Ganar por cansancio. Psicoanálisis de un delirio de Capgras.

delirium

Psicoanálisis

Fabricio es un paciente que ronda la treintena, traído a la guardia del hospital tras un episodio de agresividad teñido de ideas paranoides y alucinaciones auditivas.

Durante las primeras semanas de internación estaba absolutamente retraído: pasaba la mayor parte del tiempo en cama, no hablaba espontáneamente y sólo respondía escuetamente. Recién al cabo de dos semanas de tratamiento diario se pudo empezar a hablar de los temas que lo absorbían. Lejos de ser un discurso coherente, se trataba de un “mar de ideas” sin aparente relación, que convivían en su mente. Cuando se tornaba imposible explicitar su pensar, a veces se interrumpía la entrevista y otras se la podía mantener intercambiando sobre su gusto por los videojuegos, el anime, la literatura fantástica. Con el paso de los días se formulaba cierto orden e iban tomando forma una serie de conceptos. Fue así como pudo explicar el motivo de su ingreso: “me manejaban desde afuera, no era yo, como si fuera el personaje de un juego”.

Conforme pasa el tiempo, Fabricio puede empezar a reconstruir su historia. Cuenta que escucha varias voces que lo acusan de ser el demonio, se burlan de él, lo insultan. Suelen aparecer cuando deja los tratamientos. Pero lo que más le molesta no son esas voces, que puede soportar, sino una voz que se suma. Se trata de la voz de un familiar que ha usurpado la figura de su padre.

De esta manera, llega a la convicción de que ese hombre que acompaña a su madre a visitarlo no es su padre, sino este familiar que está adquiriendo más presencia en su vida. Dice que no ve al papá desde una semana antes de la internación. Lo calma el consejo que recuerda del verdadero: “esperar porque se termina cansando”. Esta voz nunca aparecía sola, siempre se agregaba a las otras, se burlaba de él por sus reacciones ante ellas. Se aprovechó este dato para hacerle notar que si se mantenía en tratamiento las voces no aparecerían dado que siempre lo hacían cuando interrumpía. Sin esas voces, la Voz perdería un motivo para reírse de él.

A seis semanas de su ingreso, Fabricio mencionó el deseo de salir de permiso con sus padres. En realidad, con su madre, ya que el impostor no era bienvenido. Impresionaba pensar en cómo podía compartir un almuerzo con su incauta madre y ese vil imitador. Conforme se instalaba el tratamiento psicofarmacológico, no había vuelto a tener “voces en su cabeza” y aunque todavía seguía visitándolo “el impostor” junto a su madre, ya no le molestaba tanto puesto que ante la falta de “voces”, no tiene nada para comentar ni de qué burlarse.

Cedido el riesgo y con alta programada dirá: -“Vi a mi papá. Aparecieron partes de él, es difícil de explicar. Todavía no es del todo él”. Una semana antes del alta, se lo notaba particularmente feliz por el reencuentro: “Lo vi, charlamos, estoy muy contento de que lo pude abrazar, era él”.

Delirio de Capgras

Se denomina así a los síndromes de falsa identificación o falta de reconocimiento (prosopagnosia) que puede llegar a generar la convicción de que determinada persona, por lo común, un familiar o allegado con quien se tiene un vínculo cercano, se ha “convertido en otra persona”, ha sido “reemplazado” o es controlado por un impostor que se encuentra en su interior. Si bien las particularidades pueden variar el principio básico es la idea del impostor (copia, remplazo, clon, telépata).

Un aporte freudiano y una relectura lacaniana: el delirio como intento de curación de una realidad desgarrada

Freud abordó la cuestión de la psicosis en varios trabajos, pero sin dudas es su análisis del caso Schreber (Freud, 1911) donde está contenida su hipótesis central sobre los dos tiempos en que acontece: primero un retraimiento libidinal, extrañamiento del mundo, aislamiento, autismo y luego un “intento de restablecimiento” con la realidad a través del delirio, en cualquiera de sus formas (paranoico, erotómano, celotípico, megalómano).

