Educación, vocación y profesión 

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Social

Vivimos en un mundo que se mueve continuamente, en el que aprendemos sus reglas del juego día a día, decisión a decisión, paso a paso. Llegamos con todo nuestro potencial de serie a la vez que indefensos, desconocedores del camino recorrido por tantas generaciones que nos antecedieron.

Es la familia quien guía literalmente nuestros primeros pasos y junto con la labor del sistema educativo aprendemos el funcionamiento de nuestros sistemas, el modo correcto de relacionarnos, aprendemos a interpretar lo que está bien y lo que no, lo que se espera de nosotros. Evidentemente todo ello, bajo su propio punto de vista y en función de un proceso de adaptación continuo y muchas veces inconsciente.

No creo que exista una labor más amorosa y a la vez importante que la de educar. ¿Quién enseña a criar, a acompañar, a gestionar emociones, si apenas aprendemos a tomar las riendas de nuestra propia vida?

Cuán complicado parece recibir en familia una vida por estrenar, la vida de alguien que te llamará papá o mamá durante el resto de nuestras vidas…

Ponemos todos nuestros recursos, conocimientos previos del mundo y todo nuestro amor en la maravillosa labor de acompañar a nuestros hijos por su propio sendero vital. Pero hemos de tener en cuenta que por mucha intención y dedicación que pongamos en aconsejar y guiar a los hijos, el escenario en el que se mueven, siendo el mismo que transitamos nosotros en el momento presente (por lo que también estamos en proceso de aprendizaje del mismo), es totalmente diferente del de nuestra infancia, así que nuestras referencias no son ajustadas a su presente infantil.

A esto se une que cada ser humano posee propia personalidad, sus talentos y sus miedos, sus creencias y valores, y que siendo tan particulares en cada individuo, además se van modulando en función de las vivencias y aprendizajes personales. Teniendo en cuenta esta evolución continua, qué difícil orientar en realidades internas y externas con tantas variables como cuerpos celestes hay en el universo…

Llega la adolescencia y los cambios propios de esta etapa vital, van desarrollando a la vez el propio criterio y los posicionamientos en cuanto a lo que ocurre en la propia vida, en la familia, en la sociedad… Una especie de travesía en el desierto en el que la exploración y el espíritu crítico invitan a cuestionarse y cuestionar creencias, valores y normas.

Y a la vez que se va terminando de atravesar la adolescencia, llegan las primeras decisiones académicas y profesionales a la hora de elegir estudios ya no obligatorios. En el mejor de los casos, nuestros jóvenes reciben un bombardeo de información sobre salidas profesionales, conveniencia de unos u otros estudios, todo ello, aderezado con las variables desembolso económico, becas, desplazamientos y cambios de residencia, que conforman una nube de dudas en las cabezas de nuestros chavales.

Hay muchos pequeños abismos a los que enfrentarse para tomar la decisión que condicionará sus primeros años de estudio universitario (los miedos parentales sobre el bienestar de sus hijos, el síndrome de nido vacío, el sentimiento de traición del hijo que elije otras opciones a las propuestas por sus padres aun contando con su consentimiento…) Es mucha la presión que pasa desapercibida en el momento de elegir estudios. Una presión invisible pero importante y que acompaña a nuestros jóvenes en forma de responsabilidad.

Vivimos en un mundo cambiante, acelerado, e incluso aparentemente prefabricado y deshumanizado: Rankings, salidas profesionales, formas de contratación, ética laboral, cifras de desempleo, sistema de pensiones… A veces parece que vivir con miedo, prepararse para competir al máximo y a lo largo de toda la vida, es imprescindible para sobrevivir y no queda otra opción que aceptar que “esto es lo que hay” y o te subes a este carro, o la vida sigue sin ti.

Quizás el escenario que dibujo con mis palabras no se ajuste a la realidad del todo, pero es la visión que atisbo en mi andar diario.

Cada poco tiempo aparecen estudios sobre las profesiones del futuro, y estos también varían en función de la fuente y la fecha, por lo que una vez más es muy difícil hallar referencias que guíen con seguridad los pasos de quienes buscan su modo de desarrollar su carrera profesional.

Sin embargo, hay una brújula que traemos todos de serie, aunque no seamos conscientes de ello. Hay quien la llama vocación, hay quien prefiere denominarla pasión. Generalmente se la observa con cierto romanticismo e incluso se toma como una ilusión que desembocará en un entretenimiento o un hobbie descartándose como opción profesional bajo una capa argumental de irrealidad o idealismo. Sin embargo considero que hemos de prestarle máxima atención desde el principio de nuestro camino.

Quizás en nuestra labor como padres, sea más importante ofrecer oportunidades de descubrimiento, de participación, de observación para localizar posibles vocaciones, que ofrecer consejos sobre situaciones movedizas en una realidad cambiante. No digo sustituir una labor por otra sino complementarlas equilibrando cual alquimistas, el peso de una balanza de precisión para dar con la mezcla más adecuada en cada momento.

Invitar a nuestros chicos a tomar decisiones por sí mismos gestionando las consecuencias, trabajar conjuntamente familia – sistema educativo – sociedad para acompañar de un modo coherente a las generaciones emergentes, aprender haciendo, sintiendo, compartiendo… creo que es el caldo de cultivo necesario para dejar de enseñar a tripular barcos ajenos y que nuestros chicos aprendan a construir su propio barco mientras deciden el rumbo y ajustan timón. Quizás su destino no sea el que en sueños hemos dibujado para ellos, pero será así como se hagan responsables, queriéndose por quienes son, por su propia esencia y no por lo que hacen o no y así, colateralmente, hacerse realmente buenos en las disciplinas que les enamoren, logrando así cubrir todas sus necesidades mientras el disfrute y el esfuerzo equilibran las velas a bordo.

Quizás estemos cerca de descubrir nuestra brújula y de desarrollar las competencias necesarias para disfrutar de un viaje vital inolvidable, porque hasta ahora hablaba sobre nuestros niños y jóvenes, pero el trayecto comienza en el momento en que la decisión se toma y la pasión arrastra, sin edad ni excusas. Siempre hay un camino (nadie dijo que fácil) para los valientes capaces de virar el rumbo hacia destinos conscientemente decididos, porque hemos de tener en cuenta que la vocación tampoco es inmutable y también se modula de modo continuo.

Así que quizás una referencia valiosa para el éxito del viaje sea si las decisiones que tomamos en presente, nos acercan al destino previsto y si al atisbar nuevos destinos, estamos preparados para explorar otros rumbos.

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SicologiaSinP.com - Azu Ubierna

Licenciada en pedagogía social y laboral

Se desempeña como coach, orientadora profesional, formadora en competencias, sociales y profesionales en la Universidad de Burgos (UBU). Además es la responsable del área de Orientación, Coaching y Formación de UBU Emplea. Colabora en el programa semanal: Un rincón para sentir de la radio y televisión de de Castilla y León. [...]