El año pasado, el Ministerio de Salud, Asuntos Sociales e Igualdad se vió obligado a retirar de la circulación unos carteles de su última campaña de concienciación sobre hábitos de consumo de alcohol de menores. Uno de los carteles presentaba la foto de un hombre adolescente acompañado de la frase «su consumo continuado ocasiona daños físicos y genera conflictos familiares». Otro retrataba a una mujer y advertía de que «tras su consumo, se constata un mayor número de relaciones sexuales sin protección o no consentidas».
En las redes sociales se llamó la atención sobre lo inapropiado de retratar al hombre como potencialmente violento y a la mujer como víctima posible, reafirmando estereotipos que siempre han existido. El alcohol, parece decir el anuncio, puede sacar la bestia que hay en ti si eres hombre. El mensaje que reciben las chicas es que son vulnerables y deben defenderse.
Para muchos jóvenes, beber alcohol es una práctica fuertemente vinculada al ocio de fin de semana y a estar con los amigos. Lo que se suele dar es lo que se denomina como “atracón”, es decir, una altísima ingesta en un periodo breve de tiempo y se concentra principalmente en los fines de semana. Esta fórmula es la causante de numerosas intoxicaciones etílicas, algunas de ellas con graves consecuencias.
¿QUÉ HACER ANTE ESTO ENTONCES?
Es la eterna pregunta que siempre nos realizamos y la respuesta es COMPROMISO Y RESPONSABILIDAD. Imprescindible para favorecer un consumo responsable del alcohol es dar ejemplo en el seno familiar. Si todas las celebraciones o situaciones de ocio en casa están presididas por las bebidas alcohólicas, se transmite cierta permisividad y naturalidad en la relación con estas bebidas. Sin embargo, el problema de los jóvenes tiene más que ver con el atracón que con el consumo continuado, por lo que es necesario ofrecer alternativas de ocio saludables y atractivas, para que los jóvenes las aprovechen realmente y cambien sus hábitos.
Con respecto a la relación alcohol – violencia…¿EXISTE REALMENTE?, es decir, quien bebe una cantidad elevada de alcohol ¿tiene el 100% de probabilidad de cometer un acto violento? Muchas investigaciones concluyen que la relación entre el alcohol y la violencia es condicional, es decir, el alcohol es un factor que contribuye a la conducta violenta, pero no una causa suficiente ni necesaria para la misma ya que un sujeto intoxicado no sólo está sujeto al efecto de factores individuales y situacionales, sino que también le influyen expectativas y patrones culturales específicos.
¿CÓMO SE SALE DE ESTO? ¿QUÉ DEBO HACER SI VEO QUE MI HIJ@ TIENE UN CONSUMO IRRESPONSABLE CON EL ALCOHOL?
La mayoría de las personas alcohólicas sólo acuden a pedir ayuda a un especialista si se encuentran en una situación insostenible. Con el adolescente sucede lo mismo, aunque es más bien una demanda que viene de su entorno. Normalmente son los padres, que están preocupados porque ha tenido una sanción en la calle o un ingreso en urgencias. Es muy difícil que sea el propio adolescente el que venga de manera voluntaria, por lo tanto deben ser los padres o personas allegadas a este adolescente los que deben solicitar asistencia profesional para que este menor sea asistido.
La primera parte de la intervención tiene que ser la toma de conciencia de lo que está pasando porque en términos generales no se es consciente más que de algunas consecuencias de su comportamiento. La intervención es complicada al no haber una motivación intrínseca del adolescente de enfrentarse a lo que le está pasando. Pero una vez se le haga ver las consecuencias tanto físicas como emocionales de la ingesta masiva de alcohol, el tratamiento se va encauzando y el menor empieza a obtener mejoras en todos sus ámbitos, tanto familiar, como escolar y de socialización.
Pero antes de la Intervención debe haber algo muy importante y a lo que cada día se le pone más peso que es la Prevención. Hay tres tipo de prevención: la prevención escolar, sobretodo en talleres con los adolescentes, jóvenes en los institutos y demás; la prevención familiar, trabajar con padres y madres a la hora de ayudar a los jóvenes; y la prevención comunitaria, desde programas de ocio alternativos juvenil los fines de semana o hasta las campañas publicitarias, a la hora de elevar el nivel de información a la población.
Estos serían los tres ámbitos de intervención en los que con más fuerza se debe incidir para que el futuro de nuestros niños sea cada día menos un campo de minas que sortear.
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