La avispa y la vida

la-avispa-la vida
la avispa y la vida

Psicología Clínica

LA SITUACIÓN

Un caluroso día de verano, siendo yo pequeña, estaba dándome un baño en la piscina del pueblo de mi abuela. Nadaba y jugaba cerca del bordillo, cuando vi a una avispa cayendo al agua.

Me acerqué rápidamente para ayudarla a salir y pensé en agarrarla de las alitas. Pero como estaba aleteando desesperada, me dio miedo estrujarla sin querer, o que me picara.

Así que traté de sacarla haciendo un cuenco con mis manos, para que flotara en el agua contenida entre mis palmas, sin hacerle daño.

Pero como yo era pequeña y nadaba aún bastante mal, tenía que rescatarla intentando no hundirme, valiéndome sólo de las piernas… y por poco no consigo mantener ni mi cabeza a flote.

Al final, tardé tanto en sacar a la avispa de la piscina, que la pobre murió.

Y parecerá una tontería, pero en su momento me impactó bastante y me quedé muy triste.

MIS OBSERVACIONES

Recordando y analizando ahora esta pequeña anécdota, he sacado bastantes observaciones:

1º) La avispa no murió por caer a la piscina, por entrar en contacto con el agua. Sino que murió de agotamiento, por agobiarse y rendirse antes de tiempo. 

2º) La avispa hubiera podido salir del agua sin mi ayuda (en esa misma piscina vi después a otras avispas salvarse, tras nadar incansablemente hasta la orilla o hasta alguna hoja flotante)

3º) Aunque mi intención fue buena, al final le hice más mal que bien al pobre bicho, por no creer que fuera capaz de nadar él solo.

4º) Yo estaba en una situación parecida, con los mismos problemas para mantenerme a flote. Y aunque traté de ayudar, al no estar yo estabilizada en la orilla, mis movimientos fueron torpes, con lo que cree más oleaje a su alrededor y seguramente acrecenté su estrés.

5º) En otras ocasiones, estando yo fuera de la piscina, ayudé a diferentes insectos a salir del agua sin causarles ningún daño, usando un palito, una hoja y otros métodos menos “agresivos” para ellos.

MIS APRENDIZAJES VITALES

Y estarás pensando ¿para qué me cuenta esta mujer su infancia? ¿A dónde quiere llegar?

¡No me he vuelto loca, no! Te lo cuento porque valiéndome de estas cinco observaciones, he extraído una serie de pensamientos y  aprendizajes para mi vida. Y quiero compartírtelos, por si te sirvan también a ti:

1º) Las cosas no siempre salen como tú quieres. 

A veces haces todo con la mejor intención del mundo, y cosechas un resultado no esperado. Es decir, no puedes controlarlo todo.

Moraleja: Acéptalo cuanto antes, y sigue actuando conforme a tus valores.

2º) NO TE AHOGAS POR CAERTE AL AGUA. TE AHOGAS POR PERMANECER AHÍ.

Los problemas en sí no son los que te asfixian. Sino la preocupación y la tristeza mantenidas en el tiempo. El creerte una víctima “atada de pies y manos”. Sentirte desbordado, sin recursos ni movimientos posibles para afrontar tus dificultades.

Moraleja: Ponte en marcha cuanto antes. No pierdas tiempo, no permitas que el agotamiento te hunda.

3º)  TODOS TENEMOS UNA ENORME FORTALEZA INTERNA, DE LA QUE NO SIEMPRE SOMOS CONSCIENTES.

Si siempre dependes de alguien que solucione tus problemas y se encargue de tus “marrones”, al final te acomodas a que te lo den todo hecho… 

Y si esa persona te falta algún día, te sentirás totalmente perdido sin su ayuda.

Además, al depender de los otros, te quitas la oportunidad de demostrarte de lo que eres capaz. No desarrollas tus habilidades, no sacas tus recursos ni tu fortaleza interna. Te quedas estancado, no creces y por lo tanto tu autoestima se resiente. Eso fomenta que tus miedos e inseguridades sean cada vez mayores, y que busques a esa figura del “salvador” en cada una de tus relaciones.

Moraleja: Confía en ti mismo. Trabaja por poner en marcha tus recursos internos. Lee, infórmate, aprende cada día, observa a quienes admiras. Sé independiente y no temas, porque en verdad sabes cómo hacerlo.

4º) CUANDO TE ABANDERAS “SALVADOR” DE LOS DEMÁS, LES PRIVAS DE DESCUBRIR SI SON CAPACES DE RESOLVER SUS ASUNTOS POR SÍ MISMOS.

A menudo tenemos la mala costumbre de ayudar a los demás, sin esperar a que nos pidan ayuda. Sobre todo cuando tenemos un perfil tipo superwoman o somos una buena persona.

