La Sinrazón de la Guerra

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Psicología Clínica

Desgraciadamente durante estos meses la guerra ha ocupado todos los titulares del mundo entero. La invasión del ejército ruso en Ucrania ha llenado de incertidumbre a la población mundial.

Los psicólogos somos profesionales que intentamos ayudar a las personas para que se sientan bien y superen sus problemas. En este caso, duele muchísimo escribir estas líneas ante la sinrazón de que en el siglo XXI surjan y continúen conflictos armados en diferentes países. Al punto que, en algunos casos, hasta nos hemos olvidado de que muchas personas de todas las edades (ancianos, adultos, jóvenes y niños) llevan años sufriendo el despropósito de la guerra en países como Yemen, Siria o Palestina.

Los efectos psicológicos son las heridas invisibles de las guerras. Cicatrices que no se marcan en la piel, pero que pueden durar años. Cuando se habla de guerras, los titulares de prensa suelen reparar en los avances militares, las declaraciones de los dirigentes políticos y las reacciones de la comunidad internacional. Las muertes y la destrucción de infraestructuras saltan a la vista. Como consecuencia del conflicto, aparecen rápidamente el aumento de los precios de los alimentos y las necesidades básicas, la escasez de suministros médicos, el colapso del sistema educativo, las migraciones y el caos. Pero hay un aspecto que suele recibir menos atención mediática: el impacto psicológico y psiquiátrico en quienes viven la guerra en primera persona, y cuya salud mental se verá gravemente afectada: con la guerra llega el miedo a morir, la incertidumbre, el caos. No se trata únicamente de los impactos de las bombas o del exilio forzoso, sino que se ve truncado todo un plan de vida. Ya nada volverá a ser igual. Sin escuelas, sin centros de salud, sin alimentos, la población se ve forzada a abandonar a su familia, su país, su origen cultural.

Los conflictos armados pueden hacer saltar por los aires los proyectos de toda una generación. Al principio, la población está sometida a un estrés inicial; en términos clínicos: ansiedad reactiva. Pero, con el paso del tiempo, y en función de las experiencias personales y cuánto dure el estrés, pueden surgir trastornos psiquiátricos que impidan a las personas rehacer su mundo.

Según un estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS), publicado en 2019 en la revista médica británica The Lancet, una de cada cinco personas en zonas de conflicto vive con algún tipo de trastorno mental, desde la depresión leve hasta cuadros agudos de psicosis.  Actualmente en el mundo hay 53 conflictos bélicos activos, solamente con Ucrania y Afganistán, estaríamos hablando de alrededor de ocho millones de personas con distintos problemas psíquicos ocasionados por la guerra, lo que nos daría una idea aproximada de la magnitud de estos problemas.

En el análisis sistemático de la OMS estaban representados 39 países. Se tuvieron en cuenta estudios publicados desde 1980, coincidiendo todos ellos en una dura realidad: el 10% de las personas que viven situaciones de guerra tendrán graves problemas de salud mental, mientras que, al menos, otro 10% desarrollarán conductas que harán difícil el día a día, incluyendo problemas psicosomáticos como el insomnio o los dolores de espalda y de estómago.

Los cinco trastornos más frecuentes

El estudio identificó cinco trastornos recurrentes en zonas de conflicto, presentes en más del 22% de las personas que han vivido una guerra: depresión, ansiedad, trastorno de estrés postraumático, trastorno bipolar y esquizofrenia.

El ánimo decaído y la ansiedad son dos de las manifestaciones más comunes y naturales en una situación de conflicto armado. La separación familiar, la pérdida de la propiedad y el empleo, la interrupción del acceso a los servicios básicos y la sensación de angustia debida a la anticipación lo que está por venir son situaciones amenazadoras.  Reaccionar con miedo, tristeza, angustia y preocupación es completamente normal en tal caso, y todavía no estaríamos hablando de trastornos. Pero si las causas que provocan esas reacciones se prologan en el tiempo, o son lo suficientemente intensas, pueden desembocar en trastornos psiquiátricos que siguen afectando a las personas cuando ya no están en peligro.

La depresión y el trastorno bipolar forman parte del grupo de los trastornos del estado de ánimo (a veces llamados trastornos del humor). Su principal característica es que la persona manifiesta un humor anormal, que puede ser muy decaído (como en la depresión mayor), excesivamente elevado (manía) o distintas combinaciones de episodios de humor elevado con humor deprimido (trastornos del espectro bipolar).

