Papá Noel no existe | Soneto

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Poesía

Papá Noel no existe

 Papá Noel no existe, es un monstruo y tiene botas negras.¡Papá!

Y yo me miro en el brillo de tus botas

Tu mano avanza a mi pelo.

Avanza y acaricia.

Acaricia y arranca.

Arranca y empuja.

Pérdida en el infierno de tu apellido.

Papá Noel no existe, es un monstruo y tiene botas negras. ¡Papá!

¿Cordones? ¿Sogas? ¿Látigos? Ó ¿ las rejas de los campos?

Nunca miro tus ojos,

Son dos cuencas hondas con hilachas de sangre

que extasiados vigilan el camino a la muerte.

El silencio, la traición.

El dolor, la tortura.

El robo de los partos.

La locura.

Papá Noel no existe, es un monstruo y tiene botas negras. ¡Papá!

Y miro las suelas de tus botas que exhiben

mechones de mi pelo, las nalgas de mi madre,

y treinta mil cuerpos rotos, sin nombre ni sepultura.

Papá Noel no existe, es un monstruo y tiene botas negras. ¡Papá!

Y miro la lengüeta de tus botas

Y escucho la caverna de tu boca hilarante

Oid el grito del himno manchado:

“Olvido y obediencia.”

Yo rompo las cadenas.

Tres palabras me embarazan,

Y trituran mi apellido

Papá Noel no existe, es un monstruo y tiene botas negras. ¡Papá!

Y miro la cincha de tus botas ya caídas.

Las arranco, las envuelvo en un pañuelo blanco

las entrego, las denuncio,

las transformo en testimonio del infierno tan temido.

Hija solo de la historia.

Te miro y te respondo:

MEMORIA

VERDAD 

JUSTICIA

(inspirado por la nota  de Erika Lederer publicada en la revista Anfibia “Hijos de represores, del dolor a la acción”)

Por: María José Bozzone

Rubén Martínez Villena
Soneto
Te vi de pie, desnuda y orgullosa
y bebiendo en tus labios el aliento,
quise turbar con infantil intento
tu inexorable majestad de diosa.
Me prosternó a tus plantas el desvío
y entre tus piernas de marmórea piedra,
entretejí con besos una hiedra
que fue subiendo al capitel sombrío.
Suspiró tu mutismo brevemente,
cuando en la sed del vértigo ascendente
precipité el final de mi delirio;
y del placer al huracán tremendo,
se doblegó tu cuerpo como un lirio
y sucumbió tu majestad gimiendo.
Por: Rubén Martínez Villena

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