Casi una década después, Freud (1923) afirma que “el delirio se presenta como un parche colocado en el lugar donde originariamente se produjo una desgarradura en el vínculo del yo con el mundo exterior” (p.157) y que, en la psicosis, “el remodelamiento de la realidad tiene lugar en los sedimentos psíquicos de los vínculos que hasta ese entonces se mantuvieron con ella”(1924, p.195).

De estas hipótesis se obtienen una serie de conocimientos: el delirio no es un sinsentido en sí mismo sino un intento de recuperarse; el autismo es un signo de inicio de la enfermedad, el extrañamiento respecto del mundo puede mantenerse, mezclarse o remplazarse con un delirio; es necesario pesquizar los“sedimentos psíquicos”, como piezas que se hallan en el delirio, comprender la lógica en donde se entraman o ayudar a su construcción cuando está dificultada, o bien limitar, organizar su producción cuando está desbocada.

Sin embargo, Freud se negaba rotundamente a que se efectuaran psicoanálisis en pacientes con psicosis. Alegaba una imposibilidad en la transferencia (“neurosis narcisistas”), había tenido malos resultados, se alejaba mucho del tratamiento que había concebido para la histeria (Mazzuca, 2013). Fueron las generaciones siguientes de analistas las que abrieron la posibilidad de repensar el primigenio dispositivo analítico para el tratamiento de las psicosis.

Por otro lado, los autores clásicos de la psiquiatría ubicaron tempranamente una serie de fenómenos: el delirio se trata de una certeza inconmovible, por lo cual es virtualmente incurable; en las psicosis en que se desarrolla un delirio se está “más protegido” de la desestructuración psíquica a diferencia de otra cuya máxima expresión sea el autismo; a su vez, el delirio puede desembocar en una serie de situaciones de riesgo potencial (suicidio, agresiones, fugas, ausencia de noción de las consecuencias, o voces de comando como en el caso).

Fue necesaria la aparición de Lacan para situar que una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis introduce la idea de que es necesario formarse de la maniobra de la transferencia en estos tratamientos, entendiendo que se trata de una transferencia (1958) distinta a la que se puede dar en una neurosis.

Primer momento: tratamiento del autismo/perplejidad

Es sabido entonces que el delirio tiene una lógica. Es un modo de lazo al mundo,una “mejora” respecto del autismo. No hay que olvidar que el delirio es una construcción simbólica, y como tal intenta reparar lo que “se rompió” a través de una trama con sus personajes, temas, acciones.

El paciente está apático, aislado. El discurso variaba entre el mutismo absoluto y la interceptación de pensamiento (interrupción del habla sin motivo aparente). Entonces, la apuesta del análisis siempre pasa por la palabra. Aún la palabra suelta, cortada, inconexa.

A partir de ellas se comenzó a configurar un primer “plantel” depalabras/conceptos. Y una primera ilustración sobre lo que recuerda del episodioviolento: “como si alguien me manejara”.

Segundo momento: tratamiento del delirio

El tratamiento se centra en tomar lo que le es posible decir. Al principio, respuestas escuetas, temas acotados, hasta nimiedades, podría pensarse: videojuegos, animé. Hasta que en ese discurrir aparece un elemento que puede tomar prestado y le sirve para nombrar lo que le pasa. Se siente como un personaje de un videojuego, controlado por un jugador. Las palabras entonces circunscriben, ordenan. Remodelan una realidad posible. Luego, podrá decir sobre las voces injuriantes, y La voz, esa que tomó el cuerpo de su padre. A medida que el delirio se organiza, muestra la complejidad de su estructura y da elementos tanto de hipótesis sobre el desencadenante del brote como de la dirección del tratamiento.

