¿Qué significa pensar críticamente? De la estulticia al desasimiento (Parte IV)

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Psicoanálisis

Letras – Matemas – Discurso

Así como hablamos de una posición analítica, más allá de los emblemas y de la “chapa” tan habituales en otros campos profesionales, también tenemos que afirmar una posición lacaniana dentro del ámbito analítico mismo en tanto irreductible a la lógica grupal de los estatutos, estándares, padres referentes y demás, aunque todo esto pueda jugar en el sentido de una filiación simbólica en relación a ciertos maestros. La posición lacaniana, estimamos, excede los parámetros de un sitio o un camino específicos y es, más bien, del orden de una acción. Una acción que se autoriza de sí misma pero no sin un soporte teórico desplegado por Lacan (en su sofisticado regreso a Freud), que resignifica el fenómeno práctico como engarzado a una estructura de discurso y que se llama discurso del psicoanálisis. De este discurso son efecto una cantidad de letras. A partir de ellas podrán gestarse fórmulas singulares que denominaremos matemas y con estos, a su vez, generarse grafos o esquemas. Esto es lo que hace Lacan durante gran parte de su enseñanza. Son la parte “dura” del pensamiento psicoanalítico, si se quiere. Pero, a raíz de este interés lacaniano por despejar el territorio del campus del sensus comunne, técnicamente hablando se ha ido instalando en el ejercicio concreto del oficio analítico, una rigidez cadavérica [rigor mortis] soportada en una asepsia relacional estéril que denuncia la desimplicancia del analista en el alojamiento de la subjetividad que lo reclama: ¿búsqueda de una fidelidad incondicional al discurso en cuestión? De este modo, muchos casos contemporáneos de mortificación cultural en donde predominan las neurosis actuales o las neurosis de lo real pulsional, no hallan sitio en donde asir una escucha que dé cabida a una resonancia íntima, a un desenmarañamiento de ese trieb atragantado, posibilitando el pasaje que vaya de la asonancia mortificadora al “eco en el cuerpo” y, de éste, hasta la evaporación liberadora del quantum como afectos. Eso se desprende y ahí es donde realmente se juega el estatuto de la letra no ya como mero signo pre-subjetivo válido para los aplicacionismos de manual eventuales, si no como correlato último de una travesía analítica en serio. La letra se desprende del sujeto analizado y, a la inversa (pero no en oposición) a lo que sitúa Lacan en el Seminario XX, el discurso también es efecto de las letras de los análisis que van teniendo lugar históricamente (esos S1 que han ido cayendo, cada vez y cada vez, puesto que han sido golpeados), gracias a que ellos son lo que posibilitan la continuidad del pensamiento psicoanalítico y su reconstrucción permanente. En lo concreto, las letras paridas a partir de un análisis, resignifican lo acaecido como involucrado o no en un discurso psicoanalítico. El alfabeto del goce sitúa al psicoanálisis como praxis por su incidencia desde lo simbólico sobre lo real.

Palabras finales y una pregunta: ¿existe hoy un lacano-fascismo?

La diferencia entre lo lacaniano y el “lacanismo” es, básicamente, que el primero, como hemos subrayado, remite a una posición/ acción, siendo en cambio el segundo el efecto residual de aquella que deviene, en pocas palabras, “hinchada de fútbol”, camiseta puesta y dogma/ pasión («pathos», precisamente). El lacanismo sería la vía neurótica del movimiento lacaniano la cual no hace referencia a entes específicos sino a algo que sucede dentro del contingente en sus inercias y resistencias – muchas veces movilizadas en sí mismas por el horror de la eficacia de aquello otro. Ahora bien, con relación a lo lacaniano propiamente dicho, sabido es el avance fuerte e interesante del pensamiento de izquierda, políticamente hablando, aunque en función analítica toda intromisión de una significación ideológica sea carne de cañón para la transferencia imaginaria. Podemos nombrar las elaboraciones de Jorge Alemán así como las del cientista político griego Yannis Stavrakakis, entre otras. Sin embargo, y esto no deja de ser más una sospecha que una aseveración contundente, creemos que el culto interés por la doctrina, el ánimo de permanecer dentro de los márgenes de lo legitimado y sin correrse ni un mínimo de lo dicho – lo actualmente articulado en lugar de lo que queda por articular – y esa propensión tan habitual a supeditarse devota e irrestrictamente a “padres” o “maestros”, nos lleva a pensar en la persistencia – allende el paso de los años – de un lacano-fascismo no necesariamente “de derecha” en su contenido ideológico, sino en sus formas y en la posición tomada frente al texto lacaniano (“rigurosidad” rayana con el rezo) y a la transmisión (verticalista y unidireccional). Y agregamos: que nos hace pensar en la posición clínica de dichos analistas. Daniel Mutchinick sitúa este mismo problema con otras palabras:

