendo las posibilidades para que así sea. La idea de progreso, en este punto, queda puesta en tela de juicio. Veamos.

Nisbet ha desplegado de un modo muy esclarecedor cómo se gestó la idea de progreso inseparable de un modo de concebir la historia como el desarrollo unilineal del tiempo. En nuestra lectura, aprendizaje y acumulación serían dos componentes clave del concepto que plantean un problema. ¿Cuál? Básicamente, suponen un sujeto dueño del mundo, confiado en su capacidad de apropiación de lo real y puramente voluntarioso. Esta idea de que querer es poder, de que sólo basta desearlo para lograrlo es una referencia progresista paradojalmente muy oscurantista. Máxime en tanto y en cuanto rechaza de plano la concepción de una subjetividad resistencial y subordinada al imperio de sus fijaciones inconscientes. El psicoanálisis descree de la idea de progreso, radicalmente, porque no es una teoría evolucionista. Otra gran diferencia con disciplinas como la filosofía, la ciencia y la religión es que no supone ningún intento de apropiación de lo que es de manera omnímoda. Estas tres, en cambio, de algún u otro modo, ya sea por la vía del concepto, de la formalización o del sentido apuntan a cierta caída, a determinado desfallecimiento de lo Real ante sus armas. Cosa que sólo sucede de un modo relativo porque este último termina imponiéndose. Dice Héctor Mandrioni:

“Se ha dicho también que, cuando se habla de la realidad como objeto de la filosofía, no nos referimos a un sector de lo real, sino a toda la realidad. Este ideal ecuménico de la filosofía, de hecho, no ha sido negado por ningún filósofo, pues, inclusive el escéptico que se establece en la duda universal invencible, con su actitud negativa intenta asumir una posición valedera para todo lo real, o que incide, debido a las consecuencias que ella implica, sobre todo el campo de objetos posibles. Entrar en el nivel filosófico, es penetrar en un horizonte desde donde se intenta contemplar y legislar sobre todo lo real.”[1]

En esta extensa cita, se detecta claramente la posición filosófica básica, allende las diferentes corrientes críticas que vinieron a romper con la mirada clásica, siendo una de ellas por ejemplo el nietzscheanismo. Ahora bien, la diferencia crucial con el psicoanálisis es que este precisamente cifra su eficacia en considerar la presencia de un objeto imposible y, si bien en él hay formalizaciones, conceptos y sentidos, lo esencial juega a nivel de la causa. Lo Real para el análisis es justamente lo que es del orden de la causalidad de la realidad y no esta última. La realidad no es ´lo real´. Lo Real es el impasse mismo de toda realización entificante. La subjetividad es un intermedio entre el ocaso angustiante de la ausencia de ente y la consistencia agresiva del imaginario narcisista (moi). Un término medio entre el fenómeno y el noúmeno, inter el efecto y la causa. La psicología-psicoterapia cognitiva trabaja sobre los efectos. El cristianismo adormece la causalidad con un Otro. Las izquierdas anteponen el Ideal y recrudecen la mortificación del sujet.

Dentro de las famosas resistencias descubiertas o construidas por Freud, aparece aquella ligada al superyó y definida como sentimiento inconsciente de culpa o, posteriormente, «necesidad de ser castigado por un poder parental».[2] Nos interesa articular esta precisión clínica con la temática de la pobreza, entendiendo esta última como específicamente relacionada con la situación socioeconómica ya sea de un grupo social, familiar o de un individuo particularizado.

¿Qué factores hace que alguien no quiera o no pueda, justamente, progresar en la vida? ¿Qué sujeciones subrepticias amarran el lanzamiento del deseo en su plenitud? Estas son algunas de las preguntas a desarrollar, es decir, que me interesan poner a trabajar.

Podemos empezar preguntándonos qué es la culpa. Uno de los lugares freudianos en donde encontramos el nacimiento del sentimiento de culpabilidad es su famoso texto “Tótem y tabú”. Allí, el creador del psicoanálisis, nos relata la clásica situación pre-civilizatoria donde ese pseudo padre dueño del deseo es matado y comido por sus hijos, emergiendo recién ahí la introyección de la Ley, a raíz de la preexistencia de sentimientos amorosos hacia ese padre no-todo déspota. La culpa retaliativa y el remordimiento dan lugar a la constitución de la Sociedad. Ella es su resultado. El efecto es el deseo.

