Prostitución: Un debate filosófico

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Filosofía

Desde el pasado precolombino, en Latinoamérica, las niñas iniciaban su vida sexual a los 15 años, por lo que eran entregadas al cacique o jefe de la tribu (Shuman, 2018). De este modo, se legitimaba a los hombres como únicos dueños del cuerpo de las muchachas, encargados de iniciarlas sexualmente. Luego de la colonización se estableció como costumbre la presentación de las jóvenes en sociedad para ser elegidas como esposas. Muchas veces las menos beneficiadas económicamente eran relegadas a ser concubinas.

La prostitución pertenece a la historia de la humanidad. En Europa, durante la Edad Media, se consideraba por la Iglesia y el Estado como un mal necesario, siendo funcional a la estabilidad de la sociedad e impidiendo la realización de pecados. Este fenómeno estaba entonces enmarcado en la dicotomía entre la función reproductora y sexual de las mujeres. En aquella época, las mujeres honradas no debían tener deseos sexuales, pues debían conformarse con su rol tradicional de cuidadora y ama de casa, cuya meta era la reproducción. Los hombres, por el contrario, tenían el derecho de satisfacer sus pulsiones.

Este fenómeno estaba asociado a la idea de la sexualidad masculina como insaciable, incontrolable. Por ello, había que legitimar formas para apaciguar este instinto sin destruir lo que se consideraba como el núcleo sagrado de la sociedad: la familia. Hasta ese momento, la prostitución era considerada como un mal menor que permitía a los jóvenes iniciarse en la vida sexual, a los solteros satisfacer sus necesidades eróticas y a los hombres casados solucionar la insatisfacción sexual que encontraban en sus casas.

Existen varias posturas alrededor del fenómeno de la prostitución. Según Garaizábal (2014) el movimiento feminista, que en un principio criticaba a estas mujeres por considerar la sexualidad como algo sagrado, por desconocimiento de la realidad de las prostitutas, por victimizarlas, por enjuiciarla como una actividad indigna; actualmente defienden en su mayoría que estas mujeres son transgresoras de las normas sociales, son independientes económicamente y realizan un trabajo, una actividad que puede ejercerse de maneras muy diferentes. Consideran que es importante diferenciar las que se prostituyen obligadas por otras personas y las que lo hacen por decisión individual, así como que la prostitución tiene que ver con la situación de desigualdad de las mujeres en relación con los hombres, con la pobreza, las desigualdades económicas, etc. Además, al ser consideradas como trabajadoras, abogan porque se les reconozcan sus derechos de manera igualitaria con respecto al resto de los trabajadores.

Al respecto, Péter Szil (2018) considera que la demanda masculina es el factor constituyente de la prostitución. A su entender, el discurso de que las mujeres que se prostituyen por su voluntad y que, por ende, hacen lo que quieren con su cuerpo, solo pretende abrir una brecha entre la trata de mujeres y la prostitución, cuando en realidad son fenómenos interdependientes. De esta manera, se oculta el hecho de que para que una persona se convierta en prostituta hace falta que alguien ejerza el supuesto derecho de prostituirla. Por ello, defiende que ser prostituta no es el oficio más antiguo del mundo, sino la prostitución una forma ancestral de violencia patriarcal.

La prostitución existe porque hay una demanda y los consumidores de los servicios sexuales son casi exclusivamente hombres, ya sea prostitución heterosexual u homosexual. El acceso libre al cuerpo de las mujeres tiene sobre el carácter de los varones y su percepción de las relaciones con las mujeres un efecto de desigualdad en todos los aspectos, empezando por el sexual. Sven-Axel (citado por Szil, 2018, pág. 11), define cinco categorías principales según los diferentes matices del menosprecio hacia las mujeres y de su instrumentalización por los hombres.

En la fantasía de la puta guarra, que encierra sentimientos contradictorios de fascinación, desprecio, atracción y odio hacia la prostituta, se define la manera de relacionarse en diferentes situaciones, no solo en la prostitución. Ambas representaciones: mandona y puta, convierten a la mujer en un objeto, uno respetado y el otro despreciado. Esto constituye uno de los peligros de la prostitución, ya que ninguna prostituta está a salvo de la intimidación y la violencia que el cliente se puede permitir. En la categorización de las prostitutas como otra forma de sexo, que impulsa a los hombres a buscar este servicio, la mujer no posee ningún valor real como sujeto humano pleno, su único valor reside en el cuerpo y su prestación sexual.

La prostitución institucionaliza las suposiciones más básicas de la dominación masculina como orden social y civilizatorio. El proceso de socialización de los hombres está construido sobre la certeza de que su sexo les otorga el derecho a disponer de su entorno, del espacio y del tiempo de otros, sobre todo de otras. Este derecho también se extiende al cuerpo y a la sexualidad de las mujeres (Szil, 2018).

Esto impacta sin lugar a dudas en la manera en la que hombres y mujeres se desenvuelven y relacionan en la vida cotidiana, así como en el modo en el que manifiestan su sexualidad. Dado es el caso de los efectos que ha traído y continúa trayendo la pornografía para personas de cualquier grupo etario en la idealización de la sexualidad. La relación intrínseca entre pornografía y prostitución queda patentizada desde su etimología, surge del francés pornographie, tratado de prostitución, dibujo o publicación obscenos.

