En una conversación este tema es uno de los más amplios y extensos, quizás con mayor acogida por unos, pero con poca recepción para otros. Pues es a su vez uno de los más difíciles de sostener. Si para la mayoría de adultos genera dificultad al hablarlo, imagínense cuan difícil puede ser para el adolescente desorientado, sobre todo al no encontrar la persona adecuada que le proporcione esa información. Aunque les resulte incómodo hablar de ello... Se debe buscar una forma amena y divertida, pero al mismo tiempo seria y rigurosa de discutirla.
De no contar con las herramientas adecuadas, recurrir en primera instancia a un profesional que nutra de información valiosa, veraz y les ayude a desarrollarse plenamente.
“La mejor manera de protegernos es informarnos”
Una duda que comparten adultos y jóvenes es cuándo se deben iniciar las relaciones sexuales, más si estas hablan del coito, donde lo que de inmediato salta a la mente es embarazo y/o contagio de enfermedades de transmisión sexual. Aunque, en realidad, los comienzos son muy circunstanciales. Esta duda sobre saber cuál es la edad para iniciar o comenzar es muy común. Lo ideal es que se llegue a ese momento preparado psicológicamente y que todas las partes lo interpreten como un acto de responsabilidad y libertad. La respuesta a esa duda no se puede reducir a ofrecer una edad para iniciarse, porque el criterio cronológico no siempre indica la madurez afectiva. La respuesta supone un análisis de la situación que comprende diferentes factores.
Como padre o persona responsable, se debe tener en cuenta que es mejor afrontar que evitar el tema, pues el sexo se encuentra en las películas, en los anuncios comerciales, en la música, etc. Se insinúa por la forma como vestimos. El sexo está en todos lados y es parte de nuestras vidas.
Pasado, actualidad y realidad aun no expuesta por los parámetros sociales y religiosos donde se habla de personas unidas en matrimonio como patrón sano, donde se menciona que el propósito de Dios para el sexo se ha de entender en el contexto del amor conyugal y de un compromiso para toda la vida.
La concepción que tenemos de la sexualidad está determinada por el adoctrinamiento religioso y político, que marcan lo correcto o incorrecto en la libertad de elección. No obstante depende de cada uno, nuestro contexto cultural, el tema de frases ancladas en nuestra realidad familiar, los valores o el cómo manejemos e interpretamos la información. Lo relevante es la preparación, decisión personal y seguridad ante ello.
Para algunos profesionales “el moralismo es el mayor enemigo” de una sexualidad sana, en la que lo importante no es el tipo de actos que se practiquen, sino la asunción de la responsabilidad que estos conllevan y el respeto mutuo y de los demás.
El sexo se convierte en algo controvertido “cuando lo negamos” o “se rechaza”, y por eso “cuánto más se adoctrina más se invita a las personas a rebelarse”
La mejor forma de asumir este acto es con información y comunicación. Estar consciente de lo que se hace, y aunque haya parámetros que dependerán mucho de nuestros estándares familiares y sociales a los que haya estado expuesto. Este grado de intimidad es una decisión personal. Respaldo de una intención positiva. Donde influye el grado de preparación emocional y física que se tenga. Cuando estés seguro ante la pregunta: ¿Te sientes preparado para iniciar? toma una decisión certera.
Las relaciones en compromiso consisten en hacer el amor, o sea, realizar el acto sexual con implicación emocional y entrega, que puede diferir del simple hecho de “tener sexo”. Y el grado de normalidad dentro de esta depende de la pareja. Previa elección personal. He aquí un “problema” frecuente en las consultas: una insatisfacción en cuanto a las relaciones sexuales, simplemente por mala información acerca de la realidad sexual.
Cuando se habla de sexualidad, una de las partes habladas, es la concerniente a diferencias entre el comportamiento sexual de hombres y mujeres. Así como en las pautas de “normalidad” las cuales harían comprender a gran cantidad de mujeres (y de hombres) que son perfectamente normales, aunque no exhiban orgasmos espontáneos o penes gigantescos.
El mercado vende sexo. Las películas pornográficas no son un modelo adecuado para obtener ideas realistas. No se trata si es bueno o malo consumirlo y si de la interpretación de quien recibe la información. Los artistas en dichas puestas, son elegidos entre superdotados (en lo que a penes se refiere) y las artistas simulan más placer del que realmente tienen, porque así lo exige el guión.
Lo mismo cabe decir de las experiencias con prostitutas, que son una de las formas más comunes de introducirse en el mundo de la relación sexual para muchos varones. Cuando uno paga, recibe a cambio una prestación “adecuada”. Y que, además, durante el proceso, prodigan aspavientos que simulan reacciones de placer intenso. Donde el varón es un cliente, orgulloso y celestial. Lo más probable es que la prostituta no haya sentido ni cosquillas pero el cliente sale de allí pensando que es “el hombre” y hacen esas comparaciones con lo que le espera en casa, o su patrón para relaciones próximas.
Cómico o no. Es la vida misma. La visión de películas eróticas, la contemplación de revistas y el acceso a prostitutas, son los medios más frecuentes, para los varones, en cuanto a aprender comportamientos sexuales.
¿Y las mujeres? Ellas son más dadas a buscar libros más o menos serios, pero no es raro que acaben hechas un lío cuando comprueban que la mayor parte de sus “maridos”, o parejas piden, exigen o exponen comportamientos que los libros no mencionan. Sin dejar de lado que hay ciertos paradigmas que se deben romper, así como muchos estereotipos, conocerse también, para saber que necesitan. Y así posteriormente nada te impida el conocerse el uno al otro en base al diálogo. Y así tener la satisfacción que demanda esta experiencia donde aportando amor y comunicación tendrás un mayor placer.
¡Disfruta tu sexualidad, disfruta lo que haces!
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