Aborigen: nombre de marginados

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Historias

1978. Recuerdo aquel momento trascendental en mi vida, donde Florencia Sosa, una wichí de aproximadamente unos 30 años y ya a tan corta edad contaba con cuatro hijos, sus familiares, de la misma etnia, me llamaron para asistirla. Su casa era una tapera de adobe mal amasado con parantes de palos y techo de paja, acostada sobre una frazada vieja en el suelo de tierra permanecía la joven. Con tos intermitente y esputos de sangre, sus pulmones con sibilancias y estertores en todos los sectores y encima estaba desnutrida…

Aparentemente manifestaba una pulmonía que cursaba desde hace mucho tiempo, la cual fue progresando hasta llegar a ese cuadro desesperante. No tenía fuerzas para ponerse de pie. Dada la proliferación de tuberculosis que afectaba a la población en general y los síntomas que presentaba, necesitaba verificar el diagnóstico a través del análisis de esputo, el cual lo verifiqué en la unidad sanitaria a mi cargo con un extendido de material bronquial en el microscopio. Sin lugar a dudas era tuberculosis, con las probables complicaciones de neumonía micótica y desnutrición avanzada; tales manifestaciones clínicas me llevaban a pensar en una tuberculosis miliar (esto significa que la tubercolosis podría tener comprometido a otros órganos). Al vomitar los alimentos con secreciones bronquiales  podría estar comprometido el aparato digestivo a través de una fístula traqueofaríngea. Tenía que trasladarla con urgencia e internarla para su tratamiento inmediato.

Luego de recorrer 60 km en camioneta por camino de tierra y los abates de barro y agua prolongaron el tiempo hasta 4 horas para llegar al primer hospital zonal. Florencia fue revisada por el médico de guardia, Dr. Zurita,  quien manifestó no tener cama. Al ver en la unidad general que quedaba una, luego de discutir con el médico dijo que la misma estaba reservada. Me volví con Florencia esperando que me llamen por radio cuando tengan la cama. Florencia murió  en mis brazos con suero intravenoso para hidratarla en su tapera, en el suelo, sobre su frazada y una sábana que acondicioné luego de generar un ambiente lo más limpio posible. La llamada por radio nunca llegó.

Florencia era parte de la indifercia de nuestra sociedad civilizada, de nuestros gobiernos indiferentes; con el tiempo me enteré que en ese hospital las camas de los “cristianos” no podían compartirse con los aborígenes. Mi actitud a partir de ese momento fue distinta, imponerme y agredir para conseguir los derechos de quienes son marginados por la intolerancia racial y social. Luchar para que sean reconocidos como parte de la humanidad.

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Especialista en Medicina Familiar. Médico asociado al servicio de Neonatología. Maternidad Meisner. Diplomatura en auditoria médica y garantía de calidad de la atención de la salud, Universidad de Favarolo – Argentina [...]