La cita como medio-decir (Parte II)

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Psicoanálisis

Lacan ubica a la cita como uno de los modelos del medio-decir y asegura que se trata de la contracara del enigma, debido a que si éste es una enunciación sin enunciado, la cita se caracteriza por ser, en cambio, un enunciado carente de enunciación. Esta condición se distingue aún más claramente cuando se trata de una cita de autoridad, donde quien presta la boca o la pluma queda diluido tras su verdadero autor. 

Sin embargo, para la interpretación, la cita es uno de los modelos de medio-decir que especifica Lacan en El Seminario 17. El reverso del psicoanálisis, dirá:

El enigma es la enunciación –con el enunciado espabílense. La cita es: yo planteo el enunciado, y el resto, es el sólido apoyo que encuentran en el nombre de un autor, cuya carga les endoso, así está muy bien, y eso no tiene nada que ver con la condición más o menos vacilante de la función del autor […] A su manera, la cita es también un medio decir. Es un enunciado del que os indican que sólo puede admitirse en la medida en que ya participáis de cierto discurso…. 

Al igual que el enigma, la cita deberá ser recogida del decir del sujeto que ha sido invitado a hablar libremente: “Cita, por otra parte, tomada a veces del mismo texto [del analizante], de tal enunciado. Así puede pasar por algo efectivamente manifestado, sólo con que se le adjunte todo el contexto. Pero entonces uno apela a su autor”.  

Este procedimiento, la apelación al autor, es definido por Lacan en “L’etourdit” como “intervención interpretativa mínima” que descansa en una breve fórmula: “tú lo has dicho”. Gracias a esta operación, el enunciado que el interpretante recoge  de la trama del decir, es puesto a circular como un dicho, en un contexto nuevo y se abre a la multiplicidad de equívocos que la lengua permite. Apela, como Lacan indica, a su verdadero auctor, único responsable de ese texto. 

‘No te lo hago decir’. ¿No es esta acaso la intervención interpretativa mínima? Pero su sentido no es lo que importa en la fórmula que lalengua que aquí empleo permite proporcionar, sino que la amorfología de un lenguaje que abra el equívoco entre ‘Tú lo has dicho’ y ‘Yo lo tomo aún menos a mi cargo, cuando, cosa semejante no te la he hecho decir por nadie.

Se tratará entonces, de un procedimiento de carácter económico ya que, inyectando el mínimo contenido posible, –como  el dedo elevado de San Juan-, se determina retroactivamente el sentido de un enunciado o conjunto de enunciados provocando que el emisor reciba finalmente su propio mensaje en forma  invertida. 

Si esta operación mínima es acertada tiene un efecto revelador. Dirá Lacan en El Seminario 17:

Estamos ahí para conseguir que sepa todo lo que no sabe sabiéndolo. Esto es el inconsciente (…). Para él [el analista] el contenido latente es su interpretación que va a hacer, en tanto es, no ese saber que descubrimos en el $, sino lo que se añada para darle sentido. 

El analista, hace surgir, de ese modo, la enunciación que estaba latente en ese medio decir devolviendo la función de auctor al sujeto, siempre presto a diluirse. En palabras de Colette Soler:

La cita […] es más bien un enunciado de saber afirmado, salvo que se refiere el enunciado a un nombre de autor. La cita, al ser referida a un nombre de autor, introduce la dimensión de la enunciación, una enunciación latente que hay que hacer surgir. 

La verdad del oráculo

El oráculo es otra de las figuras utilizadas por Lacan, en numerosas ocasiones, para referirse al decir interpretativo. Si bien el oráculo (μαντειον) no es necesariamente una criatura híbrida, el significante mismo que lo nombra, resulta bastante inespecífico. Puede significar la respuesta que da una deidad a través de sus sacerdotes, pero también el lugar en que se hace la consulta y se recibe la respuesta. Incluso cuando se trata del vocablo latino, oraculum, puede significar también a la propia divinidad. Es decir, que el término aglutina tres significados: la respuesta, el lugar de la consulta y, por último, la divinidad a la cual se le dirige la pregunta.

La respuesta del oráculo es siempre un decir huidizo que si bien contiene una verdad indiscutible ésta aguarda a ser interpretada. Nuevamente, al igual que en el caso de la alusión, la interpretación de los dichos del oráculo le corresponderá a quien sea destinatario de ese mensaje oscuro y enigmático.

En la clase de El Seminario 17. El Reverso del Psicoanálisis, titulada “El amo y la histérica”, Lacan se refiere a la interpretación como un decir a medias en tanto decir oracular. Afirma que: 

Un saber en tanto verdad –esto define lo que debe ser la estructura de lo que se llama una interpretación.

Si he insistido tanto en la diferencia de nivel entre la enunciación y el enunciado, es precisamente para que adquiera sentido la función del enigma –es un decir a medias, del mismo modo que la Quimera aparece como un medio cuerpo, salvo cuando se le da la solución, entonces desaparece por completo. 

