Una aproximación a la estructura perversa desde la novela “Confesiones de una máscara” de Yukio Mishima

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Arte y Mente, Psicoanálisis

La perversión no es solamente como la definía Freud en relación con el niño o niña a edades tempranas, como diversamente pulsional, es decir “perversa polimorfa”; se debe ampliar la concepción de la misma en relación con los detalles particulares que se pueden vislumbrar en la novela “Confesiones de una máscara” del escritor japonés Yukio Mishima, esto ya que, perversión es un concepto que tiende a confusiones o miradas estereotipadas a partir de una óptica moral, religiosa, o social, nuestro objetivo es articular lo propuesto por varios autores, en relación con lo observado en el personaje principal de la novela, para así, llegar a un acercamiento de lo que puede ser la perversión desde una óptica estructural, que encuadra una lógica y una ley relacional entre sus elementos (ley – deseo – goce – sujeto).

Yukio Mishima

Yukio Mishima

Hay diferentes maneras de concebir como hemos mencionado a la perversión, ésta es definida como una estructura, se diferencia de las demás, es decir:

“La perversión se distingue de las otras estructuras clínicas por la operación de la renegación. El perverso reniega la castración; percibe que la madre carece de falo, y al mismo tiempo se niega a aceptar la realidad de esa percepción traumática. Esto es más evidente en el fetichismo, en el que el fetiche es un sustituto simbólico del falo faltante en la madre” (Evans, 2008, p.150).

El fetichismo es un punto central en el personaje de la novela, se volverá a ello posteriormente. Por el momento hay que anotar uno de los aportes de la cita de Evans y es que el perverso, o mejor dicho, la perversión es un modo particular de relacionarse con la castración, asimismo niega la falta en el Otro pues ello implicaría la propia castración, el perverso no teme la castración: se horroriza ante ésta. Para ampliar un poco mejor este horror ante la castración Joel Dor agrega:

“El perverso queda cautivo de una economía deseante que lo sustrae a ese derecho del deseo. Se agota tratando de demostrar, a contrario, que la única ley que él le reconoce al deseo es la ley imperativa de su propio deseo, y no la del deseo del otro. La desmentida se dirige esencialmente a la cuestión del deseo de la madre por el padre, y el perverso más que cualquier otro, se condena a soportar las angustias del horror a la castración” (Dor, s.f, p.400).

Dando este necesario rodeo, es que se recuerda una escena de la novela, escena en la cual, se puede hipotetizar que el personaje se horroriza y rechaza aquello que remite necesariamente a la castración, caída del falo, la diferencia sexual estaría implicada también:

“Resultó ser ella. Si aquel hermoso caballero era una mujer ¿no quedaba todo reducido a la nada? (Incluso ahora siento repugnancia, profundamente arraigada y de difícil explicación, por las mujeres vestidas de hombres) esta fue la primera venganza de la realidad que la vida me deparó”

La imagen de lo que él pensaba era un hombre y ver cómo era una mujer la que lo representaba le remitía necesariamente al horror que se ha venido comentando; Juana de Arco es la imagen, él pensaba que era un hombre para luego darse cuenta que no era así. El modo de defenderse, por decirlo de alguna manera, del perverso es la desmentida, por eso, en otra escena que se encuentra en la novela, justamente eso es a lo que juega el personaje cuando era niño, contraria a la escena anterior en donde rechazaba una mujer vestida como hombre, el personaje después de esta anécdota juega a disfrazarse de mujer, como jugando a ser aquella mujer provista de un pene, desmintiendo la diferencia sexual. El personaje cuenta cómo se vestía de un personaje femenino famoso llamado Shokyokusai Tenkatsu, asimismo se disfrazaba de Cleopatra, para ello tomaba accesorios de su madre, el personaje lo relata así:

“Allí estaba tendida mi abuela, tendida porque se encontraba enferma, y también estaba mi madre, y una visita y la doncella que cuidaba de la enferma. Pero a nadie vi. Mi frenesí se centraba en la conciencia de que, gracias a mi disfraz eran muchos los ojos que veían a la Tenkatsu. En pocas palabras, sólo a mí mismo podía ver”