Quedas con un amigo que está pasando un momento complicado, y tal cual termina de contarte su problema, te abalanzas a darle consejos sin que te los haya solicitado…

¡Quizás ese amigo sólo necesitaba sentirse escuchado y acompañado! A lo mejor prefería no haber oído tu opinión en este momento. Igual  sólo quería desahogarse y ya sabe perfectamente cómo actuar. Puede que tu opinión en este tema concreto (o en este momento de su vida) no le sirva o no le interese.

Debes recordar que (por mucho que ese amigo esté pasando por una situación parecida a lo que tú viviste) la forma que tienes de enfocar el problema o la solución, no tiene por qué ser la adecuada para él/ella. 

Sin duda tu intención es la de ayudar y facilitarle su proceso, con todo el cariño del mundo. Pero lo que haces es un poco agresivo e impositivo. Además, le estás añadiendo presión y tiñes sin querer su visión personal del asunto con tu propio filtro. 

Así que, aunque sea con tu mejor intención, con esta actitud pecas de ser algo soberbio y subjetivo… Como si tu visión fuera la única válida, y supieras lo que le conviene mejor que él mismo.

Además, a veces creemos saber lo que el otro necesita… y en el fondo no somos más que niños casi incapaces de mantenerse a flote en su propia piscina… ¡y nos creemos con derecho a decirle a la avispa cómo debe nadar!

Por otro lado, cuando le dices a alguien lo que tiene que hacer, le estás dando la salida fácil, evitando que se responsabilice de sus problemas, o se tenga que molestar en buscar la solución más adecuada para sí mismo.

Lo fácil es acatar “órdenes” sin pensar más. 

Esto es algo muy típico de las personas con grandes inseguridades. Preguntan una y otra vez a sus allegados qué harían ellos si estuvieran en su situación. Cuando ven que hay unanimidad en “la forma adecuada” de actuar, se sienten respaldados y obtienen la seguridad de hacer lo que creen correcto. 

Así si se equivocan o cosechan consecuencias negativas de sus actos, sentirán que en el fondo no es suya toda la culpa, porque han hecho “lo que hubiera hecho la mayoría”, y “lo que se esperaba de él”.

Hay que tener cuidado con este círculo vicioso: estas personas cada vez se sienten menos seguras de sí mismas y necesitan más la opinión y aprobación ajenas. 

¡Cuando en verdad fueron ellos mismos quienes pidieron consejo, quienes decidieron escucharlo, y quienes lo pusieron en marcha libremente!

Moraleja: Mejor esperar a que la persona nos pida ayuda. Si es un adulto independiente y capaz, es mejor confiar en sus habilidades resolutivas. Por su bien y por el tuyo propio. Las relaciones de codependencia no son buenas para nadie. Recuerda que (aunque sea con gran esfuerzo), la avispa es capaz de salir del agua.

5º) Para poder ayudar a los demás, primero has de estar TÚ bien

Si vas a ser un apoyo importante para alguien, es importante que estés fuerte, sano y equilibrado (emocional, mental, e incluso físicamente). Sólo así podrás brindarle buena ayuda.

Si no te quieres ni te cuidas a ti mismo, los demás lo notarán. No te respetarán, no te verán como un buen modelo a seguir (como dice el refrán, “consejos vendo y para mí no tengo”).

Moraleja: La mejor manera es predicar con el ejemplo, ser un faro que haga de guía. Cuídate y quiérete tanto que los demás sigan solos tu estela de luz.

6º) Para resolver un problema, es mejor hacerlo desde una perspectiva diferente de la que lo GENERÓ

Si quieres ayudar bien a alguien, mejor hacerlo desde un punto de vista diferente del suyo, desde una posición segura y objetiva (mejor estar fuera de la piscina, desde la orilla, donde puedes tirarle el salvavidas adecuado, porque tienes más visión y claridad). 

Desde ahí puedes comprenderle y empatizar con sus sentimientos, pero de forma sana para ambos. 

“Mancharte” con sus emociones no es necesario, no es útil ni justo. Cuando te contaminas con sus sentimientos y los haces tuyos, pierdes toda la objetividad sobre el asunto, y sufres absurdamente.

Necesita encontrar soluciones novedosas y creativas. No necesita remover más el problema, ni buscar culpables. 

Y esto es válido también para ti. El foco siempre bien claro en las soluciones.

Espero que te haya servido este artículo. 

¿Qué más observaciones y aprendizajes sacarías tú de esta anécdota? Compártelos en los comentarios para que todos podamos aprender.

, , , , , , , ,

Compártenos tu opinión

avatar
  Subscribe  
Notify of

Compártelo con tus amigos si te ha gustado

Artículos relacionados

SicologiaSinP.com - Ainoa Espejo

Grafóloga, Coach, Mentora y Formadora freelance. Especialista en Coaching de Relaciones, Inteligencia Emocional y Programación Neurolingüística. Psicografóloga y Perito Calígrafo. Licenciada en Derecho. Especialista en Test Proyectivos Gráficos y en Comunicación No Verbal. Estudiante de Psicología y trato de mantenerme en continua formación, para estar actualizada y ayudar lo mejor que pueda a los demás. [...]