Esta cita reviste un valor capital debido a que además de una definición muy precisa de la estructura de la interpretación analítica, -saber en cuanto verdad- podemos leer que esta verdad sólo podrá medio-decirse. La representación de un medio-decir es reforzada por Lacan gracias a la figura de la Quimera. 

Lacan utiliza en esta clase el nombre “Quimera” para referirse, más exactamente, a la hija de ésta, es decir, a la esfinge de Edipo, que será la encargada de plantearle el enigma al héroe. Afirma que la verdad sólo es susceptible de medio-decirse y refuerza la representación de un medio-decir sirviéndose de la figura de la Quimera: mitad mujer y mitad felino. 

El otro elemento importante es la discriminación de dos planos del acto verbal: el nivel del enunciado y el nivel de la enunciación en el que se apoya el surgimiento del enigma.

Veamos cómo continúa la cita transcrita: “El enigma es probablemente esto, una enunciación. Dejo a su cargo que la conviertan en un enunciado. Apáñenselas como puedan –como hizo Edipo-, sufrirán las consecuencias. En el enigma se trata de eso”. 

Colette Soler en su texto “Sobre la interpretación” escribe al respecto:

El enigma consiste en formular una enunciación, que no es de nadie, y que no corresponde a ningún enunciado de saber. En otras palabras, el enigma es verdad sin saber. O, si así lo prefieren, es la verdad cuyo saber es latente o supuesto. Producir el enunciado queda a cargo del oyente 

Podemos concluir que este modelo de decir a medias posee una de las características esenciales de la palabra interpretativa: se trata de una enunciación que incita al desciframiento. Es un decir a medias que convoca en forma apremiante a que se diga la otra mitad. 

La verdad, les digo, sólo puede enunciarse como un medio decir y les he dado como modelo el enigma. Puesto que así es precisamente como siempre se nos presenta y no por cierto en forma de pregunta. El enigma es algo que nos urge a responder como un peligro mortal.  

A continuación veremos por qué urgía responder el enigma del oráculo de Delfos en la obra de Sófocles, Edipo Rey, a la que Lacan hace referencia.

Escribe Sófocles que la ciudad de Tebas, antes poderosa y fértil, se hallaba sumida inexplicablemente en la miseria y la peste, una fuerza devastadora hacía perecer a los animales y a los niños e impedía el crecimiento de los frutos que se plantaban en la tierra. Anuncia el sacerdote que junto con la multitud se dirige a Edipo a pedir su auxilio:

La ciudad como tú mismo ves, conmovida tan violentamente por la desgracia, no puede levantar la cabeza del fondo del sangriento torbellino que la revuelve. Los fructíferos gérmenes se secan en los campos; muérense los rebaños que pacen en los prados, y los niños en los pechos de sus madres. Ha invadido la ciudad el dios que la enciende de fiebre: la destructora que deja deshabitada la mansión de Cadmo y llena el infierno con nuestras lágrimas y gemidos. 

Ante estas calamidades es imprescindible que el Rey –quien recordemos que ya en otra ocasión ha logrado develar un enigma que sojuzgaba a Tebas- ponga en marcha su ingenio y devele quién ha sido el asesino del Rey Layo. El recorrido por este pasaje de la tragedia de Sófocles sitúa al enigma mucho más allá de un simple juego de ingenio, se trata de una enunciación que resuena sobre un punto de padecimiento y que, en tanto misterio concierne al sujeto en su sufrimiento.

Citaremos a continuación qué responde Edipo a sus fieles luego de la demanda de la que es objeto:

¡Dignos  de lástima sois, hijos míos! ¡Conocidos me son, no ignoro los males cuyo remedio me estáis pidiendo! Sé bien que todos sufrís, aunque de ninguno de vosotros el sufrimiento iguala al mío. Cada uno de vosotros siente su propio dolor y no el de otro; pero mi corazón sufre por mí, por vosotros y por la ciudad; y de tal modo que no me habéis encontrado entregado al sueño, sino sabed que ya he derramado muchas lágrimas y meditado sobre todos los remedios sugeridos por mis desvelos.

La alusión como forma de medio-decir la verdad en psicoanálisis (Parte I)

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SicologiaSinP.com - Vanina Muraro

Psicoanalista y artista plástica

Doctora en Psicología por la Facultad de Psicología UBA. Docente de grado y postgrado de la misma casa. Investigadora en Psicoanálisis. Autora de numerosos artículos científicos y co-autora de los libros: Variantes de lo tíquico en la era de los traumatismos, Letra Viva, 2015 y Las tragedias del deseo, Letra Viva, 2015. Analista Miembro de la Escuela Internacional de los Foros del Campo Lacaniano (A.M.E.), miembro del Foro Analítico del Río de la Plata. Estudió pintura, dibujo y escultura con Carlos Gorriarena, Marcia Schvartz y Pablo Bolaños. Ilustró libros y revistas y participó en numerosas muestras individuales y colectivas. Es autora también de un libro de dibujos, Lunar perdido, editorial Paradiso, 2011. [...]