“Me parece interesante la herejía de la buena forma, que a la vez permite que otros la confirmen o no, y la separa claramente del nacimiento del término herético, que tiene que ver con una religión que se antepone a otra religión. Claramente Lacan no se está refiriendo aquí a ese punto con respecto a la religión sino a que hay que decir lo que uno entiende que hay que decir, más allá de lo que el dogma dice. Y como un chiste podríamos agregar que terminaría con la religión entre los psicoanalistas. Es un punto ético que tiene que ver con la posición del analista en la extensión. No podríamos menos de desconfiar de la posición clínica de quienes abundan en el discurso universitario. ¿Qué clínica se sostiene cuando hay discurso universitario en la extensión? De qué manera tiene relación la posición en la escucha con la posición frente al saber. ¿No se escucha como se lee? Un analista riguroso, sumemos un oxímoron a los inscriptos.”[1]          

La problemática del Otro en tanto consistente o inconsistente no deja aquí de tener un gran valor, en el sentido de la posibilidad de que, quitada por la puerta del análisis la completitud del Garante, no vaya a ser cosa que se nos meta por la ventana de una sintomatología no reconocida como tal y que es no solamente la fascinación por – y ante – el Saber, el renombre y el prestigio, sino también la ambición en cuanto al Poder, eje que atraviesa toda institución humana y que en los ensayos psicoanalíticos suele verse bastante desmentido.

Y aquí nos arriesgamos, pese a estar más o menos en acuerdo con lo aseverado, trayendo a colación un decir sumamente crítico y refrescante en lo tocante a las cuestiones del campo psicoanalítico. Se trata de un escrito de Néstor Bolomo y que versa acerca del psicoanálisis, del lazo entre analistas y de la institución psicoanalítica. Se llama “Institución y destitución en psicoanálisis”.[2] Allí, el analista en cuestión dice (y con esto damos fin para continuar con una futura y última entrega):

“Nada puede discutirse con alguna seriedad si no se distingue el psicoanálisis como discurso de la pretensión de hacer de él profesión. Las instituciones psicoanalíticas no han dejado de ser soporte de esto último.”

La posición de Bolomo es que estos espacios tienen en común ir hacia la restitución del Otro y, en ese sentido, hacia la consistencia de ser del analista:

 “Ese practicante no ES analista. No se trata de ser, allí: ni (ser) en una consistencia que conviene que falte, ni en una permanencia que tampoco hay, aunque se desespere por forzarla en lo permanente de la institución. (…) Lo único que puede gozar de una continuidad es la resistencia al psicoanálisis, no el psicoanálisis, fragmentario, frágil, esquivo, renuente como su socias, el inconsciente, a dejarse atrapar en nominaciones, actas fundacionales, declaraciones de principios, representaciones. Todas esas “ayudas”, lo hemos comprobado, son salvavidas de plomo. Felizmente el psicoanálisis zafa, se escurre, aparece en otro lado. Convendría abstenerse. No de practicarlo (o de que nos practique – quizás es ésta la forma en que nos enseña –) sino abstenerse de “ayudarlo”: custodiarlo, resguardarlo, difundirlo, transmitirlo a los jóvenes – pasión griega si las hubo – y, ¡por favor!, de dirigirlo.”[3] 

¿Qué significa pensar críticamente? De la estulticia al desasimiento (Parte I)

¿Qué significa pensar críticamente? De la estulticia al desasimiento (Parte II)

¿Qué significa pensar críticamente? De la estulticia al desasimiento (Parte III)

[1] Mutchinick, D.; Op. cit. Págs. 20-1. Subrayado en el original.

[2] Bolomo, N.; “Institución y destitución en psicoanálisis” Fuente: http://destitucionpsicoanalitica.blogspot.com.ar/2011/08/institucion-y-destitucion-en_18.html

[3] Bolomo, N.; Op. cit.

 

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