Embriáguense: desde la metáfora hasta la fantasía adulta

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Arte y Mente

Embriáguense de Charles Baudelaire, nos propone desde la metáfora hasta la fantasía adulta, pensar acerca del ciclo de la vida, como elegimos y llevamos las riendas de ella y de nuestro tiempo existencial. Resulta complejo escribir acerca de la escritura de otros y más cuando nos imponen un reto y lo aceptamos alevosamente, luego nos damos cuenta que implica mucho cuidado, compromiso, dedicación y responsabilidad con la tarea. Si analizamos, nuestras vidas también funcionan bajo este presupuesto simple, y que representa sin dudas un gran reto vivirla.

Hay que estar ebrio siempre. Todo reside en eso, esta es la única cuestión. Para no sentir el horrible peso del Tiempo que nos rompe las espaldas y nos hace inclinar hacia la Tierra, hay que embriagarse sin descanso.

Pero ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, como mejor les parezca. Pero embriáguense.

Y si a veces sobre las gradas de un palacio, sobre la verde hierba de una zanja en la soledad huraña de su cuarto, la ebriedad ya atenuada o desaparecida ustedes se despiertan, pregunten al viento, a la ola, a la estrella, al pájaro, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que canta, a todo lo que habla, pregúntenle que hora es, y el viento, la ola, la estrella, el pájaro, el reloj contestaran:

¡Es hora de embriagarse!

Para no ser los esclavos martirizados del Tiempo, ¡embriáguense, embriáguense sin cesar! De vino, de poesía o de virtud, como mejor les parezca.

El paso del tiempo se apodera de nuestras vidas, de nuestro cuerpo y físicamente ya no somos tan jóvenes, no tan fuertes, llevándonos un día al transcurso de los años hasta la muerte. En este proceso de vida vamos desempeñando diversas funciones, diversos roles que constituye parte del devenir del desarrollo humano. Incluso nuestras creencias cambian, ideas y hasta valores acorde al tiempo que nos tocó vivir y mucha literatura científica refiere que el hombre se parece más a su tiempo que a sus padres. Las ciencias sociales han puesto en evidencia que el hombre refleja a su modo, en su pensar y actuar, el medio sociocultural en que les ha tocado vivir. Desde lo científico es muy válido, pues lo sociocultural es una de las determinantes de este desarrollo. Pero en aras de los que nos propone Baudelaire yo pregunto: ¿Por qué no decimos, Vivo mi tiempo y no el tiempo que me tocó vivir?

Cuando escogen decir el tiempo en que me tocó vivir parece que carecen de alternativas para cambiar las circunstancias, que no poseen mecanismos para revertir la situación, al menos desde lo individual. Comienzan las quejas de lo que les sucede, las preocupaciones agobiantes se acumulan, dejan entrar la soledad a la mente, la desesperanza, la insatisfacción despiadada y soberbia, reduciéndonos al conformismo. Decía Eduardo Galeano: Vivimos en un mundo donde el funeral importa más que el muerto, la boda más que el amor, y el físico más que el intelecto. Vivimos en la cultura del envase que desprecia el contenido.

Es una tendencia que la mayoría de las veces las personas busquen y usen de mecanismos ante su realidad, siguiendo la metáfora podríamos de decir ante su sobriedad. Existen mecanismos de enfrentamiento que pueden ser aplicadas en dos modalidades, mecanismos de afrontamiento propiamente dichos, los cuales tienen un carácter fundamentalmente consciente y los mecanismos de defensa como mecanismos del yo o mecanismos de evitación –según la escuela. El psicoanálisis caracterizó estos mecanismos inconscientes que defienden al Yo contra la angustia y los conflictos intrapsíquicos que resultan intolerantes a la conciencia. En esta teoría existen dos mecanismos muy sugerentes con el poema de Baudelaire, a los cuales me quiero referir, uno es la sustitución: que en vías de reducir el malestar resultante de una frustración el sujeto obtiene gratificaciones comparables, modificando o cambiando el objetivo por otro alternativo que posibilite simbólicamente su satisfacción. Así al ser rechazado en sus requerimientos amorosos por la mujer amada, un joven acepta un trabajo promisorio en otra ciudad, decidiendo dedicarse a tareas de su agrado. El otro mecanismo es la fuga en la fantasía: donde sujeto al no poder realizar sus deseos conscientes o inconscientes, los satisface en la imaginación a veces de forma más abierta y consciente (fantasías vigiles), otras en forma indirecta y enmascarada, común en la niñez, pero puede verse también en cualquier otro momento de la vida en sanos y enfermos. Al igual que algunos sueños constituye una forma de realización imaginaria del deseo.

Otro ejemplo de mecanismo en este caso de afrontamiento es la evitación, muy habitual encontrarlo en la población consumidora de sustancias, ya que, muchos refieren haber comenzado a consumir ¨para olvidar las penas¨.

Desde una perspectiva motivacional ¨Embriáguense¨, nos propone sentirnos plenos de alguna manera, romper con la esclavitud que deviene en sus vidas, utilizar mecanismos y alternativas para gozar de ella, sentir placer y satisfacción. Sin pretender que se abuse de sustancias, que beban hasta la locura y que desarrollen una comorbilidad psiquiátrica, para poder hablarle a los pájaros, al viento, la estrella o la ola. Se trata de apreciar quien son, de sentirse útil, de no dejar morir su espíritu, independientemente del nivel económico, de la diferencia de clases, edad cronológica, de países, culturas. De hecho, cuanto más aprendan de diferencias, más alternativas para embriagarse tendrán desde esta metáfora, la fantasía, hasta la realidad. La conducta refleja del hombre es demasiado compleja para que su determinación pueda ser reducida a una sola causa.

¿Y ustedes de qué se están embriagando?

De vino, de poesía o de virtud,

como mejor les parezca. Pero embriáguense.

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