Aspectos psicológicos del paciente en Unidad de Cuidados Intensivos y sus familiares

Aspectos psicológicos del paciente en Unidad de Cuidados Intensivos

Psicología Clínica

Cuando pienso en la relación que se establece entre los profesionales de la salud y los pacientes, sobre todo aquellos en estado crítico, siempre imagino la famosa actividad de dinámica denominada El ciego y el lazarillo. Esta es una técnica didáctica muy utilizada en el trabajo pedagógico y psicológico de los grupos. Para aquellos que no la conozcan se las describo. Se supone que los participantes deban conformar dúos, uno de ellos asumirá el rol de una persona invidente y la otra será su guía o lazarillo durante el juego. El coordinador deberá irle dando indicaciones para que se muevan por todo el espacio, el lazarillo deberá guiar a la persona invidente, quien tendrá tapado sus ojos y se deberá apoyar en su lazarillo para poder trasladarse sin chocar con algún obstáculo o caerse. En esos momentos la persona que está simulando la privación de su sentido de la vista comprende cuán difícil se hace trasladarse y cuánto necesita de otro. Al mismo tiempo la persona que asume la función de lazarillo se da cuenta de cuanta responsabilidad tiene que asumir, pues en sus manos está la integridad de esa persona y en ella se ha depositado muchísima confianza. Esta actividad me sirve de analogía siempre para explicar la relación que ese establece entre los profesionales que trabajan en las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) y los pacientes críticos que hay se encuentran.

El objetivo de la intervención en UCI está siempre enfocado a mejorar la salud del paciente, sin embargo debemos pensar no solo en su mejora física, sino en cómo esa persona se puede afectar psicológicamente. Para esto es importante entender la situación de esta persona, la cual tiene afectada su salud y debe permanecer ingresada por un período largo de tiempo. Sin embrago esta mejoría debe promover, mantener y restablecer niveles óptimos de funcionamiento no solamente orgánico, sino psicológico y social. Además de prestar atención a las alteraciones físicas, no se deben olvidar los factores de estrés psicológico que enfrenta el paciente y su familia. Esto es relevante debido a que los conflictos afectivos y emocionales que se pueden manifestar, no sólo afectan la salud mental sino que condicionan la recuperación del paciente. Esto hace pertinente el abordaje de la situación de hospitalización de manera integral, considerando al paciente como un ser bio-psico-social.

Aspectos psicológicos del paciente grave

Cuando pensamos en un paciente grave, nuestras concepciones influyen en que nos imaginemos a una persona que mayormente no tiene consciencia de su propio estado de gravedad y que necesita urgentemente cuidados físicos. Realmente nuestro imaginario no está tan alejado de la realidad, pero por generalidad dejamos de lado el entender a ese paciente como un individuo que mayormente está consciente de su situación e incluso temeroso y para el que el mínimo cambio supone una cuestión de vida o muerte. Pensemos como primer paso en el ingreso. Entrar a un hospital, a una sala de cuidados intensivos, implica un reto adaptativo enorme para el paciente, pues se rompe su cotidianidad y comienza a estar rodeado de personal profesional, ajeno, desconocido que habla un lenguaje incomprensible o complicado de entender para él y su familia.

La hospitalización puede constituir para ellos una experiencia difícil, en la que está limitado, aislado privado de su rutina, de sus relaciones y de su intimidad. Por otro lado, también se ve comprometida su voluntad, pues por los cuidados que conllevan y la convalecencia, pasa de ser un sujeto activo a uno pasivo. Ahora cada vez más, el paciente grave necesita de otros para que lo ayuden en las habilidades comunes, incluso las más sencillas. Se vuelve dependiente de las atenciones y cuidados de personal médico y familiares. Su capacidad para la toma de decisiones disminuye, pues todos comienzan a sentir que son los designados para decidir los mejores cuidados para recuperar su salud.

Un elemento, muy relevante a tener en cuenta es que existe la posibilidad real de la muerte y el paciente está consciente de esto, por lo que son comunes emociones negativas como la ansiedad, el temor, la angustia, el malestar, la depresión, el estrés, entre otros.

Otro aspecto importante con el que nos encontramos en el diario es la relación con el familiar, quien se hace el “representante” del paciente, velando por sus necesidades y deseos. Entender por lo que está pasando nos facilitará el trabajo y la comunicación con estas personas.

Proceso por el que pasa el familiar

Tener una persona enferma en la familia, siempre promueve un cambio. Una persona enferma de gravedad quien necesariamente requiere hospitalización conlleva a una reorganización de su dinámica familiar y vital. Estos familiares deben acompañar al paciente y asumir roles de cuidadores. Casi siempre deben dejar de lado, proyectos personales, profesionales y de vida.

