Salir del consumismo online: un camino de empoderamiento (2da parte)

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Psicología

Atravesados por tanta red social, con un pie en el abismo y otro ya en el aire: ¿No valdrá preguntarse si perdemos algo abusando de ese camino que de social tiene poco, pero sí mucho de red, de cárcel intangible?

Paulo Neo (1)

 

Una imagen vale más que mil palabras

¿Es posible desenredarnos de las redes? ¿Servirnos de ellas sin terminar a su servicio? A través de estos y otros cuestionamientos, ya emprendemos un camino diferente durante el cual resulta útil conocer cómo nos atraviesa e interviene una de sus fuentes de adherencia: la imagen.

Ciertamente, algo en las pantallas nos captura ¿quién no ha permanecido “hipnotizado” frente al televisor sin saber qué veía? La imagen atrapa, sin necesidad y por fuera de la palabra genera respuestas corporales y emocionales pregnantes, lleva a cierta pausa en el pensamiento, dejándonos así en un estado de mayor permeabilidad para recibir lo que se presenta, con más predisposición impulsiva que racional. Diversas investigaciones de psicología, comunicación y sociología han estudiado este fenómeno. Estos conocimientos han sido aprovechados por la publicidad y los medios masivos para promover con mucho éxito, productos de la índole más variada: desde cocinas a candidatos a presidente.

La cultura online permite organizaciones colectivas ad hoc inmediatas para colaborar en catástrofes, emergencias ecológicas y sociales, para convocar a marchas y protestas a partir de múltiples motivos, etc. En todos los casos se evidencia un gran protagonismo de las imágenes como disparadores iniciales y como medida final del logro alcanzado. De la misma manera que en su lado B, alberga posibilidades de captar adeptos/consumidores de ideologías políticas, místicas, de superación personal y autoayuda, de cuyo origen y finalidades sabemos poco y nada.

Juegos de poder

Con niveles de comunicabilidad globales e instantáneos, sin fronteras geográficas ni jurídicas que logren reglar el flujo de información ni menos aún su impacto, las redes representan a un amo todopoderoso no siempre muy benigno. El Juego de la Ballena Azul es un ejemplo actual de cuán siniestro puede ser lo ilimitado: “Parece increíble pero la información detallada de las pruebas para quienes quieren participar de la Ballena Azul se encuentra al alcance de un click, dado que en muchas páginas de internet figuran los desafíos y no existe ninguna regulación que lo prohíba”, plantea una nota periodística de un medio de prensa argentino (2); “El presunto juego suicida para jóvenes Ballena Azul es un ejemplo grave y macabro de viralidad global”, refiere un periódico español (3). Sin embargo, detrás de estos extremos que son noticia precisamente, por sus consecuencias irreparables, existe todo un degradé en juegos de poder que interviene en nuestras opiniones, afrontamientos y relaciones desde lo impulsivo que nos habita. Podemos ser receptores pasivos o practicar una selectividad activa.

Si el poder más que una posesión, es un ejercicio y alcanza sus fines a través de recursos y acciones que se lo permiten (Foucault, 2001), resulta posible dejar el juego de otros para recuperar la autonomía de elegir qué nos sirve realmente, de la inmensa multiplicidad que trata de imponerse.

Algunos tips para repensar las opciones online

Un primer indicio de cuán enredados andamos, es el tiempo. Cuánto del día utilizamos para navegar, cuánto para estudiar y/o trabajar, para reunirnos con amigos, para actividades creativas, recreativas y de participación. El empleo de estas observaciones, también mostrará otras señales indicadoras, por ejemplo, de cómo interviene e interfiere la vida online en las demás actividades.

Otros aspectos directos a considerar son los efectos en el estado de ánimo y en los vínculos, tanto en la vida real como en la virtual. Si la actividad en las redes produce bienestar, alegría, nuevos intereses para realizar en la vida cotidiana o predomina el enojo, la desesperanza, la apatía y otras emociones que se perciben como malestar. Asimismo y en consonancia con los sentires predominantes, si se establecen más vínculos de los que se cortan y de qué manera somos capaces de disentir sin agresividad.

Por otra parte, entre los contenidos que se nos proponen, importa chequear las fuentes. Quiénes y con qué fin realizan esas publicaciones, teniendo en cuenta que aplicar determinadas ideas requiere de criterios profesionales, sobre todo en lo que concierne a la salud.

Seguramente existen innumerables alternativas y propuestas, fuera de las aquí planteadas. La idea de “desenredarse” en este caso, adquiere al menos dos significados estrechamente vinculados: ejercer la libertad y la soberanía territorial del cuerpo, la mente y las emociones propios; y empezar a tejer de nuevo otras tramas, con hilos más humanos que tecnológicos.

1ra parte Fundamentalismos de consumo masivo

(1) http://www.pauloneo.com/#!/-opinion/

(2) http://www.perfil.com/sociedad/de-que-se-trata-el-peligroso-juego-de-la-ballena-azul.phtml

(3) http://politica.elpais.com/politica/2017/05/12/actualidad/1494610046_847170.html

Foucault, M. (2001) Un diálogo sobre el poder y otras conversaciones. Alianza Editorial. España.

Freud, S. (1930) El malestar en la cultura en Obras Completas. Ed. Amorrortu. Argentina 1988.

Lacan, J. (2008) Escritos I. Siglo XXI Editores. Argentina.

Lacan, J. (1987) Seminario 11. Paidós. Argentina.

 

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