Haciendo vínculos en tiempos de pantallas y consumo

virtualidad

Psicología Clínica

La estupidez del mundo nunca pudo y nunca podrá arrebatar la sensualidad.

Fito Páez, “Cadáver exquisito”

La sexualidad constituye una dimensión compleja de la personalidad, la cual comprende aspectos biopsicosociales. El modelo holónico de la sexualidad propuesto por Rubio (1994), nos permite acercarnos a su estudio desde la teoría de sistemas. Rubio formula la existencia de cuatro subsistemas básicos (holones) de la sexualidad humana entre los cuales existe una estrecha interrelación e interacción que determina diferentes configuraciones del sistema complejo constituido por esta.

En el presente ensayo pretendemos acercarnos a dos de estos holones: el erotismo y la vinculación afectiva interpersonal. Los modos de establecer vínculos socioafectivos íntimos y de erotizar dichas relaciones, tienen una fuerte determinación social. Cada momento histórico, con su cultura particular, influye en dichos modos de vivir la sexualidad con el otro.

En los tiempos da la llamada modernidad líquida, donde la cultura social se encuentra en un constante y acelerado cambio, y en plena crisis multidimensional luego de una pandemia que marcó un antes y un después en nuestras sociedades, cabría preguntarse qué sucede con los vínculos y el erotismo hoy. Es por esto que nos proponemos como objetivo reflexionar sobre estas cuestiones en aras de comprender mejor cómo se vive la sexualidad hoy y qué elementos influyen en esos modos, basándonos para ello en la revisión de bibliografía especializada.

liquido

Rubio (1994), comprende el erotismo como un subsistema de procesos humanos entorno a la excitación y satisfacción sexual, vinculado a vivencias placenteras. Al igual que el resto de holones de la sexualidad, el erotismo no se limita a un componente biológico, sino que las construcciones psicosociales alrededor de este determinan en gran medida las prácticas eróticas. Al decir de Rubio (1994), los seres humanos desarrollamos una determinada identidad erótica que pasa por la simbolización, mecanismo psicológico por medio del cual se constituyen determinados ideales y normas sobre las conductas eróticas y su valor. El erotismo se constituye no solo como parte de la satisfacción sexual íntima e individual, sino que es un aspecto central en el proceso de acercamiento entre las personas al propiciar el surgimiento y mantenimiento del deseo.

Una línea de estudio se ha aproximado al tema a partir del concepto de guiones eróticos, los cuales se pueden entender como programas de comportamientos desarrollados y aprendidos por las personas como adecuados para determinadas situaciones. Tomando esto podemos entender la seducción como la puesta en acción de determinados guiones eróticos cuyo objetivo es el encuentro con el otro deseado. Esborraz (2020), plantea que la seducción es inherente a la vida social, donde en cada época se instauran determinadas formas que son consideradas como apropiadas.

Múltiples factores como la transformación de los roles de género, de las concepciones sobre las instituciones y la sexualidad, el desarrollo de las tecnologías, entre otros, influyen en la modificación de las prácticas eróticas y vinculares socialmente aceptadas (Sánchez, 2008). Daneback (2006), afirma que las características específicas de Internet han producido nuevos guiones sexuales que no se encuentran en concordancia con el comportamiento sexual condicionado por marcos de interacción más tradicionales cara a cara.

Ramírez (2017), hace uso del concepto de capital erótico, entendido como una forma de capital social que se constituye por la valoración social de determinados atributos físicos y simbólicos. Este concepto se utiliza para aproximarse a la relación entre el cuerpo y los efectos que produce en la sociedad, siendo aquellos individuos con mayor capital erótico quienes despiertan mayor deseo en el otro.

Consideramos que uno de los fenómenos observados actualmente se relacionaría con el deseo de acumulación de dicho capital erótico, siendo las redes sociales el escenario ideal para la construcción de una imagen con suficientemente capital para devenir deseado. Sin embargo, es significativo que de todas formas en las redes sociales muchas veces no llevan a la concreción del encuentro entre los usuarios (Borges, 2021), remitiendo la virtualidad, según Artaza (2020), a un potencial que puede realizarse o no.

Esta lógica de acumulación se corresponde con un funcionamiento narcisista, donde lo erótico parece ponerse al servicio de una satisfacción puramente individual, de reforzamiento de la autoestima, sin propiciar la instauración de vínculos. Reflejo de una época del individualismo donde el encuentro con el otro se evita y se posterga.

