Ante la frustración por no lograr lo que queremos, una emoción que surge puede ser la tristeza.
Decía el genial Quino a través de Mafalda: Paren el mundo que me quiero bajar. La tristeza nos hace poner “pausa” a cuanto ocurre alrededor nuestro, nos desconecta del afuera para enfocarnos más en nosotros.
De hecho, hay investigaciones que encuentran un incremento de la actividad en la corteza prefrontal ventrolateral durante los momentos de tristeza, el área encargada de la atención.
Este período de repliegue sirve para reflexionar sobre lo que pasó. Cabe aclarar que esto no consiste en “darse manija” con pensamientos que lo único que logran es agravar la herida. Se trata pensar para re-significar lo ocurrido, para detectar errores en caso de haberlos y corregirlos.
Es un período de reflexión sobre el pasado, de revaloración del presente y de reorganización del futuro.
La tristeza es una emoción necesaria, aunque para nada resulta “lindo” sentirse triste. Quizás por eso abundan quienes pretenden desterrarla a fuerza de químicos o de la prédica del vivir “siempre en positivo”, del “todo bien”, del “ir siempre hacía adelante”.
Es imposible y contraproducente ver únicamente el vaso medio lleno, la parte vacía también existe. Es mejor mirar el vaso entero. Reconocer y ver con claridad lo que falta es necesario para, con la ayuda de lo que hay, ir llenando el vaso.
Darle lugar a la tristeza no es caer en la depresión. La depresión es el síntoma (patológico) de una tristeza no resuelta oportunamente. Es más sencillo lidiar con una tristeza cuando es pequeña que cuando es grande, es más fácil sanar una gran tristeza que curar una depresión.
Cuanto mejor sepamos qué hacer con la tristeza, menos necesitaremos escaparle. Y al ocuparnos eficazmente de ella, por mínima que sea, más lejos estaremos de estar deprimidos.
No hay distracciones ni psicofármacos ciento por ciento eficaces para tapar lo que sentimos. De nada sirve negar o evitar la tristeza.
A ninguno nos gusta estar en la oscuridad, pero a veces es necesario permanecer un tiempo ahí. Como cuando entramos a un cuarto oscuro en el que al principio nada vemos, hasta que nuestros ojos empiezan a distinguir lo que antes no veían y comenzamos a darnos cuenta que también ahí hay luz.
La tristeza es la expresión de la vida que no logra desplegarse, es el gemido del potencial que quedó atrapado… pide que lo ayudemos a salir.
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