La cuestión de la repetición intergeneracional remite a las marcas [Eindrück] eficaces cuya incidencia es la de una gravedad que inmoviliza. El fantasma como espesura de un-sentido que se impone para el sujeto ampliado (comunidad, grupo, individuo).

Lo que buscamos desde el psicoanálisis es la diferenciación progresiva, a saber, desasir (y deshacer) para poder asir (y rehacer) nuevas formas o posicionamientos del sujeto. La lógica lacaniana de los anudamientos y desanudamientos en este punto resulta de interés para pensar los procesos de subjetivación. Se nos ocurre decir que, si el $ está sujeto a determinados significantes, lo subjetivante es el movimiento gracias al cual se produce la separación que habilita un re-enganche ulterior, nuevamente sujetador. Alienación/ desprendimiento y, mientras tanto, la vida, con todos sus acting out, pasajes al acto y demás singularidades de la fenomenología del hablanteser en su abertura.

La trama densa de hilos disímiles que atraviesan un cuerpo dado, forjando una histórica subjetividad situada y concreta – es decir: Pedro, Pablo, Emanuel – constituyen una mochila enorme que variará según justamente la contingencia sociohistórica de ese cuerpo mismo, o si vamos a referirnos a lo que hace un rato llamábamos sujeto ampliado, a esos cuerpos mismos en su estar-allí, viviendo, coexistiendo, cohabitando, ocupándose de sus asuntillos. Hay hilos más espesos y sobredeterminantes que otros. Dentro de todas las marcas que barran a una subjetividad, siendo a la vez constituyentes de ella, hay a nuestro entender uno que tiene un cierto privilegio y que pasa “por el tejido de su devenir, como uno de los más importantes hilos entre los hilos de sus experiencias…”[3]. Se trata de la cuerda del deseo. Esta última, dirige al sujeto de modo esencial, conduciéndolo a vivir situaciones totalmente inesperadas, gracias a las cuales el ser de ficción virtual que se articula a nuestro fantasma, pierde consistencia.

No creemos que la pobreza sea estructural, como dicen. Lo de estructura es la malicia de los vivos de siempre que efectivamente gozan y monopolizan los recursos societales, introduciendo en su cálculo la necesidad de que otros pierdan, quedando al borde del tablero. Mantenerlos al límite: esa es la forma más eficaz de dominación. Quitarles la posibilidad de elegir. Desde el pensamiento crítico creemos que otras formas de existencia deben ser posibles. No creemos que la postura neoliberal-capitalista sea el único modo posible de estar-ahí. Pero pensar críticamente es algo que juega por la vía de la ética y no de la moral. O sea, no se trata de reemplazar ideales que se creen degastados por otros que serían supuestamente mejor. Siguiendo la lógica del psicoanálisis, en cambio, sostenemos que la genuina construcción va por la vía de cuestionar toda certeza absoluta que se autoproclame como EL camino y que, en su despotismo, busque invizibilizar otras miradas acerca del ser, o mejor dicho, sobre el devenir. Multiplicidad y movimiento como características del Ser que aparecen desmentidos en la vertiente del Discurso del Amo. Plantea Enrique Carpintero: “[el capitalismo neoliberal] Para sostener sus creencias niega que se basan en una concepción ideológica desde donde construye sus mitos”[4]. Es nodal desmontar el fantasma capitalista no para abolir su existencia misma sino para – objetivo mucho más humilde – acotar la modalidad de goce que ha venido a poner en juego y que cada tanto retorna, ya bajo el rostro neoliberal, ya bajo otras máscaras.