Desde hace años las aplicaciones de chat como WhatsApp se han venido constituyendo como una forma de interrelacionarse. Durante la cuarentena por Covid-19, iniciada en 2020, esto se vio intensificado. Los chats y las pantallas pasaron a tener un lugar central en nuestras relaciones. Una de las características más significativas de la interrelación a través de estas plataformas, y que impacta en los vínculos, es según Lutereau (2022) la ausencia del cuerpo del otro.

Este autor plantea que a través de los chats se produce una reducción de la responsabilidad e implicación personal en las relaciones. Mientras que en las relaciones tradicionales cara a cara las consecuencias de nuestras conductas en los otros eran observados con relativa sencillez, a través de un chat no tenemos este tipo de retroalimentación. Lutereau (2022), plantea que la virtualidad estimula un tipo de vínculo en el que el sujeto “no se compromete con sus palabras, dado que deja de atender ala responsabilidad por las consecuencias, para buscar más y más efectos (en el otro).”  Comienza a importar más los efectos como likes y vistas en redes que el sentido en sí del acto, como la escena tan típica de quien pierde el momento de disfrutar de la experiencia por estar interesado en postearla en sus redes.

Por otra parte, se considera que la inmediatez de las redes condiciona un modo de relacionarse de manera más ansiosa. “La capacidad de esperar es cada vez menor, entonces, se quiere que el efecto sea cada vez más rápido.” (Lutereau, 2022) ¿Cuántos conflictos no se han dado por un “visto” que duró demasiado? Lutereau (2022), plantea que el usuario básico de la virtualidad es un sujeto “ansioso, con baja tolerancia a la decepción, proclive al narcisismo, interesado en ser reconocido como deseable antes que dispuesto a vivir un deseo.”

La vinculación afectiva interpersonal es presentada por Rubio (1994), como la capacidad de sentir afectos intensos por otros, así como las construcciones mentales alrededor de estos. Hoy en día vemos importantes cambios en estas construcciones, donde los ideales sobre las parejas no están tan bien establecidos como en el pasado (Lutereau, 2022).

Sánchez (2008), refiriéndose a nuestra época posmoderna plantea que la misma ha supuesto la desintegración de un sistema sólido de valores, dando paso a un sistema más “líquido”, al decir de Bauman (2000). Esto tiene un reflejo en lo vincular. Según Sandra Borges (2021), haciendo referencia a Lutereau (2020), hoy hay una tendencia a la construcción de vínculos “efímeros, líquidos, superfluos”, donde la conducta se orienta a la satisfacción de necesidades instantáneas, y donde los vínculos se convierten en objetos para esta satisfacción, desde una lógica de consumo. Esta autora refiere que vivimos un tiempo “caracterizado por la incompletud, la vulnerabilidad, la falta de certezas y la inmediatez” (Borges, 2021, pág. 211).

Desde nuestra perspectiva, si bien las características de la época actual, marcadas por la tecnología, producen cambios en las formas de vincularnos, esto no explica del todo los fenómenos que vemos. ¿Por qué nos es tan fácil caer en estas posiciones donde reducimos y evitamos al otro?

Los seres humanos tenemos la tendencia a evitar la incertidumbre. No es algo raro teniendo en cuenta las ventajas adaptativas de un entorno controlado y conocido. Según Puget (2002), los sujetos necesitan pensarse sobre bases coherentes y estables, sosteniendo ilusoriamente una exigencia de certeza. Esta autora considera que la pérdida de estas ilusiones produce sufrimiento. Consideramos que en las relaciones humanas la incertidumbre es una característica esencial. El otro siempre nos es, en alguna medida, incierto, y establecer vínculos con él implica cierta tolerancia y elaboración alrededor de esta cuota de incertidumbre.

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Jacques Lacan planteó que “no hay relación sexual”, haciendo referencia de alguna forma a la falta de complementariedad entre los sujetos en un vínculo (Lutereau, 2022). El otro no puede llenar ni tapar nuestras faltas, sino que para establecer dicho vínculo se necesita construir determinadas significaciones comunes que permitan vivir la relación a pesar de sus fallos. Pero estos procesos no son puro placer, “la pareja es conflicto”(Lutereau, 2022).

Pichón Riviere planteaba la existencia de dos miedos básicos en los seres humanos: por un lado un miedo a la pérdida, relacionado con la pérdida de una posición conocida o un objeto, perder parte de lo que tenemos o somos ahora; por otro un miedo al ataque, relacionado con el miedo a lo desconocido y el daño que este nos pueda ocasionar (Zito, 1988).