De igual modo se aprecia una mayor responsabilidad y en ocasiones sobrecarga de roles y de actividades en una o varias personas del núcleo familiar, ya que tienen que entrelazar sus labores cotidianas con el cuidado y apoyo a su familiar enfermo. Esto requiere no solo un mayor esfuerzo físico y mental de los involucrados, sino también un reajuste económico y administrativo.

Por tanto, es común que surjan en el núcleo familiar emociones negativas como miedo, angustia, ansiedad, estrés, irritabilidad, displacer, culpabilidad entre otras. Además se pueden evidenciar afectaciones en las relaciones intrafamiliares e interpersonales, interrupción de hábitos de vida, de desarrollo personal y profesional, entre otros.

Otro elemento notable que ocurre en las familias cuidadoras de pacientes críticos es que surge una necesidad de información. Desde que su familiar es diagnosticado y durante todo el proceso de ingreso en las unidades de cuidados intensivos, los familiares muestran un fuerte deseo de conocer no solo sobre el bienestar del paciente, sino sobre la enfermedad en sí misma, las vías de solución entre otras. Para esto, acuden a los médicos y especialistas, pero también a medios de información como libros, enciclopedias, Internet, etc. Todo en un intento de entender mejor la situación y estar preparados.

Al mismo tiempo surge una necesidad de expresar inquietudes y emociones que se van acumulando con las tribulaciones y la dinámica que implica el ingreso. Estas manifestaciones son muy comunes, llevándolos a compartir su situación con el propio personal del centro de salud en busca de ayuda, comprensión y apoyo.

Habilidades útiles para trabajar con pacientes y familiares

La primera es el conocimiento del significado vital que tiene para la persona el proceso de enfermar. Precisamente el entender a esta persona como un individuo más allá de ser un “paciente” nos ayudará al vínculo que establezcamos con él. También es importante, aplicar cada acción teniendo en cuenta la salud física y mental del mismo. Por otro lado, el empleo de las técnicas y protocolos desde una base lógica y reflexiva es una habilidad necesaria. No solo seguir al pie de la letra el protocolo sin procesarlo, sino estudiarlo o entenderlo primero, pues todos los pacientes son diferentes, y en ocasiones la generalidad no se aplica a la situación específica de ese paciente, por lo que en vez de ayudarlo, estamos contribuyendo a su empeoramiento.

Ser consciente del trato con una persona. Insisto en este tema, pues en el ajetreo diario y el ánimo de ayudar y cuidar a todas las personas que buscan la asistencia médica, comenzamos a cosificar o a ver como enfermedades interesantes a los individuos más que como personas que están enfermas y requieren nuestra ayuda.

Una adecuada comunicación interpersonal, una actitud dispuesta, profesional, bien informada, habilidades para trasmitir información a personas de todas las edades, también son herramientas útiles en el arte de cuidar y acompañar a estos pacientes.

Al mismo tiempo resulta relevante la tolerancia a las presiones generadas por la urgencia, el conocimiento elevado de nuestra profesión y la destreza para propiciar la ventilación de emociones. Todo esto contribuirá a que el paciente sienta que está en manos capacitadas y confíe en que su vida puede ser salvada. Pero sobre todo, el paciente apreciará el compromiso moral con la acción de cuidar y apoyar que tienen los profesionales que lo rodean.

Es aconsejable prepararse, no solo para entender esta complicada situación que vive la persona, sino para actuar interviniendo positivamente en ella. De esta manera, es necesario tener en cuenta la importancia de la comunicación constante con el paciente. Explicarle despacio y de manera calmada, por qué se encuentra en ese lugar, siempre utilizando términos sencillos y adecuados a la situación. Ante esto pueden surgir dudas y cuestionamientos, es importante que mantengamos la calma y expliquemos todo aquello que pueda generar incertidumbre.

Resulta significativo informar en todo momento de su situación, sin generar expectativas o miedos, por lo que debemos hablar siempre con calma y en tono tranquilizador. El contacto es relevante, tocarlo suave, pedirle permiso, contar con el paciente para hacerle los procedimientos entre otras cuestiones, lograrán crear un clima de confianza y colaboración entre el profesional y la persona afectada. Trabajar con el paciente, teniendo en cuenta su humanidad, su subjetividad, o sea, mantenerlo orientado con la fecha y la hora, mirarle a los ojos, no negarle ni discutirle, no abandonarlo, evitar conversaciones junto a la cama o la habitación y procurar su comodidad. Estos elementos harán que su situación pueda ser manejada de mejor manera, sintiendo que son aceptados y comprendidos.

Siempre recuerden: la salud de otras personas, su confianza, su vida está en nuestras manos y en el trabajo que realicemos día a día con ellas, queda en nosotros ser los lazarillos que lo guíen y le den la seguridad de que podrán avanzar sin caer.

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