El trastorno depresivo mayor es el trastorno del estado de ánimo más común, pudiendo llegar a ser muy peligroso. El individuo cae en un estado de profunda tristeza, siendo incapaz de disfrutar, desconectado de cualquier interés, y cuyos sentimientos de culpa o inutilidad pueden desembocar en conductas suicidas.

Los trastornos de ansiedad, por su parte, se caracterizan por una ansiedad excesiva, preocupación elevada e irritabilidad. Al igual que ocurre con los trastornos del estado de ánimo, estas afecciones de la ansiedad causan problemas de sueño, falta de concentración y fatiga, entre otros.

Un tipo de trastorno muy frecuente en las guerras es el trastorno de estrés postraumático (TEPT), que afecta tanto a los civiles como, con frecuencia, a los soldados. El miedo transitorio que todos sentiríamos tras escuchar una explosión cercana, por ejemplo, se prolonga durante muchos meses, de tal modo que la persona reexperimenta de nuevo el suceso traumático, sufriendo pesadillas y sobresaltos, y desarrollando conductas evitativas que dificultan su día a día. Los recordatorios del suceso traumático pueden ser constantes, una auténtica pesadilla para quien los sufre.

La esquizofrenia es el quinto de los trastornos más frecuentes en zonas de conflicto. Es el trastorno psicótico más común. Se caracteriza por la presencia, en algún momento de su desarrollo, de delirios y alucinaciones que alteran la percepción de la realidad. Los delirios más frecuentes son de tipo persecutorio: la persona siente que alguien le persigue para hacerle daño, sean personas o instituciones. Pero, en esta ocasión, tales enemigos solo están “en su mente”. A pesar de su irracionalidad, los delirios se viven con gran angustia, siendo quien los padece incapaz de distinguir lo real de lo imaginado. El discurso y el comportamiento desorganizados también suelen ser síntomas de la esquizofrenia.

Mujeres, niños y enfermos: los más vulnerables

Por desgracia, en países como Ucrania, Etiopia o Israel, por citar algunos, está lloviendo sobre mojado. Algunos niños de estos países en conflicto han conocido los bombardeos desde que nacieron y junto a los menores, sus madres conforman el grueso de quienes escapan en un doloroso exilio. Las mujeres, con frecuencia las únicas a cargo de los niños, acarrean con la responsabilidad de salvar la vida de sus pequeños, y proporcionarles una mínima estabilidad fuera de sus fronteras, mientras sus padres se suman a las filas para combatir.

En el contexto actual, la pandemia de COVID-19, junto con la falta de acceso a servicios básicos como el acceso al agua, la salud o los transportes, hacen aún más vulnerables a los enfermos psiquiátricos, que quedaron muy lejos en la lista de prioridades. Quienes ya luchaban contra un trastorno mental, verán ahora muy agravadas sus enfermedades.

Cada vez sabemos más sobre las fatales repercusiones psicológicas que tienen las guerras. Dada la incontestable evidencia disponible, urge que las instituciones internacionales prioricen el desarrollo de servicios de salud mental en contextos de guerra, destinados tanto a quienes permanecen dentro de sus fronteras como a las personas desplazadas, que huyen del terror en busca de una mínima esperanza; que anhelan dejar, algún día, de sobrevivir, para empezar, de nuevo, a vivir.

A modo de resumen

Nada puede justificar una guerra. La destrucción afecta a las condiciones de vida de las personas y todo ello genera graves problemas tanto en la salud física como mental que se ceba con personas inocentes.

Inseguridad, incertidumbre, inquietud, dolor… provocan cambios en el estado de ánimo, ansiedad y angustia, miedo y temor constantes, etc. que no solo ahora sino después de este horror, acompañará la vida de estas personas, tanto de un bando como del otro, porque las secuelas físicas y mentales de los combatientes y angustia de sus familiares permanecerán en el tiempo.

LA PAZ es el bien más preciado y que cualquier ser humano se merece. Es inconcebible que en el siglo XXI continúe habiendo guerras en diferentes partes del planeta.

¡PAZ Y NO GUERRA!

Referencias

American Psychiatric Association. 2013. Diagnostic and statistical manual of mental disorders

https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC6657025/

https://lamenteesmaravillosa.com/el-desastre-psicologico-de-la-guerra/

 

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Estudiante de Psicología

Estudiante de 3er año de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana. Miembro de la Comisión de Comunicación de dicha facultad. Miembro del Proyecto TerrA. Miembro de la Comisión de Comunicación del Proyecto Escaramujo. En 2020 fue parte del Comité Organizador del Evento Académico Adolescer [...]