Relación entre estrés y crisis epiléptica

estres-crisis-epilepticas

Epilepsia, Psicología Clínica

Anteriormente se aceptaba que el estrés y las crisis epilépticas estaban asociadas, pero no es hasta la década de los años 70 del pasado siglo que se precisa el hecho de que el estrés podía desencadenar los ataques. La ansiedad, la cólera y ciertos eventos comenzaron a percibirse como factores capaces de inducir o exacerbar las crisis. Sin embargo, estos estudios, pioneros en ese campo, tenían serias limitantes metodológicas al basarse en descripciones de un pequeño número de pacientes y por consiguiente, pasaron inadvertidos para la comunidad científica.

Con posterioridad, al determinarse el hecho de que los eventos diarios es- tán asociados a la salud física y mental, y que en última instancia, caracterizan en uno u otro sentido la vida del individuo, surgió un interés especial por correlacionarlos con las crisis epilépticas, no solo para comprender el origen de los ataques, sino porque se avizoró que, controlando o modificando el impacto de estos sucesos sobre el individuo, podría lograrse algún nivel de control sobre las crisis.

Es así como un grupo de especialistas del Centro Regional para la Epilepsia de la Universidad de Washington (Seattle, EE.UU.), centraron su trabajo en el tema. Entre otras cosas, se proponían precisar si había relación entre los even- tos vitales y la frecuencia de los ataques, así como entre percepción del estrés y crisis. Por último, intentaron estimar cuantitativamente el nivel de riesgo. Para llevar a cabo ese empeño diseñaron un instrumento conocido como “Escala de eventos diarios y registro diario de crisis y tensión”, el cual resulta de gran utilidad para el estudio del estrés en el campo de la epileptología.

Los resultados obtenidos por esos investigadores demostraron que existe una relación positiva entre estrés y frecuencia de los ataques, que la percepción del estrés también se asocia a la mayor incidencia de las crisis y que los agentes estresantes negativos tienen más poder en el incremento de los ataques. Esto último se hace notable, incluso, en las primeras 24 h después del suceso, y cuando este se halla vinculado con las esferas escolar y laboral, las crisis presentan mucha mayor incidencia.

A partir de ese estudio se han generado algunas aproximaciones al tema. Los trabajos sobre el locus de control que se entiende como predominio en cada paciente de formas de control externo o autocontrol de su comportamien- to, han sido replicados en pacientes con epilepsia. En un grupo de pacientes a quienes se les había indicado lobectomía temporal anterior, se encontró una relación estadísticamente significativa entre depresión y locus de control exter- no. También los trabajos sobre desesperanza aprendida han sido llevados a esa área y se ha comprobado la prevalencia de síntomas depresivos como consecuencia del desamparo aprendido. Finalmente la incidencia del distress psicológico sobre la conducta de salud de estos pacientes ha sido evaluada como generadora de inadaptación general al potenciar la acción de los principales factores de riesgo.

Se considera que la terapia de grupo es recomendable en la epilepsia por- que a partir del compañerismo se desarrollan estrategias para enfrentar la enfermedad o porque el resentimiento hacia las personas que no padecen de epilepsia y la autocompasión disminuyen. Si el estrés no se genera por causa del individuo ni del entorno, sino que es consecuencia de la interacción entre ambos e implica una evaluación de amenaza ante la cual el individuo no tiene recursos, entonces el paciente con epilepsia es especialmente vulnerable. Dadas las características de esta enfermedad, no solo es muy probable la exposición a eventos vitales que entrañen pobre control y desajuste, sino que el propio proceso de evaluación cognitiva se verá afectado, ya que los trastornos psicosociales descritos con antelación determinan que con frecuencia, se vislumbren consecuencias negativas que atentan contra el bienestar del sujeto.

Se propone la utilización de procedimientos dirigidos a la reducción de los niveles de estrés y a mejorar los estilos de afrontamiento. La influencia puede ser focalizada en la cognición, la emoción o la conducta. Lazarus recomienda el empleo de terapias flexibles y polifacéticas o multimodales, con el argumento de que solo así hay mayor probabilidad de establecer procesos correctivos. Como se ha podido precisar con anterioridad, el paciente con epilepsia es objeto de una serie de factores psicosociales capaces de generar estrés. Esto determina que pueda presentar descompensaciones de sus ataques, e incluso, alteraciones psíquicas concomitantes.

