Reivindicar la diferencia con nombre y apellido

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Reivindicar la diferencia con nombre y apellido

Psicoanálisis

Hasta los seis años llevó solamente el apellido materno. A partir de los seis con la renovación del DNI, que constituye una segunda inscripción en el registro nacional de las personas, el apellido de la madre dejó de figurar. Pasó a tener el apellido del hombre con el que su mamá formó pareja, con el que tuvo algunos hijos más. 

Su padre biológico la negó cuando ella tenía apenas cinco días de nacer. A pesar de haber transitado todo el embarazo junto a su madre luego de un extenso noviazgo, le negó el reconocimiento. 

El apellido materno, recibido y luego quitado, es el apellido que ella siente como propio aunque no figura más que en su partida de nacimiento. Es su única verdadera marca de filiación. 

Aunque según su DNI ella es igual a sus hermanos, ella sabe que no tienen el mismo origen. Es al no poder reivindicar esta diferencia como algo bueno, algo positivo, algo de herencia por la vía materna, que sus síntomas comienzan.

¿Qué tiene de malo ser distinta? ¿Qué tiene de malo llevar el apellido de la madre? ¿Qué tiene de malo el apellido de la madre? ¿Por qué tiene que ser igual que su hermanos cuando no lo es?

Otra paciente, entrando en la adolescencia, reivindica no al padre como padre real, sino como lugar de verdad, frente a un padre impostado, el padrastro. Se enfrenta a la madre y a toda la familia por haberla inducido de pequeña a llamarle papá a alguien que no lo era, teniendo ella un padre real, por más “malo” que fuera en su función. Ella lleva el apellido de este padre biológico y a su modo conflictivo, presente, aunque totalmente carente de autoridad. Es al entrar en la adolescencia, cuando el complejo de Edipo se reedita, que ella desconoce por primera vez la autoridad de la pareja de la madre, con el cual convive desde los seis años. Pone las cosas en su punto de origen, en el sitio en que estaban cuando sus padres se separaron en malos términos. La familia está convulsionada porque lo que parecía tan sólido se demuestra resquebrajado por el preciso lugar en que se dio la sutura. Nadie puede en la familia, decirle que no tenga razón No es mi padre, Mi autoridad es mi mamá. La historia se repite, ya que la separación de los padres se dio por no encontrar acuerdos en la crianza. En aquel momento la madre terminó la relación y el padre comenzó a ver a sus hijos los fines de semana. Soy un cero, dice el padre, No corto ni pincho para mis hijos, no tengo autoridad. Mientras tanto el “padrastro” dice, Mi pelea con ella (se refiere a la esposa) es que con respecto a la hija, no me da la autoridad para nada. 

Por último el caso de un niño pequeño de siete años, que solo conoce a su papá del de corazón (Así lo llama la madre) al que en privado llama por su nombre de pila, pero a quien públicamente le dice “papá” para evitar las preguntas. Respecto del origen biológico y del cómo se hacen los bebés tiene teorías en las que se prescinde por completo del encuentro entre dos seres, ni siquiera digo, una madre y un padre, hay “huevos”, “panzas” y nada más. En uno de los juegos aparece, un reino de hielo, una isla helada, congelada, dónde por fin aparece un padre, aunque congelado. Frisado. El juego transcurre en otro territorio, hay un mar y una isla que simplemente está, a la cual no se puede llegar. Es un padre muerto. No tiene nombre, no tiene historia, no tiene apellido. Es un lugar lejano, nada más. 

Son tres viñetas distintas y agrupadas para pensar la función del padre ligada al origen.

¿Para qué sirve un padre? ¿Qué es un padre? ¿Qué consecuencias tiene su inoperancia en la neurosis?  

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