Como se puede ver, la escena es descrita como un frenesí, como sintiendo un furor por mostrase así ante su familia, no se trataba de mirar, pues él mismo dice “pero a nadie vi”, se trataba más bien de ser visto, hacerse ver. Es de esta manera como claramente se ejemplifica el horror y la desmentida, siendo la imagen de una mujer vestida de hombre la que simboliza un hombre desprovisto de pene, remitiéndole al horror, y por otro lado un hombre (él) jugando a verse como una mujer lo que ejemplifica la desmentida.

Se mencionaba anteriormente que una de las propuestas es considerar a la perversión como una estructura regida en parte por el mecanismo de la desmentida, pues bueno, esta desmentida determina cierta relación con el deseo y con la ley, quedando la sexualidad fijada a un punto significante en específico. El deseo se convierte en un modo de goce (voluntad de goce), un ejemplo claro de esta fijación es el fetiche, el cual reduce el deseo a un goce en particular. En la novela uno de los aspectos que más llama la atención es el objeto fetiche del personaje principal: los sobacos.

Freud define al fetiche de la siguiente manera: “El fetiche es el sustituto del falo de la mujer (de la madre) en que el varoncito ha creído y al que no quiere renunciar” (Freud, p.148). Los sobacos vendrían entonces a sustituir el falo que falta, a partir de los sobacos el personaje de la novela se ahorra el horror a la castración. Avanzando un poco más en este tema hay que recordar las palabras de Lacan al respecto del fetichismo:

“El fetiche nos dice el análisis, es un símbolo (…) Como es símbolo, no solo puede sino que debe ser esa nada. ¿Qué puede materializar para nosotros de la forma más neta, esta relación de interposición por la cual aquello a lo que apunta está más allá de lo que se presenta, sino una de las imágenes verdaderamente más fundamentales de la relación humana en el mundo el velo, la cortina? (S4, 1957, p.157).

Hay un gran peso de lo imaginario en el personaje, esa imagen del sobaco es vastamente significativa para él, significativos son los sobacos para él en tanto que le ahorran o le protegen frente al horror, los sobacos son para él un modo de jugar a como si no hubiera falta, funcionando, como dice Lacan, como un velo, como un imaginario que vendría a velar una nada; de la siguiente forma es como relata el personaje su metáfora congelada:

“Pero una vez más adopté espontáneamente aquella postura. Al hacerlo, dirigí la vista a mis sobacos. Y un misterioso deseo sexual se alzó en mi interior (…) me entregué por primera vez en mi vida a mi vicio al aire libre bajo el cielo azul. Y elegí, como objeto de mi acto, mis propios sobacos”

El deseo del perverso está fijado como voluntad de goce, este goce es impuesto, le impone determinado modo de gozar al sujeto, no puede dejar de hacerlo, por eso es que el personaje lo llama “vicio”, su deseo es entonces repetir algo, gozar así, asimismo es que entonces el deseo está determinado y limitado, puesto que está condicionado a gozar de una sola manera y no de otra. Los besos no le dan placer al personaje, no le daba placer ver desnuda a una mujer, ni buscaba tener coito con ninguna a pesar que las seducía, es decir, su modo de gozar es fantasmáticamente particular, limitado y controlado.

Ahora bien, si la castración del Otro inmediatamente remite a la castración propia, lo cual implicaría una afrenta contra el narcisismo, el perverso al desmentir la castración está negando también la propia, por lo que la lógica en la cual se estructura es que el otro sea el que se divida, no él, para mostrar o ejemplificar este aspecto hay que poner a hablar al personaje de la novela:

“Sin embargo, mientras leía una vez más la carta de Kusano, una leve y extraña sonrisa comenzó a cosquillearme los labios, y por fin, nació en mí un sentimiento de superioridad absolutamente normal. Soy un conquistador, me dije. La persona que jamás ha conocido la felicidad carece de derecho a burlarse. Pero sé adoptar una apariencia de felicidad tal, que nada ve en ella la más leve grieta, y en consecuencia, tengo tanto derecho como cualquier otro de burlarme”

