Ni los hombres son de Marte, ni las mujeres son de Venus (Parte II)

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Psicoanálisis

En la anterior entrega analizamos algunos de los estereotipos de la masculinidad, es decir algunas de las características esperadas de los varones en nuestra sociedad. Hoy analizaremos, a lo largo de la vida, de qué manera las mujeres somos dañadas por los estereotipos que se nos imponen.

Esto de “ser de Venus”, suele traer altos costos para las mujeres. No es un proceso natural, más bien tiene que ver con las imposiciones que padecemos a lo largo de toda nuestra vida.

Muchas mujeres, nacen ya, rompiendo un estereotipo. Se espera que el primer hijo sea varón. “Para que luego cuide a la nena”, dicen los padres. Esto es una falacia, y pocas veces nos damos cuenta de lo irracional de esa fantasía. ¿Acaso un pequeño de 4 años puede proteger a su hermanita de 2? Vemos que, ya desde el principio se intenta poner a la mujer bajo tutela masculina, disminuyendo su poder y su potencia.

Desgraciadamente la cosa no termina allí, durante sus primeros años, a la niña se le imponen muchas veces modales muy invasivos sobre el cuerpo. La niña debe estar “quietita”, ser suave, no andar trepando los árboles ni jugando al fútbol. Eso se considera “de machona”. De hecho, estudios psicomotrices sobre las mujeres parturientas tienen como hipótesis que muchos de los dolores en el parto, tienen que ver con las imposiciones culturales que se hacen sobre la niña desde pequeña. Siempre de piernas cerradas y con poca motilidad las mujeres tienen cierto sentimiento como de que esa zona es ajena a ellas.

Se espera de las niñas que sean pasivas a los mandatos y se porten bien. Los padres asumen, cuando tienen un varón, que los va a hacer renegar con su inquietud. No pasa así con las niñas. De hecho, cuando un varoncito se porta bien, los padres suelen decir “es una maravilla lo bien que se porta, nunca hace lío. Es una niña, de lo bien que se porta”.

Entonces esto de que “las mujeres saben vincularse y los varones pelear”, tiene mucho que ver con estos mandatos. Esto impactará, probablemente en su vida adulta, ya que habrá un conflicto en torno a estos aspectos. Muchas mujeres sienten culpa cada vez que muestran su capacidad o se defienden de una agresión.

De hecho, así como al varón le suele costar mucho tomar contacto con su vulnerabilidad y su debilidad, a las mujeres les suele costar tomar contacto con su potencia y los impulsos agresivos (absolutamente necesarios para defenderse del mundo exterior).

El no poder expresar si quiera su disconformidad, las vuelve vulnerables a estos impulsos agresivos, ya que muchas llevan esa agresividad hacia sí mismas, y se transforma en una depresión. Son “angelitos”, pero a un costo subjetivo muy caro.

En cuanto a la sexualidad, la cosa empeora aún más.

El cuerpo de la mujer es considerado un bien, por nuestra sociedad, un objeto. Ese objeto debe ser entregado. Se educa a las niñas para que “se entregue” a un hombre. Sólo basta escuchar las frases que se usan para describir las relaciones sexuales “quiero que seas mía” (recordemos la canción “Entrégate”, de Luis Miguel), “entregá a tu hermana”, le suelen decir en barra los varones a otro varón.

El psicoanálisis ha venido denunciando esta situación desde hace tiempo. De hecho, las primeras histéricas que Freud empezó a atender eran mujeres a las que el goce del cuerpo les había sido negado desde pequeñas, y no solamente desde lo sexual. Por otro lado, muchas de ellas, habían sido “entregadas” en matrimonios arreglados en los que no tenían ningún deleite.

El impacto sobre la subjetividad femenina es mucho más profundo de lo que somos conscientes, ya que esta concepción sobre el cuerpo de la mujer, hace que la mujer lo viva como algo externo a ella. Esto suele limitarla a la hora de decidir si tener relaciones o no con un hombre, qué método anticonceptivo elegir. Poder decidir si desea quedar embarazada o no. Muchas pacientes me han comentado que la falta de información por parte de sus padres hizo que quedasen embarazadas, cuando ni siquiera eran conscientes de que habían tenido relaciones sexuales.

Esto puede resultar extremo al leerlo, pero es una realidad que en los consultorios se escucha. Afortunadamente las leyes de Salud Sexual y Reproductiva y de Educación Sexual, van cambiando de a poco la historia. Pero esto sigue pasando. Y cuanto menos posibilidades económicas y educativas tenga una mujer, será peor.

Muchas mujeres ya adultas creen que la decisión de tener relaciones sexuales es siempre del varón y que ellas deben hacerlo aunque no quieran “para que no se vaya con otra”. De hecho a las mujeres les suele costar mucho discernir cuando sienten deseo sexual por un hombre o no, porque es un aspecto que han aprendido a acallar.

