El gato, el pasillo y la zona de confort

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El gato, el pasillo y la zona de confort

Psicología Clínica

Rosquis (mi anterior gatita, que en paz descanse) era muy graciosa.

Cuando estaba conmigo en una habitación y cerraba la puerta, se ponía a maullar insistentemente para que la abriera.

Una vez abierta, se quedaba hipnotizada mirando al infinito, sin llegar a salir, como si le diera miedo lo que se pueda encontrar fuera…

No reaccionaba hasta que le daba un suave toquecito en el lomo (como diciendo “¡venga, sal!”) y ya entonces se marchaba maullando alegremente.

Y nosotros los humanos, muchas veces en la vida nos comportamos como Rosquis, sin darnos cuenta.

Sabemos perfectamente lo que queremos (quizás no de forma totalmente consciente, pero nuestros actos nos delatan) y no paramos hasta lograr las circunstancias ideales, que se nos abra la “puerta”.

Pero después, una vez tenemos todo a nuestro favor, nos paralizamos aterrados, anticipando las posibles consecuencias de cruzar el umbral.

Y surgen las dudas de si era eso lo que realmente queríamos. De si no estaremos mejor en esa habitación calentita, que en ese frío y largo pasillo, que vaya usted a saber qué nos encontraremos…

¡¡Pero si llevabas media hora “maullando”!!

¡¡Ya sabías lo que querías!!

PERSONAS ROSQUIS

Un ejemplo de personas que se comportan como Rosquis” sería quien hace insoportable la convivencia con su pareja. Provoca discusiones y malestar continuo. 

Va saboteando lenta y sutilmente la relación, poniendo entre la espada y la pared a la otra persona. 

Remarca todos sus fallos, provoca broncas cada dos por tres, le somete a interrogatorios asfixiando su libertad. Le da ultimátums, se muestra cada vez más rígido y exigente, sin admitir sus propios errores. 

Le pone en bandeja al otro que tome la decisión de romper la relación. 

Si nos fijamos, esta persona no ha parado de “maullar”. Consigue llevar la situación al límite. Pero en cuanto su pareja no puede más y le manda a freír espárragos, entonces se arrepiente y le pide perdón.

Por fin tenía la “puerta” abierta, que es lo que buscaba. Pero el miedo a estar solo le resulta insoportable, así que decide que “más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”… 

Otro ejemplo habitual sería aquel empleado que está a disgusto en su empresa. 

Busca ofertas de trabajo a hurtadillas, se escabulle para ir a las entrevistas y sueña con un futuro mejor. 

Mientras, acostumbra a llegar tarde a su actual puesto de trabajo, suele ponerse enfermo, hace sus tareas de forma mediocre e incluso se enfrenta a sus compañeros, sin darse cuenta de todo ello. Sin escuchar sus propios maullidos. 

Y cuando el jefe le llama la atención, o cuando le avisan de la otra empresa para decirle que ha pasado las pruebas de selección, se achanta. 

Ve la puerta ante sí tan abierta, que lo desconocido le abruma. Y de pronto, el miedo le hace creer que en su actual empresa no se está tan mal, que ya lleva muchos años de experiencia acumulados aquíí y que la crisis está fatal. No para de repetirse “seguro que en la nueva empresa no hay tanta estabilidad como aquí”.

A pesar de estas metáforas, no hay que olvidar que 

Somos libres tanto de sentir miedo, como de querer mejorar. 

Y somos libres de decidir por cuál de estas dos fuerzas motrices queremos impulsarnos.

Si decidimos que sea el miedo quien mueva nuestras decisiones, ¡está bien así! Pero entonces debemos ser conscientes del malestar que nos provocará esa falta de congruencia entre nuestros deseos y nuestras acciones. 

Lo que pensamos y sentimos será opuesto a lo que decimos y hacemos realmente.

En este caso, saber conscientemente que no estamos siendo fieles a nuestras necesidades, nos liberará de gran parte de culpa y remordimientos. Nos traerá bastante paz, aunque decidamos quedarnos en esa empresa o con esa pareja.

¡Pero ojo, que tampoco te estoy incitando a que te vuelvas loco y rompas con todo lo conocido!

Que muchas veces, la solución no ha de ser tan drástica como romper la relación o irnos a otra empresa… 

Lo que sí es seguro, es que:

Esos maullidos nos hablan siempre de la necesidad de un cambio, una mejora.

Lo difícil es saber descifrarlos y entenderse uno mismo… 

¿Quiero cortar con todo? ¿O quiero quedarme aquí, pero mejorando lo presente? 

Si descubres que quieres lo segundo, entonces tendrás que ser fuerte y proactivo. Responsabilizarte de la parte que te toca y ponerte manos a la obra, para cambiar tus comportamientos y generar los cambios que quieres ver en tu vida.

Recuerda, cuando te sientas como Rosquis y realmente quieras salir ahí fuera, no dejes que el miedo te frene. Sal de tu zona de confort y verás que ese pasillo ni era tan largo, ni tan frío. Y que hay más partes en la casa. Hay habitaciones, incluso un sofá con una mantita esperándote.

Además, ¿sabes qué?

Que tú no eres un gato. No necesitas a nadie para que te abra la puerta, llegas tú solito al pomo. Sólo tienes que girarlo ☺

Y cuando lo hagas y empieces a tomar libremente tus propias decisiones, te sentirás en control de tu vida. Ese es el primer paso para que alcances tu mejor versión:

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Juanmmmm Recent comment authors
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Me gustó mucho la comparación con Rosquís Muy ameno y bonito artículo.

Juan
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Juan

Hace mucho no leía una metáfora que dijera tanto (¿o será que me dijo tanto?).
Acabas de generarme algunos momentos (felinos) de reflexión.
Gracias, siempre gracias.
Un abrazo intercontinental, interhemisférico, pero eso sí, muy cercano.
Gracias, Ainoa !!!

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Grafóloga, Coach, Mentora y Formadora freelance. Especialista en Coaching de Relaciones, Inteligencia Emocional y Programación Neurolingüística. Psicografóloga y Perito Calígrafo. Licenciada en Derecho. Especialista en Test Proyectivos Gráficos y en Comunicación No Verbal. Estudiante de Psicología y trato de mantenerme en continua formación, para estar actualizada y ayudar lo mejor que pueda a los demás. [...]