¿Madre hay una sola?

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Psicoanálisis

Entrecierro los ojos y voy al vientre
nada mejor que huir hacia lo ajeno.
Natalia Litvinova

La madre con la que uno soñó, va cediendo a la una que tocó. Lo mismo pasa con el niño, el niño que una madre soñó, en el mejor de los casos va dejando lugar al niño que es, transcurrir de un tiempo lógico que define futuro.

Me interesa recorrer con ustedes lo que en mi experiencia viene siendo un encuentro a repetición con las madres y su relación a lo extraño, a lo extranjero, en particular a aquellas devenidas tal por tratamiento de ovodonación. ¿Cómo juega lo venido de afuera?, ¿Qué viene de afuera?, ¿Cómo ingresa aquello extranjero, aquello que no pertenece a lo biológico? La pregunta insiste: ¿le tengo que contar la verdad?. Una madre, aquella que ofrecida a alojar un niño, disponible a resguardar lo inhóspito ofrecerá lo familiar, lo conocido, lo que devendrá mío porque fui para otro alguien.

Recuerdo esa experiencia en la que el susurro, el acuneo y esa extraña sensación de haber arribado o estar arribando a un lugar que siendo mío, no dejaba de ser extraño.

Madres hay muchas, pero la función materna nos rescata de dicha pluralidad. ¿Cuando entonces la función habilitará el encuentro propiciatorio entre cuerpo y lengua? La madre es aquella dispuesta a ofrecerse como Otro, esto es a significar el llanto del niño con su interpretación y asilar esa demanda por su deseo metaforizado de encontrar en el niño un falo. Ese niño devendrá tal si es algo para alguien, y solo devendrá niño si el algo esta ligado al amor, particularmente a un amor construido moebianamente. Este extranjero que llega a la vida irá construyendo su intimidad a través del ejercicio que se hará escritura por primera vez, acto de apropiación, con los primeros fonemas fort-da.

La madre ha sostenido su estar ahí y él ahora puede con ella a través del carretel , correrla de la escena y tomarla en las palabras, “estas-no estas”.

¿Qué descubre Freud? Que la alegría está cuando te vas, porque mi “soy” se sostiene de mi presencia que ya es ausencia de vos. Otro a tu cuerpo. Que te vayas no es abandono si donas tu falta, solo así irse será una instancia emparentada al volver, ósea finita.

La madre transmite tanto lo familiar, lo propio como lo extraño impropio. Sería algo así como: me pertenece algo que desconozco, me pertenece algo que no sintiendo mío me hace responsable de portarlo. Soy mi propio extranjero y como dijera Rilke “Yo soy Otro”.

La imposibilidad de establecer el Uno de la proporción sexual es condición del amor. Ahora bien, esto es posible solo si la madre atraviesa también ella por el fort-da. Esto sería: “Es mío-lo tengo, no es mío-lo pierdo”. Si esta operatoria no se da en la madre, el intervalo necesario para que el niño no sea solo un respondedor de demanda, fallará.

La madre opera como función materna solo si es una mujer, esto es si se sitúa mas allá del falo. Una madre solo deseante de falo produce estragos. Otra forma de decirlo, la madre se dirá tal si transmite la capacidad para identificar el llanto y la demanda de su hijo, pero también si deja pasar lo no identificable sin rechazo. Allí la transmisión será “confianza en lo real”. Hay lo no posible a identificar y no es por impotencia sino por imposibilidad. La angustia que sitúa niña a la madre no posibilita el encuentro con ese límite propiciatorio.

Muchas veces en la clínica esta angustia no puede situarse cuando la otra donadora aparece como un fantasma imborrable, cuando la donación no puede efectuarse como tal,en la metáfora.

Te ayudo a nombrar y a articular lo innombrado, te acompaño en lo innombrado sería. ¿Cómo le digo que hay algo que no es mío?

Ahora bien, ¿Qué pasa cuando lo innombrado se vuelve secreto?¿cúando lo extraño de la otra ingresa como enemigo? Allí lo oculto innombrado no funcionará como un imposible de saber sino como un oscuro saber que acosa a la madre con estallar el día menos pensado.

Hay madres que suponen, porque la ciencia se los permite, un Otro del Otro, esto sería, cuando funciona la donación de gametas creen que hay otra madre mas allá, la Otra biológica, la que me obliga a vivir en la falta, la que si pudiera identificar me haría las cosas mas fáciles, “si pudiera saber todo de ella…” ¿Y si mi hijo se enoja conmigo y quiere ir a buscarla?

