José de la Luz y Caballero, padre fundador

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Arte y Mente

Martí lo nombró como el padre y padre fundador, se consagró a la educación patriótica de la juventud cubana. Combatió todas aquellas tendencias que podían impedir el desarrollo de una Patria libre y culta.

Parece una buena manera de comenzar un pequeño recorrido por la obra y el pensamiento de este insigne cubano de su tiempo. José Cipriano de la Luz y Caballero nació en La Habana, el 11 de julio de 1800. A los doce años estudiaba latín y filosofía en el convento de San Francisco y posteriormente se titula de bachiller en filosofía en la Real y Pontificia Universidad de San Gerónimo de La Habana. Fue discípulo de Félix Varela en el seminario de San Carlos, donde se gradúa de leyes. En esta etapa de su vida comienza a tener las primeras influencias del espíritu científico renovador del siglo XVIII europeo al estudiar a filósofos como Locke, Condillac, Rousseau, Newton y Descartes; además de adherirse a las ideas de sus maestros, Varela y José Agustín Caballero (tío) en contra de la filosofía y los métodos de enseñanza escolásticos utilizados en todos los centros de enseñanza de La Habana.

Con solo 24 años ya era director de la cátedra de filosofía del seminario de San Carlos, en donde nunca cejó su empeño en seguir con la continuidad de las ideas de Félix Varela.

En 1828 decide realizar un viaje por Europa que lo traería de regreso a la Isla en 1831 y en el cual conoció a reconocidas personalidades de su época como el canciller inglés Henrique Brougham, el físico Gay-Lussac, Walter Scott, Goethe, Alejandro de Humboldt, Alejandro Dumas y compartió con Cuvier y Michelet.  A su regreso a Cuba encamina sus esfuerzos a mejorar el sistema educativo implementando el sistema de enseñanza explicativo en el cual intentaba hacer del alumno el sujeto activo del aprendizaje, además dirige su mirada a la política y a la filosofía-moral.

Luz y Caballero no fue partidario del todo de la causa independentista cubana y tampoco fue un diáfano defensor de las doctrinas antiesclavistas como su maestro Varela, pero al decir de Martí y muchos de sus contemporáneos incluso dentro del gobierno de la metrópoli lo consideraban como un patriota.  Su lucha fue, sembrar ideas que sostuviesen las armas con que conquistar la libertad para crear una sociedad nueva. Luz lo definía con dos palabras, ciencia y conciencia; hacer ciencia para crear conciencias; crear conciencias para hacer ciencia: ciencia y conciencias como único modo de superar a la sociedad esclavista y colonizada, refugiada, no sólo en las estructuras sociales, sino en las más profundas, en las mentales y para esta tarea, el magisterio, dedicó prácticamente su vida entera. Entre sus discípulos más distinguidos se encuentran los cubanos: Manuel Sanguily, Ignacio Agramonte, Rafael María de Mendive, entre otros.

El pensador cubano se sentía orgulloso de expresar que para que Cuba sea libre era que ejercía su labor de maestro. Este compromiso con la Patria lo lleva a establecer un método propio enaltecedor de la verdad, que de categoría gnoseológica tratada solamente en materias filosóficas, deviene en la mente del pedagogo, en gnoseológico-moral; o sea el conocimiento de la verdad, su interiorización por parte del individuo crea una actitud consciente ante la vida y la patria.

Muestra importante del respeto de los cubanos hacia Luz lo expone Manuel Sanguily al expresar:

“Por reacción forzosa y legítima, la isla de Cuba responde con su veneración apasionada. Si ha sido martirizado y escupido, siquiera en póstumo calvario de afrentas, merece la gloria, el apoteosis; y que su imagen escarnecida y beatificada se alce sobre los hombros de sus fariseos como un signo de unificación espiritual para los cubanos, como un apóstol y como un santo. El modelo más acabado de patriotismo que en lo humano pudiera presentarse”.

