Quiero existir, no consumir…

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Historias, Social

Hace poco más de un año que inicié la aventura de conocer el mundo real. Antes de comenzar la travesía capitalista, la realidad insular que me había albergado por tres décadas lucía como un mundo único, aislado e infranqueable el cual no tenías oportunidad de abandonar. Cuando la mentalidad es condicionada por tanto tiempo, resulta difícil modificar comportamientos, actitudes, cambiar de ideas y tomar riesgos. Los últimos tiempos han ido quebrantando la invulnerabilidad informativa con que contábamos para abrirnos los ojos y las puertas al mundo real.

El primer contacto fue efímero y determinante para continuar con la empresa. Argentina fue el destino que llenó los ojos de ilusiones y futuro. Cuento con la suerte de la facilidad de amigos y una gran cantidad de ellos se encuentran viviendo en el extranjero. Todo lo negativo que pueda ser dicho sobre la realidad de sus vidas fuera de las fronteras nacionales quedó relegado a un segundo plano cuando se tienen tantos deseos de experimentar un modo y estilo de vida totalmente diferentes por completo a lo que había experimentado hasta el momento.

El encuentro inicial fue de deslumbramiento total y definitivo. La parte linda fue solo la apreciada, las facilidades, la comodidad. Cuando tocó regresar después de 10 días de haber vuelto a nacer, todo fue encontrado con más defectos de los que había sido dejado y el impulso a vivir en la realidad imaginada de unos pocos días, se acrecentó sobremanera. Mi amiga clarividente me lo recordaba a menudo: … vas a dejar los problemas de aquí para comenzar a arrastrar los nuevos problemas de allá… ciertamente nunca se equivocó. El reto no se hizo esperar y emprendí vuelo. Todos los días recuerdo a aquellos que me aconsejaban y también entiendo el por qué no regresaban. El exilio duele pero al mismo tiempo te enseña a ser independiente, a valorar el esfuerzo personal y el sacrificio con que se logran las cosas.

Una de las mayores impresiones que me llevé fue al entrar a un mercado común como el más singular de todos los mercados. La casi infinita variedad de productos y marcas nublaba la vista y en particular por un momento me distorsionó el pensamiento. Eso como lo más relevante en cuanto a insignificancia se refiere, pues no se asemeja con el verdadero poder consumista que estaba por experimentar. Consumo luego existo, un juego de palabras con el famoso cogito ergo sum cartesiano y empleado por Frei Betto[1] para llamarnos la atención que vivimos en un mundo globocolonizado donde más que ciudadanos se necesitan consumidores. No es interés de los medios, el que las personas tengan valores, sino que hagan consumo. Estas reflexiones, permitieron a Frei Betto, concluir en un pensamiento simple y como tal de gran importancia para nuestros tiempos, a saber: que no tenemos ya paradigmas como en algún momento lo fueron Gramsci, Luther King, etc. Este espacio ha sido sustituido por figuras y personajes que Hollywood ha creado.

El Norte, segundo destino en la nueva cosmovisión/interpretación de mi mundo, me esperaba con los brazos abiertos, repleto de sueños, oportunidades y posibilidades. La sabiduría popular nunca se equivoca y uno de sus refranes más auténticos nos dice: el camino al infierno está plagado de buenas intenciones, en otras palabras, el camino hacia el Norte está determinado por y hacia el consumo total. Hasta el momento la experiencia había sido a medias, lo conocido era capitalismo de país subdesarrollado, igual de brutal en su forma y contenido. El verdadero salvaje venía maquillado y además enmascarado en bola de cristal, el propósito siempre el mismo, sueño americano, sueño de consumo.

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En detrimento de la ciencia que nos ocupa, se encuentra el hecho de estar al servicio de la manipulación mental en favor del consumo desorbitado. Los mensajes subliminales inundan la vida en esta sociedad de acción, dinámica hasta en el sueño. Todos motivándote a comprar, usar, gastar, vivir. Después de un tiempo te das cuenta con relativa facilidad cómo una de las principales motivaciones de las personas se vuelca hacia el consumo. Apartan a un lado su individualidad para convertirse en sujetos de consumo.

El sistema de relaciones sociales en el que se ven envueltos no concibe una calidad de vida adecuada si el buen vivir no va de la mano con la adquisición monetaria y las posibilidades de consumo que el mismo brinda. Por una parte la idea de recalar en este destino siempre fue el objetivo final, pero el sueño no siempre se encuentra en concordancia con la realidad. La batalla interna apenas comienza, es una dura lucha a favor de la individualidad. No se trata de luchar contra el consumismo y el estilo de vida impuesto y aceptado socialmente como correcto, más bien la idea por encima de todo se enfoca en mantener los valores. Se decidió llegar para mejorar, para cubrir escaseces de todo tipo, no para crearnos más necesidades.

La mínima experiencia vivida no me alcanza más que para caer en el incierto camino de la especulación. La probabilidad de convertirse en un ente manipulado no dejará de existir y se mantendrá al acecho. Cada presa es un premio en su meta de abarcarlo todo. La globalización de la información tiene ventajas ilimitadas que para el ciudadano común se asemejan a un regalo divino. El capitalismo no confía en otros sistemas o contrapartes, de la misma forma no podemos segarnos y abandonar nuestra vida a su antojo. Nada bueno resultará de ello. Tampoco es bueno un sistema en el que piensen por ti y te manipulen la mente para no conocer. Ambos extremos en ese sentido resultan maliciosos, egoístas y deficientes.

El Norte me recibió con un lema: Consume. Al Norte llegué con una premisa: Existe, realízate, libérate. Mientras tanto continua la vida y la lucha interna no cesa.

[1]   Frei Betto en entrevista para el programa Dossier de la cadena Telesur, el 30 de enero de 2013.

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