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Estos efectos encierran la imposición a las mujeres de que tienen que fingir satisfacción hasta creérselas ellas mismas, la posición de la mujer desde la objetivación, la sumisión y subordinación a la figura masculina, la exhibición de genitales afeitados que dan la idea de mayor exposición y desprotección, de niñez en el caso de las mujeres y aumento de superficie manipulable en los hombres, de golpes en las nalgas que solo se realizan a las mujeres, aparentemente para aumentar la excitación, entre otras, que van marcando el modo en que ocurren las relaciones interpersonales.

La relación cuerpo y prostitución ha provocado muchas controversias, pues se trata de la venta del cuerpo, es asumir y adecuar el propio cuerpo como mercancía en aquel intercambio comercial de cuerpo femenino por placer masculino (Moncada, 2012). De este modo, la mujer deviene objeto de su propia actividad. Según Marx (citado por Kohan, 2001) si el sujeto se objetiva, su producto se independiza, cobra autonomía, se vuelve hostil y el sujeto no tiene la posibilidad de volver a ponerlo bajo su control. Se podría de esta forma realizar una analogía entre lo que menciona el autor y lo que ocurre en el ejercicio de la prostitución, pues una vez entregado su cuerpo como mercancía, simbólicamente no regresa a su poder.

En el concepto de sujeto, elaborado por Michel Foucault (citado en Moncada, 2012): “existen dos significados de la palabra sujeto: sujeto a otro por control y dependencia y sujeto como constreñido a su propia identidad, a la conciencia y a su propio autoconocimiento. Ambos significados constituyen al sujeto”. En este sentido, no se trata sólo de una identidad impuesta sino que también connota una identidad admitida por el individuo. Pero en esa admisión de la identidad se asumen valores y símbolos que de ser consciente quizás no se asumirían.

Entonces ¿La solución al fenómeno de la prostitución sería acaso erradicarla? ¿Sería acaso perseguir a las mujeres prostitutas o los clientes? ¿Sería legalizarla?

Personalmente, considero que el primer paso es dejar de percibir la prostitución como una lacra social y a las prostitutas como mujeres indignas o seres desprovistos de protección, siempre en caso de que no estén siendo coaccionadas en su actividad. Para desmontar la esencia que encierra el fenómeno, expuesta anteriormente en este artículo, habría que comenzar desmontando la cultura patriarcal en la que sientan sus bases los modos de relación desiguales entre hombres y mujeres.

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Durante muchos años el movimiento por la equidad de los géneros ha ganado espacio en ámbitos de la vida que antes parecían imposibles. Hoy las mujeres son cada vez más autónomas e independientes; sin embargo, aún son consideradas objetos sexuales. El poder simbólico o cultural es tan importante como el económico y el político en tanto legitima los anteriores. Es el poder que modela lo que pensamos y sentimos. El mundo del pensamiento, la cultura da forma a nuestras normas morales, nos enseña a aceptar unas situaciones y a condenar otras. Tiene el poder de definir lo que es un hombre, lo que es una mujer y qué es lo que se puede cambiar y lo que no debe cambiar en su forma de relacionarse (Álvarez, 2013).

Por qué no empoderar a las prostitutas en su actividad y brindarles garantías sociales al igual que el resto de trabajadoras. Sencillamente, constituye un tema filosófico, un dilema social que parte del hecho de considerar la sexualidad como algo que se debe esconder y a las mujeres como entes que no se pueden lucrar por una actividad que implique la manifestación de su sexualidad.

En el momento en el que las prostitutas sean cada vez más conscientes de cuán autodeterminadas pueden ser, de cómo pueden cambiar la mentalidad para no considerarse objetos usados, de que pueden exigir sus derechos y sentar las bases, límites y condiciones en las que ejercen su actividad, dejarán de vivenciarla negativamente y comenzarán a prestar un servicio a seres que las traten con respeto, no desde la condición de dueños.

Bibliografía:

Álvarez, A. d. (2013). La prostitución de mujeres, una escuela de desigualdad humana. Revista Europea de Derechos Fundamentales(19), 49-74.

Garaizábal, C. (2014). Una mirada feminista a la prostitución. Recuperado el 27 de noviembre de 2018, de www.pensamientocritico.org.

Kohan, N. (2001). El Capital. Historia y método. La Habana.
Moncada, O. M. (2012). Saber médico prostibulario, prácticas de policía y

prostitutas en Bogotá (1850-1950). Tesis de Doctorado. Bogotá. Shuman, Z. M. (2018). Fiesta de 15: ¿Cuál es tu por qué? Revista Muchacha

(1), 22-23

Szil, P. (2018). En manos de hombres: pornografía, trata, prostitución. Revista Internacional de Estudios Feministas, 113-135.

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Leoncio Acuña Chilet
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Leoncio Acuña Chilet

Que buen aporte, muy bueno e interesante, tus opiniones también gustaron. Gracias por este artículo.

Susana Gómez
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Susana Gómez

El texto está lleno de incoherencias. Después de hablar de manifestación histórica de la violencia patriarcal, de la perpetuación de la dominación masculina, de generalizar la concepción del cuerpo de la mujer como un objeto sexual , termina definiendo la prostitución como una actividad lucrativa en la que las mujeres manifiestan SU sexualidad. En la prostitución la sexualidad de la mujer está totalmente negada. Los hombre paguen por eyacular y obtener placer encima de un cuerpo convertido en objeto. Al pagar compran el uso de ese cuerpo ajeno y durante el tiempo que han pagado por su uso puede hacer… Read more »

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Licenciada en Psicologia. Profesora de Psicologia General, Género y Lengua China. Luchadora incansable contra todos los tipos de discriminación y defensora fiel de la equidad. Siempre me ha interesado la escritura de poemas y textos que transmitan el valor de la igualdad y contribuyan a romper estereotipos. [...]