“¡Qué maravilloso! Me he convertido en un hombre que sabe enamorar a una muchacha, sin siquiera amarla”

En otros momentos el personaje habla del placer que le proporciona saber que Sonoko sufrió por él, además, se ve cómo al hablar de su felicidad como una imagen, como una apariencia, imagen sobre la cual no se ve la más mínima grieta, o sea, busca no mostrarse dividido ante los demás, busca borrar su barradura, a partir de imaginarios.

Otro elemento presente en la novela es la percepción del perverso de que la castración es algo contingente, creyéndose él el agente que la puede ubicar en donde él quiera, presentándose como el sujeto supuesto saber, sin interrogar nunca al Otro, pues ello indicaría una clara muestra de su falta:

“La escandalizada disconformidad con mis palabras se advirtió claramente gracias a sus comentarios pretendidamente jocosos:

-¡Vaya…! Parece que nadie te puede enseñar nada a ti, ¿verdad?

-Nadie sueña con esas cosas a no ser que las haya practicado mucho…

-Caramba, qué terrible eres, muchacho.

Al darme cuenta de lo ingenua y apasionada que era la crítica a mis palabras, temí que la medicina que les había suministrado quizá hubiera sido excesivamente fuerte”

Se muestra claramente cómo el personaje intenta mantener siempre el control del escenario, como teniendo una verdad que dar o no dar a los otros según su propio capricho, no se muestra nunca ante los demás como no sabiendo, sino al contrario, como un Amo.

Finalmente, a modo de cierre, se debe puntuar el elemento del desafío en la perversión. El desafío está planteado como el acto que lleva a que el sujeto perverso transgreda la ley, desafíe a ésta es el objetivo, para poder desafiarla debe haberse reconocido previamente como condición lógica a la ley como tal, además, se plantea como también necesita para ser un desafío que exista un testigo en el acto de transgredir la ley.

Existe un goce en transgredir la ley en la perversión, en el personaje principal de la novela se puede vislumbrar en determinado momento cierto placer al desafiar lo que para él era la “ley social del matrimonio”, se puede articular dicha propuesta de la siguiente manera: él había rechazado a Sonoko, ciertamente había perdido interés en ella, incluso le había asfixiado la propuesta de formalizar algo con ella, por ello había deseado desembarazarse de ella a como diera lugar y lo más rápido posible, pues bien, tiempo después ella vuelve a aparecer en su vida, pero en ese momento ya está casada, por lo que a partir de ahí nace nuevamente interés por ella, la invita a salir, empiezan a encontrarse en diversos lugares, los dos sabían que había un pasado entre ellos y aunque no cometiera Sonoko el acto de adulterio ella le decía que estaban “jugando con fuego”.

En cualquier momento podía ocurrir algo, no obstante él sabía lo que quería, la persuade para que sigan jugando con fuego, él sabía que estaba desafiando la ley, incluso aunque no hubieran cometido el acto en sí, aun así, él sentía que estaba transgrediendo algo, pues se sentía pecador, y le gustaba.

De esta manera, y a modo de cierre, se culminará estos apuntes recordando la descripción que da el personaje de dichos encuentros en secreto con Sonoko y que da cuenta de lo que se acaba de proponer:

“Además, de aquella relación extraía yo arteramente un placer inmoral que sólo yo podía comprender. Mi inmoralidad era sutil, e incluso superaba los ordinarios vicios de nuestro mundo. Era como un exquisito veneno, era pura corrupción. Como la inmoralidad constituía la mismísima base y el primer principio de mi manera de ser, percibía un aroma de pecado secreto, verdaderamente corrupto en mi virtuoso comportamiento”

* La imagen que acompaña el artículo se titula: Self-portrait with Mask, (1928) del pintor alemán Felix Nussbaum.

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