Por otro lado, tenemos una invasión mediática constante que nos insta a hacer dietas y tratamientos de todo tipo, todo el tiempo, para poder “vender” mejor nuestro cuerpo en el mercado de las relaciones. De hecho muchos varones suelen ponerse en este papel de jueces y portadores de este estereotipo. ¿Por qué? Porque los cuidados estéticos extremos no dan cuenta de otra cosa que del sometimiento al deseo del varón. Querer ser a cualquier precio un objeto 100% deseable (“irresistible”), nos pone en una posición de dependencia hacia el varón. Una mujer que está dispuesta a someter su cuerpo a cualquier cosa para gustar a un hombre, en otras áreas también cederá fácil.

Una mujer que padece su cuerpo, en lugar de disfrutarlo, es una mujer mucho más controlable y posible de someter que una que lo vive con más naturalidad. Con esto, no quiero decir que todo arreglo estético sea malo ni que intentar seducir esté mal. No. Cuidado, no es lo mismo que sacrificio. Y muchas mujeres mueren (literalmente) en el altar de la aprobación sobre su cuerpo. Y muchas mujeres son portavoces de estos mandatos. Basta escuchar las conversaciones entre mujeres adolescentes criticando a “esa gorda” o a esa “que no tiene culo”, etc. Como sociedad, concebimos el cuerpo femenino como algo plausible de controlar, medir (bajo estándares tan estrictos como el 90-60-90), transformar, a fin de volverlo valioso para el hombre.

Muchos se defenderán diciendo “No, a los hombres les gusta que haya mucho para agarrar”, estamos en la misma. Si la mujer existe para acomodar su cuerpo a las exigencias masculinas, cambiarán los estereotipos de belleza, pero continuará la dominación.

Podría escribir mucho más sobre los sometimientos hacia las mujeres mediante estereotipos. Pero sólo mencionaré dos más por cuestiones de formato.

Primero mencionaré que siempre se espera que la mujer esté al cuidado de otros. Cuando hay un anciano (hombre o mujer) o un bebé (varón o nena), desamparados en una familia, siempre se asume que quien debe estar al cuidado de él o ella es una mujer.

Es más, cuando una mujer sale a trabajar, siempre deja a cargo a su pequeño, a otra mujer. Las mujeres somos tan capaces de cuidar a otro ser humano como los hombres. Esto forma parte del estereotipo. Y muchas parejas harían mejor en turnarse para trabajar que en someter a una mujer a cuidar de otros por sueldos miserables. Las niñeras y las cuidadoras, suelen tener sueldos muy bajos, y esto tiene que ver con la explotación de la mujer en la sociedad. No estoy diciendo que contratar niñeras o cuidadoras sea malo, sino que si se hace deben tener un sueldo digno, y no ser explotadas por ocupar un lugar de cuidado.

Por último, como género poseemos menos del 15% de la riqueza del mundo. El dinero, está en manos de los hombres. Los sueldos de hombres y mujeres siguen siendo desiguales, pese a que existen muchas más mujeres con títulos universitarios y terciarios que hombres. Inclusive muchas cátedras universitarias son atendidas por mujeres que son mantenidas por sus maridos, porque ellas trabajan “ad-honoren”, para en algún momento poder acceder a algún puesto pago.

Está comprobado que las mujeres pueden avanzar hasta cierto punto en sus carreras, porque luego no son consideradas para cargos jerárquicos por “ser muy blandas”. “Por tener demasiado corazón y no saber de negocios”. Este fenómeno se denominó “techo de cristal”. Y fue un desarrollo teórico que una socióloga estadounidense plasmó en la década del ´80.

Se cree que a las mujeres no les interesa ganar dinero, no debe interesarles. Si llega a un cargo directivo “vaya a saber cómo llegó ahí”. Se asume que concedió algún favor sexual a alguien con poder.

El mundo debe asumir que a las mujeres también nos gusta competir, también nos gusta ganar dinero y no podemos vivir para estar flacas y maquilladas. De lo contrario, seguiremos avanzando a pasos muy pequeños. Ni los hombres son de Marte, ni las mujeres somos de Venus. Ambos somos poderosos, ambos somos vulnerables y ambos podemos relacionarnos de manera rsignificativa

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SicologiaSinP.com - Silvia Golubizky

Lic. en Psicóloga. Especializada en Género y Desarrollo

Columnista de paramujeres.com.ar, ejerce como Psicóloga Clínica de niños, adolescentes y adultos. Su área de trabajo es la clínica psicoanalítica. Recientemente obtuvo un diplomado en Género y Desarrollo. Ha dictado talleres, seminarios y conferencias en Tucumán, Buenos Aires y Santa Cruz, en Argentina. En el exterior Santiago de Chile, Washington y Miami. Desde su web difunde trabajos de psicoanálisis y comparte información sobre la violencia de género y la salud mental. [...]