Veamos ahora estas dos posiciones de goce en relación al origen. Una cosa es que la mujer se posicione del lado fálico y busque entonces un origen dado por la palabra, otro modo sería, ubicada del lado femenino entenderá que el origen es un vacío de palabra y que se aborda desde una contingencia singular que es supuesta. De la primera manera, la mujer madre privilegia o sostiene un Otro paterno que le hará sentirse culpable de no tener palabras para su hijo y se sentirá pecadora no asumiendo que si el pecado es original, es porque la palabra no alcanza. El origen es siempre una falla desde esta perspectiva.

El origen siempre descoloca.

Hay la idea de un origen sin pérdida. El origen esta perdido nos enseña Freud, es mítico. El origen es ruidoso y el comienzo que siempre es de narración lo acalla.

Ellas dicen “Si tuviera la historia de la otra…”.

Digo esto porque en los casos que atiendo en la Argentina, la donación de gametas tanto de óvulos como de espermatozoides es anónima. La madre ofrece una escena para soportar el mundo, la primera ficción sobre la cual se narrará la novela, aquella devenida lugar familiar, como ese lugar donde la trama soporta la pérdida que el lenguaje genera. La madre es el tejido de esa trama que articula mundo-ficción, de lo inmundo-cuerpo. No solo es el origen significante sino de la pulsión.

Soporte y transmisora de lalangue. De modo que no solo se trata de la operación de alienación al significante sino la de la pérdida de goce que deberá encontrar consuelo en el fantasma. Comenzamos con el laleo y a la salida la estructuración de un campo gramatical. Nadie podría ver imágenes en el espejo si no fuera por los cortes que la diferencian y componen.

El cuerpo se pierde al significante.

Será condición para que el goce autoerótico pueda perderse, que esa imagen no predomine como nombre del falo materno. Esto en los casos de ovodonación se supone suturable, habría nombre adecuado si no estuviera la Otra. Que una madre se ubique mas allá del falo, del nombre de padre y de cabida al intervalo es una madre que soporta el “no hay relación sexual” que en la letra se sostendrá solo por un supuesto. La espera de lo porvenir, cuando implica una necesaria constatación de lo portener, tener el objeto adecuado, no porta en su demanda la línea de corte orientadora de la salida para el sujeto.

Donación, es recibir pagando el precio de una perdida de saber, en este caso la pregunta es ¿Porqué dona? Son incalculables los motivos, es como decir ¿Porqué donna? Y la dama no lo sabe, solo sabe que lo siente cuando lo siente como nos dice Lacan.La madre como concepto remite a Das-Ding, lo imposible de decir, aquello que en tanto perdido mantiene una relación de disyunción respecto de cualquier representación que de ella pudiera formularse. Ese resto impronunciable es el que la madre velará con el relato amoroso de su origen ya que de lo que nos resguarda ese texto de amor, no es sino del exilio al que nos conmina el “no hay relación sexual”.

Ese texto a construir se realiza desde el fantasma materno, no lo dicta la ciencia ni su imperativo tecnológico del “hay que contar”. Se cuenta lo posible a contar por cada quien en la trama singular en la que este hijo advenga sea por tratamiento de ovodonación o por concepción natural. No concibo que sea obligatorio como se considera en la mayoría de los institutos de fertilidad en la Argentina, el tener que contar lo que señalan como “la verdad”.

La genética no necesariamente hace texto.

La madre debe poder establecer un texto que aunque mítico haga ingresar en esa relación a los dos, ya que ella también es víctima de esa cruel fatalidad llamada castración. Dice Lacan: “El amor es dos medios decires que no se recubren”. Esto constituye su carácter fatal. Es la división irremediable.

Madre sería aquella que con su singularidad, crea el texto mítico que aunque la ciencia de fechas, horarios, nombres o innominas, nunca será mas que una construcción mítica la que pasará al hijo. Y si hubo amor pasará la creencia en esa ficción. O sea, lo real anudado devendrá pérdida y no secreto oculto a explotar o en sufrance (a la espera, sufrimiento) solo si la madre aceptó que seguirá escribiendo historia, si dona perder otra vez lo que ya perdió, el saber del origen, la aparición de la causa más allá del saber.

Allí una verdad devendrá.

 

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