La ceguera canalla de no querer ver la realidad. El famoso Yo no tengo nada ver con la miseria, la pobreza, la enfermedad, la locura, la muerte. Recluirse en un fantasma defensivo para desde allí sostener los propios privilegios. El tema del pensamiento crítico que me he propuesto elaborar supone cuestionar no solamente en la vertiente de sujeto analítico, para nada fácil – desde ya –, sino agregar un cuestionamiento más profundo a nivel de lo que somos como subjetividad. Insisto en que este es el estilo específico al que me ha llevado tal vez mi propio análisis. Es decir, ha abierto la pregunta, siempre latente, respecto del lazo en relación al Otro epocal. La ladera del analista-ciudadano o, si se quiere, del analizante-ciudadano en tanto uno investiga y se pregunta siempre desde un lugar de analizante. ¿De qué se trata esa tragedia común que nos solidariza como hermanos (no necesariamente en un sentido religioso)? Si bien todos estamos en falta, ¿cómo se articula esa falta en relación a los contemporáneos? ¿cuál es mi grupo de pertenencia en relación a la posición subjetiva frente a la castración? Creo que el lazo social posibilita agrupamientos no sólo en relación a ideales o marcas comunes, sino que es posible otra colectividad vinculada al hecho de la causa. Inclusive, siguiendo ciertas aportaciones de Erik Porge, quizá altamente conocidas por otros pero que llegan a mí hace poco, hay posibilidades de pensar la masa en un sentido no-narcisista. Estas preguntas me exponen, no más de lo que se expuso Freud al proponer sus pensamientos y su modo de abordar, por ejemplo, los sueños.

El psicoanálisis, sólo puede ser relanzado anudándose a algo novedoso. Esto novedoso no está más adelante, está al contrario más atrás, o por qué no, en la contemporaneidad. Lo extemporáneo o, al estar nietzscheano, lo intempestivo, con el doble sentido del significante en su equivocidad, es el decir analítico que no hace las paces con ningún emblema instituido – se trate de Escuelas, de Cátedras, de Instituciones, de Apellidos. La dirección es la de lo que no cuaja con el superyó. Hacerle frente a sus contundentes directrices. El orden social, el control disciplinar, la pululación de significaciones anodinas estrictamente arraigadas en la vertiente virtual de este momento histórico. La coartación del ser-sexuado por la imposición de modelos cristalizados que pretenden cerrar el sinsentido de la castración en una redoblada estrategia del narcisismo. Reacciones defensivas frente al Amo que le hacen la jugada anulando la diferencia sexual (progresismo retrógrado, vale decir).

Simplemente se trata de ver cómo efectivamente podemos “no errarle tanto” en nuestra función a la subjetividad de este momento y de este lugar. Dentro de esa subjetividad está nuestro sujeto dividido, como trenza que anuda goce, deseo y amor – pero no hay que olvidar las demás determinaciones subjetivas porque se ligan a la realidad, es decir, a eso que llamamos «castración».

Para finalizar, agregar algunas preguntas para dejar pensando al lector- o, quizá, ellas lo piensen a él:

  • ¿Es posible el psicoanálisis dentro de una sociedad sin pensamiento crítico?
  • ¿Hay discurso psicoanalítico cuando el énfasis está tan puesto en la mirada academicista?
  • ¿Estamos los profesionales de la Salud a la altura del padecimiento de la época? Es decir, ¿brindan las aulas contemporáneas un soporte teórico-práctico suficientemente bueno para ser dignas de generar sujetos capacitados hacia el terreno de una «praxis»?

A continuación le dejamos la serie completa:

¿Qué significa pensar críticamente? De la estulticia al desasimiento (Parte I)  

¿Qué significa pensar críticamente? De la estulticia al desasimiento (Parte II)

¿Qué significa pensar críticamente? De la estulticia al desasimiento (Parte III)

¿Qué significa pensar críticamente? De la estulticia al desasimiento (Parte IV)

 

[1] Mandrioni, H. (1964); “La filosofía como conocimiento fundamental de la realidad” en Introducción a la filosofía. Editorial Kapelusz, Buenos Aires, 1981. Capítulo 12. Punto 1: “El fundamento de lo real.” Pág. 224. Subrayado nuestro.

[2] Freud S.; “El problema económico del masoquismo”.

[3] Rilke, A. M.: Cartas a un joven poeta. Carta I del 5 de Abril de 1903 a Franz Xaver Kappus. Losada Ed., Buenos Aires, 2007.

[4] Carpintero, E.: “Patologías del neoliberalismo” en Revista Topía, Agosto 2016.

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