Las gafas de la vergüenza

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Psicoanálisis

Soñé que inventaba un sorprendente dispositivo técnico: las “Shame Glasses”, las “Gafas de la Vergüenza”. El funcionamiento es muy sencillo. Si de tanto en tanto alguien necesita darse un ligero baño moral para no pudrirse en el interior de los mecanismos de defensa que cada día son más indispensables para soportar la vida cotidiana, se pone esas gafas y de inmediato experimenta el primer efecto: se ruboriza ante lo que ve. Incluso -y dependiendo de lo que aparezca ante sus ojos- puede adoptar una expresión semejante a la del Grito de Munch. No estoy muy convencido de que mi invento tenga un gran éxito, pero si los que se ríen del término “neoliberalismo” lo probasen al menos una vez, eso solo justificaría su fabricación.

Hace pocos días el Museo Auschwitz-Bierkenau se dirigió a Amazon solicitando la inmediata retirada de la venta de ciertos adornos navideños, en concreto unos simpáticos abridores de botellas, campanillas y estrellas con la imagen de la entrada al campo de concentración. Alertados por el descubrimiento, el Museo investigó un poco más y para su sorpresa encontró una toalla de playa con la misma imagen y a un precio muy asequible. De inmediato, Amazon retiró de la venta esos productos. La mayoría de la gente ignora que los artículos que esa plataforma vende son fabricados por otras compañías. Amazon es, básicamente, un gran escaparate virtual. Por ese motivo, además de muchos objetos que son ofensivos o que incluso constituyen una incitación al odio, al racismo o la discriminación, también pueden encontrarse cientos de miles de falsificaciones. Amazon tiene una firme política al respecto, pero se excusa explicando que es imposible realizar un control exhaustivo de cientos de millones de cosas cuya venta promocionan. ¿Y quién ha fabricado esos emotivos adornos navideños? Supongo que el lector ya tiene la respuesta: pequeñas empresas chinas, que probablemente no tienen la menor idea de dónde queda Auschwitz ni qué es lo que allí sucedió. Lo interesante es que aunque algunos de estos productos son fabricados con propósitos ideológicos, la mayoría se hacen siguiendo un sistema de Inteligencia Artificial que funciona de manera muy simple. Basta que un usuario muestre algún interés en su perfil de búsqueda, para que los algoritmos se pongan en marcha y diseñen un producto que a lo mejor vende una sola unidad, o incluso ninguna. Un portavoz de Amazon explica que cientos de miles de artículos que pueden encontrarse en la plataforma en realidad no tienen ni un solo cliente, ni siquiera una reseña crítica. Alexis Madrigal, uno de los máximos expertos en tecnología de los Estados Unidos, descubrió que la misma empresa que fabricó los adornos navideños con símbolos nazis los puede entregar con la imagen de una catedral de España o una foto de los Alpes Suizos. Todo da exactamente igual, puesto que de lo que se trata es de vender y los algoritmos no se andan con remilgos para cumplir su cometido. El neoliberalismo consiste en eso: que en Black Friday se puedan encontrar hornos crematorios, vibradores y Teddy Bears a precio de ganga. Todo va a parar al mismo carrito de la compra. 

Hace unos años, cuando tras la disolución de la URSS Gorbachov era una figura odiada en su país y se encontraba prácticamente en la pobreza, negoció con Pizza Hut un anuncio para promocionar la apertura de la primera sucursal de dicha cadena en la Plaza Roja, nada menos. Como el ex-líder político necesitaba desesperadamente fondos para mantener a su familia y a la fundación que había creado, aceptó el suculento trato que los ejecutivos de Pizza Hut le ofrecieron para hacer una publicidad en la que se lo ve sentado con su nieta delante de una pizza. Las negociaciones entre la productora y Gorbachov fueron arduas y duraron casi un año. No se trataba de una discusión económica, sino de cómo iba a aparecer el famoso político. La publicidad es una obra maestra de la industria filmográfica americana y la ironía del mensaje permite sospechar que algún marxista se infiltró entre los autores del guión.

Gorbachov entra al restaurante. Los comensales lo reconocen y se inicia entre ellos una acalorada discusión sobre lo que él ha hecho por los soviéticos. Al final, una voz pronuncia una sentencia que todos admiten: gracias a Gorbachov, los moscovitas tienen Pizza Hut. La caída del Muro ha traído esa bendición. La compañía acabó por rendirse ante la condición que Gorbachov impuso, y que en realidad era la que más les interesaba a los ejecutivos. Se negó rotundamente a que en la filmación se lo mostrase comiendo la pizza. Puede parecer un pequeño detalle sin importancia, pero para él estaba en juego su dignidad. Gorbachov seguramente no fue un santo, aunque conservaba un cierto sentido de la vergüenza. Eran otros tiempos, muy nuevos, pero todavía lejos de lo que habríamos de ver más tarde. O de no ver. Por eso, si alguien está interesado en mis “Shame Glasses” y desea iniciar un crowdfunding para crear una empresa, por favor que contacte con El Manicomio Global. 

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SicologiaSinP.com - Gustavo Dessal

Psicoanalista y Escritor

Miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis. Docente del Instituto del Campo Freudiano en España. Profesor itinerante en Argentina, Bolivia, Brasil, USA, Italia, Francia, Inglaterra, Irlanda, Polonia. Ha escrito libros de psicoanálisis y también de ficción. Reside en Madrid desde 1982. [...]