Varios oyentes de nuestro segmento de Salud Mental, que sale al aire en la revista dominical RP-105 por las ondas nacionales de Radio Progreso, se nos han acercado personalmente o a través del correo electrónico para que expliquemos la diferencia fundamental que existe entre humildad y modestia.
Para ser honestos con los radioescuchas y con nosotros mismos, tenemos que confesar que quien nos enseñó la diferencia abismal entre una y otra fue el doctor José Orlando Suárez Tajonera (1928-2008), Premio Nacional de Enseñanza Artística, en uno de los inolvidables diálogos que sostuviéramos mientras se hallaba entre nosotros.
Según el también profesor emérito de la capitalina Universidad de las Artes, la modestia enturbia el talento, y cuando esa supuesta virtud entraña segundas o terceras intenciones, deviene uno de los peores defectos que pueden caracterizar al ser humano.
Por el contrario, la humildad es estar consciente de lo que se sabe y por qué se sabe, pero —a la vez— es estar muchísimo más consciente de lo que se ignora o desconoce, porque el conocimiento humano es infinito e inabarcable. Para ilustrar cómo se exterioriza la humildad, utilizaremos una anécdota tomada de la cultura oriental, madre de la sabiduría y la espiritualidad.
En cierta ocasión, paseaban por el bosque un campesino y su hijo adolescente. Cuando llegaron cerca de un río, el padre le preguntó al vástago: « ¿escuchas algún ruido?». A lo que el chico contestó: «sí, papá, oigo el ruido de una carreta». Entonces, el progenitor precisó: «sí, hijo mío, es el ruido de una carreta vacía lo que tú escuchas» « ¿Papá, preguntó el muchacho, cómo sabes que la carreta está vacía, si viene tan lejos que todavía no se percibe su presencia?» «Porque, contestó el interpelado, cuando la carreta está cargada no hace tanto ruido; sin embargo, cuando está vacía el ruido es enorme».
Extrapolemos el mensaje que nos transmite esa anécdota al tema que estamos tratando, y caeremos en la cuenta de que quien no sabe nada y alardea de lo que sabe, hace tanto ruido como una carreta vacía, para llamar la atención sobre su aparente erudición, y en consecuencia, la enmascara con la falsa modestia.
Ahora bien, el que sabe y no hace alarde alguno de lo que sabe, va caminando por esta vida como una carreta llena de conocimientos y de nobles acciones hacia el prójimo.
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