Todos podemos imaginar muchas cosas acerca de un lugar que no es el nuestro, ya sea por nuestra percepción a través de fotos, por lo que nos vende la televisión, la prensa o las redes… Pero lo cierto es que: “VIVIR LEJOS DE CASA NO ES PARA TODOS”. Viajar no solo es conocer lugares bonitos, para algunos es conocer diferentes realidades. Y lamentablemente no toda historia de emigración es agradable…
Uno de los fenómenos que más desestabilizan la vida de las personas desde hace siglos es la emigración. Siempre cabe la posibilidad de emigrar a otro país, ya sea por los deseos de mejorar en diferentes ámbitos, conocer y experimentar cosas nuevas o por las condiciones de vida violentas u otros conflictos. Pero como todo en la vida, a pesar de traer consigo un conjunto de beneficios, también viene acompañada de una serie de dificultades, motivadas por el gran esfuerzo que implica tomar una decisión que no es fácil, ya que embarcarse en un proyecto que implica dejar atrás familia, amigos, cultura, inevitablemente desencadena un trabajo personal intenso de adaptación y duelo. Pues si bien el irse puede ser visto como una solución, en ocasiones, se puede convertir en un grave problema si no se planifica bien, además de necesitar adecuados recursos psicológicos para superar todas esas situaciones que hagan de esa aventura, una oportunidad.
En muchos casos el emigrante sólo toma en cuenta los problemas que lo arrojan a tomar la decisión de irse de su país, sin tomar en cuenta lo que viene después (post-emigración), atravesando por momentos difíciles, sobre todo si las circunstancias personales, profesionales o sociales se complican hasta el punto de que el emigrante pueda llegar a quebrarse emocionalmente. El ir y venir emocional en relación con lo que dejas tras de ti, da lugar a que los procesos de distancia actúen de forma recurrente, donde es muy frecuente que se reaviven los vínculos con el país, la familia, los amigos, el idioma, costumbres, valores, comida, estatus social y el trabajo.
Esta experiencia de cambio obliga a la persona a trabajar en dos direcciones: la adaptación a lo nuevo y desconocido y la elaboración del duelo. Cada proceso de duelo es diferente, pero resaltan dos etapas características en la mayoría. Una es la negación a la realidad del cambio, y otra, la resistencia a la adaptación misma. Pero el logro de estos objetivos se verá influenciado por características personales, las condiciones de la emigración, el país de destino, el apoyo del entorno social, la nacionalidad y la edad.
A veces ocurre que se produce una “pseudointegración”, por la que frente a la sociedad la persona está perfectamente integrada, sin embargo, en su privacidad encontramos mucho sufrimiento. Habrá veces que se necesitará del apoyo social, pero sobre todo la orientación y apoyo a nivel psicológico debido a las circunstancias que rodean el proceso y lo que éste conlleve. Un acompañamiento que favorezca la adaptación en el nuevo entorno, manteniendo las conexiones con las raíces del lugar que se deja.
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