Cuidados en femenino, el papel del género (Parte II)

Una curandera

Psicología Clínica

“Las mujeres siempre han sido curanderas; sin tener acceso a libros ni a ningún tipo de enseñanza, han ejercido durante siglos una medicina sin diplomas; han forjado su saber por contacto unas de otras, transmitiendo por el espacio y el tiempo, de vecina a vecina, de madre a hija”

Colliére

En el contexto actual, es notable el papel relevante que juegan las mujeres en los cuidados, superando de manera relevante, el número de hombres que asumen estos y mostrando características diferentes en el ejercicio del rol. 

Por siglos, la mujer ha sido relegada y relacionada con el espacio privado, mientras el hombre se encargaba de desarrollarse en el espacio público. Esta ha sido simbolizada como madre, esposa y ama de casa, siendo estos roles la esencia para convertirse en mujer e identificarse como tal.

En la formación de las mujeres en sociedades patriarcales se ha privilegiado lo afectivo y el cuidado como elementos relevantes que deben integrar su personalidad y que deben ejercer en el espacio privado. Así, ha sido históricamente la encargada del hogar, la familia, los hijos, la que provee cariño, la que se encarga del orden y la educación, la que cuida y protege a la familia. Mientras el hombre se ha encargado del sustento económico, desarrollándose en el espacio público.

Estos patrones han ido modificándose, la mujer se ha ido insertando cada vez más en el ámbito público, sin embargo, aún no abandona sus “responsabilidades” en el espacio doméstico. De manera que asumir las tareas domésticas siguen siendo aspectos comunes en la mayoría de ellas, sumándole, en ocasiones, las exigencias de su profesión. Por lo que la simbolización de las mujeres en el espacio privado, a pesar de sus avances en el ámbito público, sigue predominando, representándose como madre, esposa y cuidadora por excelencia, Permitiendo así, la socialización, sobre la que se van construyendo la identidad de género femenina y que facilita la institución de estos roles, conformando parte de su subjetividad.

El cuidado informal, como rol asumido, tiene su base en las relaciones afectivas, el parentesco y la familia. Pertenece al ámbito privado que tan natural se hace para las mujeres. Por tanto, la lógica de las sociedades patriarcales, en la que se han educado, les indica que es más adecuado para ellas asumir los cuidados que para los hombres, ellas tienen más cualidades, han nacido para eso. Las mujeres lo comprenden como algo común y asumen estos roles asignados con resignación, entrega y sacrifico, pues forma parte de lo que, para ellas, es ser mujer. Por realizar estas actividades de cuidados no esperan reconocimiento ni remuneración ninguna, las consideran un deber, que históricamente ha sido parte de su identidad. Les han formado con el concepto de que en su naturaleza está el ser para otros más que para sí mismas e incluso sienten satisfacción personal por la entrega, debido a que consideran que están cumpliendo con lo que se espera de ellas.

Estas asignaciones tradicionales las han hecho dueñas y expertas en el cuidado, por lo que la familia y al sociedad le exige que sean ellas las cuidadoras. De esta manera, sin remuneración, apoyo de la pareja o la familia, con grandes responsabilidades, y a expensas de su propia salud y bienestar, dejando atrás sueños, metas, proyectos, asume esta tarea.

Los hombres, por su parte, se encargan en su mayoría de las funciones productivas, proveyendo materialmente al hogar. Les han enseñado que esa es su función social y con ella se identifican, lo que pudiera dificultarle el asumir roles distintos como el cuidado. Algunos lo logran, desde sus peculiaridades, ya que el género masculino no ha sido educado por la sociedad para entregarse a otros de igual manera que las féminas y esto puede influir en la manera en que realizan los cuidados y se percibe a sí mismos. Por lo que, pueden existir particularidades en los cuidados de hombres y mujeres, por la manera en que han sido influenciados por la sociedad.

Estas diferencias se expresan en las variables afectaciones a la salud que sufren las cuidadoras, ya que tienden a centrarse mucho en el paciente y dedican poco tiempo a su desarrollo personal. Otras consecuencias del cuidado, manteniendo una visión de las diferencias de género, es que la mayoría de las mujeres dejan sus profesiones o trabajo para dedicarse completamente al cuidado, lo que afecta económicamente y aumenta su dependencia. Esta dedicación a los otros en ocasiones, le niega oportunidades a las cuidadoras, ya sea laborales, de estudio, superación y de participación social, limitando así sus oportunidades de desarrollo. Evidenciándose diferencias notables en cuanto a oportunidades, inclusión social y sobre todo en cuanto a salud y género. 

Lo planteado hasta el momento explica por qué existe predominio de mujeres dedicadas al cuidado familiar. También ilustra la relevancia de la identidad de género en la asunción de estos roles con mayor naturalidad y frecuencia en las mujeres, por los estereotipos de género en los que las ha formado la sociedad patriarcal y por los roles tradicionales que les han sido asignados y asumidos. Por otro lado, a los hombres se les presenta la asunción del rol como una opción que puede rechazar fácilmente o delegar en otro miembro de la familia, ya que en su identificación tradicional de género, no se aprecian las concepciones del cuidado como un deber inherente a su rol masculino.

Estos elementos esbozados, nos indica que la identidad de género es un elemento relevante que está influyendo en que las mujeres naturalicen los roles de cuidados y las situaciones difíciles que se asocian a ellos, mientras, los hombres los aprecie como una elección que pueden suprimir. Sin embargo, existen hombres que asumen estos roles, independientemente de los estereotipos de género, así como existen mujeres que no consideran una obligación de su rol asumir el cuidado. 

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