Si trasladamos esto a lo que hemos venido hablando sobre los vínculos en la actualidad, pudiéramos pensar la resistencia a estos como parte de esos miedos básicos a abandonar posiciones aparentemente seguras por otras donde las cuotas de incertidumbre dan espacio a ser dañados por el otro. Como plantea Borges (2021), “las redes sociales son artilugios donde podemos escondemos para llevar acabo la conquista sin tener que exponernos, para poder luego pasar a otra cosa rápidamente.” En coherencia con esto, Sánchez (2008) plantea que hemos desarrollado el hábito de no ligarnos definitivamente a casi nada, a nuestro entender un modo de defensa bastante básico y que puede limitar significativamente nuestra experiencia vital y nuestro disfrute. ¿Podremos vivir una sexualidad plena sin vínculos afectivos plenos?

La complejidad creciente de la sociedad, la cultura y el desarrollo tecnológico impactan sobre nuestros modos de vivir los vínculos afectivos y el erotismo. La actualidad se presenta como una época de incertidumbre donde lo establecido no parece estabilizarse. Emergen modos de relación donde prima el individualismo, la satisfacción personal y el consumo.

Para finalizar creemos importante destacar que no es la intención del presente ensayo defender determinados modos de vinculación por encima de otros. Como plantea la Asociación Mundial para la Salud Sexual (WAS), en “Salud sexual para el milenio. Declaración y documento técnico” (2009), la salud sexual es un estado general de bienestar relacionado con la sexualidad y el disfrute de la misma, que como todo disfrute humano es singular para cada persona. Es así que es derecho esencial de cada persona decidir cómo vivir su sexualidad, siempre que no afecte de esa forma a otros. Al pensar nuestros modos de vivir la sexualidad, el erotismo y los vínculos en la actualidad solo invitamos a reflexionar como múltiples factores intervienen en su funcionamiento actual, para no quedar limitados por los mismos sin darnos cuenta.

Bibliografía

Artaza, G. (2020). Las máscaras y la erótica de los sexos. En C. d. autores, El deseo en cuarentena.Letra Viva.

Bauman, Z. (2000). Liquid Modernity.

Borges, S. (2021). LA PAREJA EN DISPUTA. EN TIEMPOS DEL SEXO SIN EROTISMO. ¿POR QUÉ NOS CUESTA TANTO ESTAR JUNTOS?, de Luciano Lutereau. Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica., 207-212.

Daneback, K. (2006). Love and sexuality on the Internet.Tesis doctoral, Suecia.

Esborraz, M. (2020). La seducción “en cuarentena”. En C. d. autores, El deseo en cuarentena. El psicoanálisis después de la pandemia.Letra viva.

Lutereau, L. (2020). La pareja en disputa. En tiempos del sexo sin erotismo. ¿Por qué nos cuesta tanto estar juntos?Buenos Aires: Letras del Sur.

Lutereau, L. (2022). Adiós al matrimonio. Pareja en busca de nuevos compromisos.Buenos Aires: Paidós.

Lutereau, L. (2022). No hay relación sexual: Amor, deseo y goce en psicoanálisis.Buenos Aires: Letra Viva.

Puget, J. (2002). Qué difícil es pensar incertidumbre y perplejidad.

Ramírez, V. H. (2017). “Hola, ¿Cogemos?” Economía del deseo y capital erótico en sitios de encuentro en Internet. Interdisciplina, 79-108.

Rubio, E. (1994). Modelo Holónico de la Sexualidad Humana. En M. Á. Porrúa, Antología de la Sexualidad Humana. Tomo I.México: Consejo Nacional de Población.

Sánchez, J. (2008). Efectos de la cultura posmoderna sobre la pareja. Clínica e investigación relacional, 132-145.

WAS. (2009). Salud sexual para el milenio. Declaración y documento técnico.Washington.

Zito, V. (1988). CONVERSACIONES CON ENRIQUE PICHON – RIVIÉRE SOBRE EL ARTE Y LA LOCURA.EDICIONES CINCO.

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Estudiante de Psicología

Brando Mesa Cabrera: Estudiante de 3er año de la Facultad de Psicología de La Universidad de La Habana. Colabora como alumno ayudante en las materias de Psicología Cognitiva y Psicología social de procesos de exclusión social. Secretario de Comunicación del Consejo FEU de la Facultad de Psicología. Miembro del Proyecto TerrA. Miembro del Comité de Apoyo del XI Encuentro Internacional de Estudiantes de Psicología. Miembro del Comité Organizador del XII Encuentro Internacional de Estudiantes de Psicología. [...]