La relación entre estrés y crisis epiléptica sugiere la posibilidad de probar nuevas alternativas interventivas diferentes al tradicional aumento de la medicación anticonvulsiva. Una opción válida es, sin lugar a duda, el empleo de procedimientos antiestrés. Por las características de la enfermedad epiléptica, este tipo de procedimiento puede ser muy útil al influir sobre los aspectos cognitivos, afectivo-emocionales y conductuales del paciente ya que las altera- ciones psíquicas asociadas a la epilepsia suelen afectar cualquiera de las áreas mencionadas.

Tomando en cuenta estos presupuestos y una vez demostrada la vulnerabilidad del paciente con epilepsia ante el estrés, el autor se propuso desarrollar un procedimiento interventivo dirigido a prevenir las manifestaciones agudas de esta enfermedad. Para desarrollar dicho enfoque preventivo fue imprescindible partir del elemento salud y superar la contradicción que supone basarse en el mismo para incidir sobre individuos enfermos, lo cual fue posible a partir de un criterio simple: las crisis epilépticas se controlan con medicamentos, pero la adaptación psicosocial de estas personas a su enfermedad y la superación de los factores de riesgo correspondientes, demandan otro tipo de intervención facilitadora.

En este sentido resulta acertado partir de los postulados de la Psicología de la Salud como rama aplicada de la psicología que se dedica al estudio de los componentes subjetivos y de comportamiento del proceso salud-enfermedad y de la atención de la salud. En consecuencia, a la Psicología de la Salud le interesa el estudio de aquellos procesos psicológicos que participan en la determinación del estado de salud, en el riesgo de enfermar, en la condición de enfermedad y en la recuperación, así como las circunstancias interpersonales que se ponen de manifiesto en la prestación de servicios de salud. Esto se expresa en el plano práctico en un amplio modelo de actividad que incluye acciones útiles para la promoción de salud, la prevención de las enfermedades, la atención a los enfermos y personas con secuelas y para la adecuación de los servicios de salud a las necesidades de quienes los reciben.

Basarse en una posición sanitarista no significa ignorar la atención o cura- ción de los enfermos. No debe llamar a confusiones que se diga Psicología de la Salud, pues en términos simples se prefiere utilizar en su denominación la que alude a la parte positiva del proceso, pero se está hablando de psicología aplicada a la salud y a la enfermedad con sus secuelas.

En el año 1997, la OMS en coordinación con 2 importantes organizaciones no gubernamentales: la ILAE (Liga Internacional contra la Epilepsia) y el IBE (Buró Internacional para la Epilepsia) lanzó una campaña global llamada “Sacando la epilepsia de las sombras”. Con esta campaña se proponía sensibilizar a los estados sobre los problemas que afectan a estos pacientes, perfeccionar los tratamientos empleados y mejorar la calidad de vida. Cuba se sumó a este empeño con campañas en la prensa nacional y cursos de actualización y entrenamiento para el personal médico y paramédico. Según la OMS, esta campaña tiene 2 objetivos básicos: contribuir a una mejor comprensión de esta enfermedad e identificar las necesidades de promoción, educación, tratamiento, servicios y prevención.

En el 2001, casi 4 años después de inicio de la campaña, se dio por conclui- da la primera fase y, paralelamente, se inició su segunda fase aun vigente con la finalidad de enfatizar en aspectos pendientes. Los objetivos generales que se pretenden alcanzar son incrementar la conciencia en los profesionales de la salud y en la población en general acerca de que la epilepsia es una afección cerebral tratable que tiene carácter universal, llevar la epilepsia a nuevos planos de aceptabilidad en el dominio público, perfeccionar la educación acerca de la epilepsia, identificar las necesidades de las personas con epilepsia y alertar a los países acerca de esas necesidades para que contribuyan a su satisfacción. Entre las prioridades se mantienen los cuidados que la enfermedad demanda, el alivio de la carga económica que se le atribuye y la defensa de los derechos de los pacientes.

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