Del desencadenamiento, se sabe que lo facilitó la interrupción del tratamiento, como en episodios anteriores. Sin embargo, es el primero en que toma la forma del delirio de Capgras. Si bien no es posible hallar la génesis de tal estado de situación, emerge un dato sugerente: una semana antes, Fabricio notó que su padre no tenía una cicatriz característica, con lo que comenzó a sospechar de su autenticidad. Sin la marca que le daba originalidad pasó a ser una imitación.

Tercer momento

¿Qué se ve entonces? Que en el mundo que crea Fabricio su padre es una copia falsa, no lleva la marca original; tiene la “imagen de su padre” pero no es él; es controlado desde afuera (de su conciencia); las voces no son de personas reales. Todas estas producciones psíquicas que tienen algo en común: se asemejan al proceso primario, aquel que rige en el inconsciente. No hay jerarquía de las ideas, no hay principio de no contradicción, no se apela al sentido común.

En este estado de cosas, un delirio organiza: de qué defenderse, cómo hacerlo, en quién confiar. Pero es en el discurso donde se pueden hallar más pistas. Dice que su enemigo, La voz es la de un familiar, que ya le había traído problemas alque ya “le ganó por cansancio” una vez, según la palabra de su padre.

Cuando se pudo ubicar la certeza en que sólo se podía ganar por cansancio sucedieron algunas cosas: se afianzó la transferencia en la terapia, se permitió replantear la necesidad de un tratamiento psicofarmacológico a largo plazo, trabajar técnicas de relajación, y sobre todo, asumir una actitud esperanzada en un contexto por lo demás desalentador: su padre puede volver a ser su padre.

Palabras finales…

El psicoanálisis ostenta más que ninguna otra orientación terapéutica un respeto por la subjetividad que nutre sus éxitos, mientras otros discursos imponen al sujeto “una realidad” determinada sin resultados, renuncian ante un paciente que no pueden sugestionar o directamente lo culpan de su infortunio por no tener “conciencia de enfermedad”. Cualquier psicoanalista debe estar advertido de que: no existe una realidad determinada que no lo sea por el significante, con todo lo que ello conlleva; el psicoanálisis comienza donde termina la sugestión; el inconsciente es el núcleo de toda conciencia.

Lacan dice que “nuestra justificación así como nuestro deber es mejorar la posición del sujeto”, pero que “nada es más vacilante que el concepto de curación” (1963, p.68). Poco más tarde, señala que es solamente el “penar de más” (significado así por el paciente, agregamos) el que permite y justifica nuestra intervención, a la vez que marca sus alcances (Lacan, 1964).

Todo delirio tiene una significación, sin importar lo disgregado, parcial, o exagerado que parezca contiene en su raíz la dignidad humana de buscar orientación, consuelo y sentido en un mundo que no lo tiene. Nuestra labor como analistas se justifica en la medida en que el sentido promovido por el delirio se vuelve demasiado doloroso, pesado. En definitiva, produce un exceso, se paga un precio demasiado alto por esa “solución”. Nuestra intervención debe apuntar entonces a reducir estas consecuencias y elaborar estos excesos.

Referencias bibliográficas

Freud, S. (1911) “Sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente” enObras Completas volumen 12. Buenos Aires. Amorrortu. 2012.

Freud, S. (1923) “Neurosis y psicosis” en Obras Completas volumen 19. Buenos Aires. Amorrortu. 2008.

Freud, S. (1924) “La pérdida de la realidad en la neurosis y psicosis” en ObrasCompletas volumen 19. Buenos Aires. Amorrortu. 2008.

Lacan, J. (1958) De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de las psicosis. Escritos II. Buenos Aires. Siglo XXI. 2011.

Lacan, J. (1962-1963) El seminario de Jacques Lacan. Libro 10. La angustia. Buenos Aires. Paidós. 2018.

Lacan, J. (1964) El seminario de Jacques Lacan. Libro 11. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Buenos Aires. Paidós. 2010.

Mazzuca, R. (2013) Las psicosis. Fenómeno y estructura. Buenos Aires. Bergasse 19.

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