En un artículo del destacado intelectual y político cubano, Carlos Rafael Rodríguez, titulado José de la Luz y Caballero, señaló igualmente sobre su figura:

“Don Pepe, menos militante que Agramonte y Martí, más ponderado que Varela, tiene, sin embargo, un sitio entre nosotros. No podemos aprovechar de él los ejemplos de audacia que nos dejó Varela, ni la firme veta antirracista de Martí. Pero hay en toda su existencia la marca del decoro y la dignidad patrióticos. Su cubanía es firme.”

Casi todo el pensamiento de Luz está expuesto a través de la importante polémica filosófica que tuvo lugar en Cuba entre 1838 y 1840, en particular en torno al eclecticismo de Cousin, al método y la moral. Se sitúa entre los filósofos más importantes que ha producido América Latina y dentro del siglo XIX es quizás uno de los más profundos y rigurosos. En Luz y Caballero puede hallarse una permanente reflexión acerca del hombre, que brota de la relación que establece entre filosofía, ciencias particulares, ética y religión. Su teoría filosófica es esencialmente empirista, con marcados elementos materialistas, sobre todo su gnoseología. Es el inglés John Locke el que mayor influencia ejerce en él. Pero se nutre además, de las ideas de otro filósofo inglés Francis Bacon, fundador del materialismo y de la ciencia experimental moderna así como de los grandes sistemas alemanes, en particular los de Kant y Hegel.

Para Luz, la filosofía constituye “un sistema de doctrinas” que se ocupa de “la exposición de las leyes del hombre y del universo“, así como “de la práctica de sus pensamientos y acciones”, además considera que “toda filosofía se dirige forzosamente al entendimiento y al corazón y en tal sentido el filósofo debe ser al mismo tiempo, “sacerdote de la verdad” e “instituto de la moral”.

Convencido de que el conocimiento y el desarrollo de las ciencias garantizan la moralidad, elabora una concepción del hombre asentada en la unidad dialéctica entre lo gnoseológico y lo ético. Cree que es útil y necesario “estudiar al hombre por entero para conocerle completamente, al hombre físico y al hombre moral sobre todo siendo tan íntima y estrecha la relación entre uno y otro: el hombre es espíritu; sensación, sentimiento y entendimiento…”. Comprende que para el estudio del hombre es menester el estudio de toda la naturaleza. Por tanto siendo consecuente con su naturalismo cientificista, considera que las ciencias constituyen un todo, en correspondencia con la unidad del mundo y de esa unidad forma parte inseparable el hombre mismo.

Propone elaborar una ciencia del hombre que asuma al mismo como objeto de estudio desde una perspectiva totalizadora, donde cada rama del saber aporte los conocimientos específicos, que permitan mediante una reflexión filosófica, sintetizar las funciones físicas, intelectuales e instintivas del ser humano, para entonces comprender los móviles de sus actos, su papel en la sociedad y sus relaciones con los demás hombres.

Aforismos, se enmarca como una sus obras de mayor relevancia. En la misma demuestra las relaciones sujeto social – vida material – vida espiritual y su famoso tomo V (inconcluso) de la Polémica filosófica, la Impugnación a las doctrinas filosóficas de Víctor Cousin, se proyecta como una de las obras más penetrantes y de extraordinaria fineza analítica de la que dispone la historia de la filosofía en Cuba y en Latinoamérica.

El momento en que Cuba se singularizó y la producción filosófica comenzó a tener mayor auge, fue el de la época de Luz, y sobre todo gracias a su posición filosófica en evidente contracorriente de las expresiones dominantes. Siempre teniendo como antecedente fiel a su tío, el padre José Agustín Caballero, cuya obra fundacional de renovación y reforma filosófica fue decisiva y sumamente influyente en las futuras producciones de Varela y Luz. Para ese tiempo se inició un movimiento que los autores han denominado el reformismo electivo y del cual tanto él como Varela formaban parte vertebral.

El haber comprendido, a contrapelo de la atmósfera filosófica reinante, el error y los peligros de las nuevas corrientes y haberse enfrentado a ellas con todo el peso de su prestigio y de su saber filosófico, le garantiza el lugar que ya ocupa en la historia de nuestro devenir intelectual.

 

 

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