5 criterios para comprender los Trastornos del Espectro Autista

autismo

Psicología Clínica

No poder revelar de forma sencilla desde la psicología la razón de ese silencio que brota de los pensamientos ausentes y distantes como de quien grita sin voz, pero se hace escuchar de una forma distinta a la conocida es lo que me ha motivado a acercarme al estudio de los Trastornos del Espectro Autista (TEA).

Muchos hablan en el ardor popular de lo creen conocer, pero pocos desde esa misma impericia inicial nos traspasamos a nosotros mismos buscando encontrar toda aquella herramienta del conocimiento que nos permita de cierta forma desenredar un nudo de ideas desacertadas.

Y en mi criterio lo primero que se debe plantear toda aquella persona que se interese por el tema en cuestión es realizar un acercamiento a su historia como forma de entender la raíz de la cual crece el árbol. Ese que resulta un caudal de intrigas para muchos y para otros es sencillamente un sendero de ayuda a aquello que a veces se muestra callado.

El autismo es considerado como una discapacidad del desarrollo que afecta, según estudios estadísticos, a “uno de cada mil nacimientos” (1), instaurándose dicha incapacidad al nacer o dentro de los dos años y medios, (rara vez a los tres años) de vida.

Es posible que desde siempre existieran niños con autismo, pero al inicio el primero que se aventuró a darle nombre a esa voz oculta de pensamiento ausente fue Leo Kanner a partir del año 1943. Ello posibilitó que de esta forma se agruparan y consideraran por separado de otras deficiencias mentales.

Leo Kanner, psiquiatra de origen austríaco, realizó una aguda descripción en un libro que llamó “Perturbaciones autistas del contacto afectivo” introduciendo el término “Autismo infantil a una edad temprana” en el cual describió a once niños que tenían en común una “marcada y extensa soledad desde el principio de su vida y un deseo obsesivo y ansioso por la preservación de una rutina” (2).  A pesar de los esfuerzos realizados posteriores al año 1943, la descripción dada por L. Kanner fue algo excepcional puesto que hizo avanzar los criterios diagnósticos al definir el síndrome, “más en términos de conducta infantil específica que en términos de modificación de criterios adultos” (3).  El conjunto de rasgos comportamentales definidos por L. Kanner con un cuidadoso lenguaje, son aceptados en la actualidad para diagnosticar este Síndrome, algunas de las características autistas a las que este psiquiatra austríaco se refirió fueron:  la incapacidad para establecer relaciones sociales, retraso y alteración del lenguaje y del habla, insistencia obsesiva en mantener un ambiente sin cambios, buen “potencial cognitivo”, aspecto físico normal, entre otros.  El único de los rasgos que se descarta en la actualidad es el buen “potencial cognitivo” pues en la mayor parte de los casos “el autismo se asocia con un alto porcentaje de deficiencia mental” (3).

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Otra de la interrogante que el lector de este escrito puede tener es referida a ¿Qué es el autismo? 

Según la Asociación Americana de Psiquiatría, el autismo es incluido en la categoría de los trastornos profundos del desarrollo y su sintomatología principal consiste en una falta de respuesta a los demás, un deterioro importante en la comunicación y la existencia de respuestas “raras” a diversos aspectos del medio, todo ello desarrollado en los primeros 30 meses de vida.

(Criterio A)

El DSM-5 plantea como criterios diagnósticos del trastorno del espectro de autismo la presencia de deficiencias persistentes en la comunicación social y en la interacción social en diversos contextos. 

(Criterio B)

Los patrones restrictivos y repetitivos de comportamiento, intereses o actividades como utilización de objetos o habla estereotipados o repetitivos, insistencia en la monotonía, excesiva inflexibilidad de rutinas o patrones ritualizados de comportamiento verbal o no verbal, intereses muy restringidos y fijos que son anormales en cuanto a su intensidad o foco de interés y la hiper o hiporeactividad a los estímulos sensoriales o interés inhabitual por aspectos sensoriales del entorno.

(Criterio C)

Se esboza también que los síntomas han de estar presentes en las primeras fases del período de desarrollo, sin embargo, puede que no se manifiesten totalmente hasta que la demanda social supera las capacidades limitadas, o pueden estar enmascarados por estrategias aprendidas en fases posteriores de la vida.

(Criterio D)

Se describe que los síntomas han de causar un deterioro clínicamente significativo en lo social, laboral u otras áreas importantes del funcionamiento habitual.

(Criterio E)

Referente a un posible diagnóstico diferencial o de comorbilidades por parte de cualquier especialista de la Psicología o Psiquiatría se analiza que estas alteraciones no se explican mejor por la discapacidad intelectual (trastorno del desarrollo intelectual) o por el retraso global del desarrollo. La discapacidad intelectual y el trastorno del espectro del autismo con frecuencia coinciden; por lo que se debe tener presente que la comunicación social ha de estar por debajo de lo previsto para el nivel general de desarrollo.

Una vez realizado un primer acercamiento a una temática tan compleja como lo son los Trastornos del Espectro Autista (TEA) quizás pueda quedar claro que su necesidad de entendimiento constituye un eslabón primordial en la expansión del conocimiento como agentes bio-psico-sociales que constituimos los seres humanos. 

BIBLIOGRAFÍA

  1. Diez, A; Martos, J. (1989): Intervención Educativa en Autismo Infantil I, Editado por el Centro Nacional de Recursos para la Educación Especial, España.
  2. Blue, M; Johnson, Ch; Plew, G. (1992): Introducción al Autismo, Editado por Centro de Recursos para el Autismo de Indiana, Estados Unidos.
  3. Cabrera, M. y Y. Martínez (1999): Autismo: Caracterización de una Muestra, Trabajo de Curso, Universidad de la Habana, Cuba.

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