Escribo | Donde se cuenta hasta que apareciste

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Poesía

Escribo

Escribir para renunciar

Escribir en el intento de atribuir palabras a la opresión y a los enigmas.

Escribir para crecer

Escribir para no abandonarte en la fantasía.

Escribir para aludirte

Escribir para que me recuerdes cuando mires jugar a los niños en la vereda.

Escribir para explicarte que la verdad llega a su tiempo, que aunque ya no me vaya a sostener tu mirada,

habrá un impulso nuevo por el cual valga la pena seguir.

Escribir para saludarte y para despedirte.

Escribir para dejar de lado el mundo por un rato.

Escribir y escribir, a modo de mejorarnos, de preparar el terreno para saltar más alto.

Escribir para que me encuentres. Para que te halles en tu cuerpo más allá de tus ropas.

Escribir para que pierdas el pudor.

Escribir para que dejes el miedo a mostrarte como sos, más allá de como te gustaría que te vean.

Escribir para desandar el laberinto de mal entendidos entre mis denuncias y tus renuncias compulsivas.

Escribir para encontrar respuestas, pero también para estar a la altura de vivir aceptando que hay enigmas eternos.

Escribir para simplificarme la vida sosteniendo que ya no creo.

Escribir para no darle más vueltas a las metáforas, cuando la vida pide a gritos cosas simples.

Momentos simples, días simples compartiendo la nada misma de cada uno.

Escribirte porque no puedo tocarte de otra manera.

Escribir para responderte con tu lenguaje, un lenguaje que se agotó en alegatos que no sirvieron en tu defensa.

Escribir, finalmente, solo para colmar la causa que me movió a escribirte.

Por: L. Moran

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Donde se cuenta hasta que apareciste

Por delicadeza,
permití que los pájaros helados
calentaran sus picos en mi lumbre,
horadaran los leños de la noche
e hirieran con sus cantos mi silencio.
Ellos mancharon con sus plumas
mis sábanas
y picoteando sobre la pureza
me volvieron ceniza,
por delicadeza.
Por delicadeza,
consentí ser la amante de los héroes.
Alimenté mentiras y carencias
en hoteles de paso;
amordacé mi corazón de niña
y fui mujer fatal
para que nunca parecieran culpables.
Ellos se fueron
con mis mejores máscaras
y sus esposas, muertas de tristeza,
me dieron mala fama,
por delicadeza.
Por delicadeza,
pude resucitar en mis papeles
aquellos pájaros helados.
A mis tristes y efímeros amantes
con sus tibias y frívolas esposas
los transformé en metáforas.
Esparcí mis cenizas.
Hice versos
sólo para conjurar mi mala fama.
Y hoy que no creo en la delicadeza
te me apareces tú
que eres más que la delicadeza.
Estoy enferma de delicadeza
y no perderé mi vida por delicadeza
conmigo misma.
Por delicadeza.

Por: Marilyn Bobes

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Estudiante de psicología con perspectiva de género. Trabajadora del Ministerio de Justicia. Participo activamente en la lucha contra la Trata de Personas y erradicación de la violencia. Escribo, leo, y canto. [...]